Capítulo 9

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Christian


Me desperté con un grito en la garganta, el corazón me latía frenéticamente haciendo que el sonido del monitor del hospital alertara a Taylor.

—Tranquilo, señor Grey.

La oscuridad me ahogaba y me imposibilitada abrir los ojos. Sentía los brazos y las piernas demasiado débiles para moverme.

Quería salir de ese letargo.

Dejar de sentirme vulnerable.

—¿Por qué lo hiciste?—protesté débilmente.

—Lo siento, señor. No tuve opción.

Odio dormir medicado.

—Jason—susurré, abriendo los ojos.

—Me he quedado en la habitación toda la noche—me tranquilizó—. La señorita Steele también se ha quedado a cuidarlo.

—La asusté mucho.

Quedé expuesto frente a ella.

Le mostré una pequeña parte de mi infierno y eso me llena de ira y vergüenza.

—Ella estará bien, señor.

Pero yo no.

Mis miedos me traicionaron en el peor momento. Pudo ser peor. Anastasia pudo correr peligro a mi lado y yo no habría tenido la capacidad para detenerme de haber sido así.

—No volveré a dejarlo solo—prometió.

Por el bien de Anastasia él nunca debe dejarnos solos y eso me hace cuestionarme de nuevo.

Ella no es para mí.

—¿Dónde está?

—Prescott la llevo a su apartamento hace media hora.

—¿Amanda Prescott?

Asintió.

—Supuse que la señorita Steele se sentiría más cómoda con ella que con uno de nosotros.

Tiene razón.

—Gracias—le digo después de unos minutos.

Me toma una media hora despertar correctamente de los medicamentos. Voy directo a la ducha y cuando salgo del baño Taylor ya ha dejado mi ropa sobre la cama.

Antes de terminar de vestirme una enfermera viene a chequear mi presión arterial.

—¿Y bien?—pregunto, poniéndome los gemelos.

Por último me pongo el reloj y el anillo de sello de mi abuelo.

—Continúa un poco elevada, señor Grey.

—Mierda.

—Tendrá que conversar con el doctor Shine.

Antes de firmar el alta médica visito al doctor Shine en su consultorio. Cómo las veces anteriores, recibo sus habituales llamadas de atención.

—Ya no eres un jovencito, Christian.

Maldita sea.

Ya he cruzado esa línea.

—No me recuerde mi edad.

—¿Por qué te preocupa ahora?—ríe sutilmente.

Quizá porque una chica de veintidós años me hace perder la cabeza.

Shine tiene esa típica sonrisa que demuestra que sabe más de lo que expresa. Estoy seguro que conversó con Anastasia.

—No es tu puto asunto, Shine.

Quédate a mi LadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora