Anastasia—¿No te parece extraño?
—¿Qué cosa?—digo, viendo a Hanna alistar un hermoso ramo de tulipanes.
—Estar sin él.
Deja las tijeras sobre la mesa y toma asiento con una expresión de consternación.
—No—digo y ambas vemos el enorme escaparate de la tienda de libros.
Déjanos escapar un suspiro. Ya transcurrió una semana y él señor Grey no ha vuelto a aparecer por la tienda.
—No finjas que no te importa.
—Es que no me importa, Hanna.
Es lo mejor.
Él solo estaba perdiendo su valioso tiempo conmigo. Yo nunca podré ofrecerle nada. Ni quisiera una amistad. Cada vez que lo tengo cerca me es inevitable sentir pánico. Tengo miedo que en cualquier momento se convierta en un ser violento y despiadado como lo fue José.
Él no lo merece.
No merece que le tenga tanto miedo.
Ciertamente, él no es José.
Por Dios. Si apenas nos conocemos.
No podría saber que clase de hombre es en realidad. No puedo ignorar la advertencia de Ethan.
«Grey podría llegar a ser más violento que tu padre y José»
Aléjate de él.
Aléjate.
—Mi hora de almuerzo terminó.
Me puse de pie y llegué los más pronto a la puerta, evitando así todas la interrogantes de Hanna.
—Nos vemos a la salida.
En la librería todo transcurre con normalidad. Los clientes habituales y los miembros de siempre del club de lectura. En esta última semana se han retirado varios, volviendo al mismo número que eran antes de las visitas del señor Grey.
Algunas chicas preguntan por él, otras simplemente dejaron de asistir cuando ya no lo vieron. Cuando es la hora de salida me encuentro de nuevo con Hanna.
—¿Sigues creyendo que no te importa?
—No empieces de nuevo.
Al doblar la esquina saludo al Rupert, quien empieza a recoger las cosas de su pequeño kiosco. El hombre mayor me dedica una tierna sonrisa al verme pasar al lado de mi alocada amiga.
—¿Por qué no lo llamas?
Hanna se pone justo en mi camino con sus brazos cruzados y esa mirada extraña que pone cada vez que una loca idea atraviesa por su cabeza.
—¿Por qué haría algo cómo eso?
Trato de esquivarla, pero ella es muy persistente.
—Porque lo extrañas.
No lo extraño.
—Hanna—suspiro—. Tú fuiste la primera en decir que era un hombre peligroso ¿Cómo fue que lo llamaste?
El rubor corre por sus mejillas.
—Quizá me equivoqué—susurra, quitándose de mi camino y caminado de nuevo al lado mío.
—¿Y si no te equivocaste? ¿Te imaginas lo que podría hacernos?
Ambos nos estremecemos.
—Deberíamos dejar de ver la televisión—dice.
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Quédate a mi Lado
FanfictionDos mundos totalmente opuestos a punto de colisionar. ¿Podrán afrontar sus sombras?