Una historia más: El egoísta

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Anie se cambió en el baño de una gasolinera que quedaba muy cerca del lugar donde tenía su reunión, y al llegar y bajarse del coche, se encontró con sus amigos del teatro que estaban afuera de un edificio con pinta de ser una escuela. Al bajarse del auto, todos empezaron a susurrar entre sí sobre la playera que Anie llevaba puesta.

Alex: Creo que es la playera de Diego.

Julieta: Sí, es su playera.

Carlos: ¿Por qué la trae puesta?

Sofía: ¿Creen que hayan dormido juntos?

Ernesto: Miren, Diego viene atrás de ella.

Carlos: ¿Qué rayos está pasando con esos dos? -terminó diciendo el chico con molestia disfrazada de sorpresa.

Los chicos saludaron a los demás, y Diego no entendía qué hacían todos sus amigos del trabajo en ese lugar. También sintió un poco de enojo y tristeza porque era un hecho que no había sido invitado a esa convivencia. Por una parte, lo entendía, pero muy en el fondo le dolía.

Alex: ¿Estás lista?

Carlos: ¿Por qué tardaste tanto? Tú siempre eres la primera en llegar -reprochó con un tono controlador.

Anie: Estoy nerviosa, esto siempre me pone nerviosa, pero confío en que al igual que en otras ocasiones, saldrá todo bien. Y tarde porque traje refuerzos. Diego nos ayudará a amenizar el día.

Carlos lo miró con cierto enojo, y Diego le devolvió la mirada, como tratando de explicar que él no entendía nada. Además, Diego pensaba que el molesto debería ser él; sus amigos no lo invitaron a ese plan, y al parecer se habían reunido antes sin él ser requerido. Por lo poco que entendía, se trataba de algo que todos sabían, y ninguno le había contado ni le había invitado. Se sentía ligeramente traicionado sin entender qué pasaba.

Anie, sin la mínima intención de interrumpir lo que ambos amigos discutían con la mirada, comenzó a hablar.

Anie: Bueno, primero quiero decirles que mil gracias por venir. En verdad, aprecio mucho su apoyo, entusiasmo, servicio y ánimo que entregarán durante este día. Estoy segura de que estos pequeños cambios transformarán la vida de muchos de esos pequeñitos que hoy vamos a conocer. "Viajeros con Causa" quiere reconocer que hoy pararán sus vidas para compartir con esos pequeñitos la alegría de conocer nuevos sitios. Hagamos de este paseo por Xochimilco un momento único para todos los que estamos aquí, y vamos a divertirnos mucho. Disfruten y ayuden a otros a que puedan disfrutar de esa maravillosa experiencia que vamos a vivir. Les quiero, y no tengo palabras para decir lo feliz que me siento hoy. ¿Listos para conocer a esos pequeñitos? -¡Sí! - gritaron entusiasmados todos los chicos, excepto Diego, que apenas estaba entendiendo lo que estaba pasando a su alrededor.

Anie: Les presento a la encargada de la casa hogar "Mi pequeño refugio" y a las chicas que nos ayudarán a cuidar a los pequeñitos. Les pido mucho cuidado cuando estemos en las trajineras para evitar accidentes. Todos afirmaron animados; parecía que los chicos estaban contentos de ayudar a su amiga.

El grupo se desintegró para entrar a la casa hogar a conocer a los niños con los cuales compartirían el día. Todos caminaban por un pasillo en pequeños grupos donde reían y bromeaban. Diego se dirigió a Carlos, quien trató de ignorarlo.

Diego: ¿Oye, qué te pasa? ¿Por qué estás hoy así?

Carlos: ¿Así cómo?

Diego: Pues así, todo a la defensiva.

Carlos: Es obvio, estoy molesto, porque no se vale que de la nada llegues y te lleves a la cama, a la chava más buena onda del... - Diego no lo dejó continuar.

Diego: ¡Para! Porque, en primera, yo no me llevé a nadie a mi cama - le decía mientras le miraba a los ojos y trataba de no exaltarse para no subir la voz. -En segunda, me hizo el favor de llevarme a mi casa porque me sentía mal y ella me apoyó como parte de su trabajo.

Carlos: ¿Y qué pretendías con eso? ¿Por qué lleva tu playera puesta? ¿Vas a seguir negando que pasaron la noche juntos?

Diego: Sí, se quedó en mi casa, pero entiende que ella es solamente mi asistente, está conmigo para apoyarme como una sombra en lo que yo pueda necesitar.

Carlos: Eres un egoísta y lo que ella necesita, ¿qué?

Diego se quedó callado, no sabía qué contestar a eso.

Carlos: Ella no te interesa como persona y solo la vas a lastimar. Porque es lo que haces cuando alguien se interesa por ti, porque sigues sintiéndote el hijo de papi al que todos le sirven con solo pedirlo, el que da órdenes y otros deben acatarlas.

Diego: Sabes que no soy así.

Carlos: Lo eres y por eso María se fue, porque eres un egoísta que solo se preocupa por ti. Dime, ¿Qué sabes de Anie? ¿Conoces sus pasiones? ¿Su rutina? ¿Qué siente? ¿O cómo piensa?

Diego volvió a guardar silencio, no podía responder ninguna de esas preguntas.

Carlos: No lo sabes porque vives pensando solamente en ti. Porque es muy fácil pedirle a tu asistente que te lleve a tu casa en plena madrugada sin saber si ella tiene trabajo al día siguiente.

Diego no comprendía lo que Carlos le estaba diciendo.

Diego: ¿Trabajo? contestó confundido.

Carlos: Sí, gran tonto. Anie no necesita de tu trabajo. Ella es CEO de una pequeña empresa de turismo, y le va muy bien. Es tan exitosa que el gobierno está creando, junto con ella, este proyecto para llevar a niños, ancianos y grupos vulnerables a disfrutar de paseos y experiencias que por sí solos no podrían pagar. Trabaja todos los días como una esclava para servirte en tus caprichos de niño mimado y, en sus ratos libres, atiende su negocio para que no se venga abajo. Pero tú no eres capaz de entenderlo porque te puedo jurar que seguramente ni enterado estás de esto. No te tomaste el tiempo de conocerla, porque solo te interesa lo que tú sientes y necesitas, sin importar lo que ella pueda estar pasando. Si quieres que sea honesto, tengo que decir que durante este mes te has dedicado a joderle la vida, al igual que a nosotros, tus compañeros de teatro. Entiendo que estás sufriendo, pero no por eso todos debemos irnos a la mierda contigo.

Carlos no dejó hablar más a Diego y seguramente Diego no tenía nada más que decir. Las verdades que su amigo acababa de decirle lo dejaron paralizado. Era como si le hubieran tirado unas cubetas de agua helada y entonces entendió todo. Las veces que veía que Anie cabeceaba de sueño durante los ensayos, las veces que cometió algún error en alguna cotización, las veces que pensó que era una distraída y una descuidada por no entender lo que él le indicaba que debía hacer y se empezó a sentir miserable. Durante este mes había sido cruel y egoísta, aunque le costara trabajo aceptarlo. Su amigo Carlos tenía razón. Él era un egoísta.

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