Una historia más: Spoiler

27 15 22
                                    

Cuando salieron del museo, Anie quería saber qué era eso que Diego necesitaba decirle con tanta urgencia, así que le suplicó varias veces que le contara, pero él le decía que lo haría al llegar al restaurante. Anie no podía dejar de pensar en eso; por primera vez, no disfrutó de Diego cantando mientras conducía en el tráfico, y tampoco pudo concentrarse en el camino para tratar de descifrar el lugar al cual iban. Al llegar, Anie vio que se trataba de un lugar lujoso donde ella nunca antes había estado.

Anie no entendía qué hacían ahí, trataba de entender lo que pasaba, pero no descifraba el motivo de ir ese lugar, un chico de valet parking le abría la puerta y le ayudaba a salir del auto. Por otro lado, un capitán de meseros saludaba a Diego de forma familiar.

Capitán de meseros: Bienvenido joven Diego, hace tiempo que no nos venía a visitar.

Diego: Sí, no había podido escaparme de mis ocupaciones. El trabajo ha estado un poco pesado.

Capitán de meseros: ¿Ya anda trabajando con su padre?

Diego: No, sigo con lo del teatro.

El capitán de meseros ya no dijo nada sobre ese tema y solo les indicó que lo siguieran a lo que sería su mesa.

Capitán de meseros: ¿Joven Diego va a querer la mesa de siempre?

Diego: Sí, si está disponible, Capi, estaría increíble poder comer ahí.

Anie trataba de entender esa plática, pero lo único que pensaba es que quizá se encontrarían con alguien más o que por fin le revelarían el nombre del artista que los había contratado para el proyecto. Y que esa visita a ese restaurante se trataba de una reunión de trabajo. Pero también pensaba, ¿por qué Diego no le había dicho que debía presentarse a esa junta laboral con ropa más formal? Mientras trataba de descifrar el motivo de esa reunión, el mesero interrumpió sus pensamientos al decir algo.

Capitán de meseros: Joven, aquí tiene la mejor mesa para usted y su novia. Me dio mucho gusto poder saludarlo. Diego no aclaró que ella no era su novia y, al llegar el mesero que los atendería, pidió una copa de vino sin fijarse en la carta para ver el precio.

Anie: Diego, me hubieras dicho que veníamos a una junta de trabajo, me hubiera venido vestida un poco más formal. Dijo la chica susurrando.

Diego: Tranquila, no venimos a trabajar, bueno, quizá un poco, pero no veremos a nadie más, relájate, ¡no te iba a pedir perdón con unas hamburguesas!

Anie: No las hagas menos, esas hamburguesas estaban buenísimas.

Diego: Sí, pero mis errores contigo fueron muchos como para pagarte el perdón de esa manera. Así que por favor, pide lo que quieras que yo invito.

Anie: Me alegra porque no sé si con mi sueldo yo podría pagar un platillo de este lugar.

Diego: ¡Eso sí, me dolió! ¿Me estás diciendo que no te pago lo suficiente? Fingió estar ofendido y miró a Anie con un enojo fingido, juzgándola con la mirada.

Anie: ¿Quizá? ¡O ya sé por qué estamos aquí!, ¡me darás un aumento! Dijo jugando la chica

Diego: No.

Anie: ¡Qué mal! Esa sí sería una muy buena manera de obtener mi perdón. Siguió bromeando.

Los dos rieron de esa plática y momentos después se dispusieron a ordenar sus alimentos. Al llegar la comida, se pusieron a disfrutar de esos deliciosos platillos, acompañados de una buena conversación que incluía detalles muy personales sobre las vidas de los chicos. Hablaron de sus infancias, adolescencias y los momentos felices y tristes que los habían marcado. La plática fluía como si ambos fueran amigos de hace años.

Una historia MásDonde viven las historias. Descúbrelo ahora