Una historia más: El acto final

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La gente comenzó a llegar al teatro, y Marcela se acercó a la taquilla para comprar un boleto para la función de esa noche. En la taquilla le dijeron que los tickets se encontraban agotados. Se fue desilusionada de ahí y escuchó unos murmullos en el estacionamiento del teatro.

Diego: María, ¿qué haces aquí?

María: No llegaste en todo el día a la casa, ¿qué te sucede Diego?

Diego: ¿Qué te sucede a ti? ¿Crees que puedes venir a mi vida como si nada?

María: Soy tu esposa, tengo derechos.

Diego: Tú me dejaste, ¿recuerdas?

María: Pero estoy aquí para recuperarte.

Diego: Lo siento, pero yo ya no te quiero.

María: ¿Quién es ella? ¿Dónde la conociste? Porque debe haber una ella.

Diego: No te debo explicaciones.

María: Me las debes porque soy tu mujer.

Diego: Por favor, no arruines este día.

María: Felicidades, don egoísta. Lograste el protagónico que tanto querías, pero para eso debiste lastimar a tu amigo. Eres malvado.

Diego: Sabes que no fue así.

María: Yo no sé nada de ti, me chocas -dijo la chica mientras le golpeaba el pecho- debería ser todo más fácil -decía entre chillidos, mientras Diego le detenía las manos.

Diego: Lo siento, pero esto llegó a su fin. Quiero el divorcio.

María: ¡No, eso no! -Comenzó a gritar desesperada.

La conversación era tan intensa que no lograron ver a Marcela parada viendo la dramática escena. Hasta que la chica se sintió tan incómoda que quiso no ver más esa discusión y huir lo más rápido posible.

Diego: ¡Marce! Gritó Diego a la chica que trataba de huir. ¿Qué haces aquí? La función va a comenzar -dijo Diego al ver a la chica parada cerca de ellos.

Marcela: Lo siento, yo no quería -trató de disculparse, pero Diego no le dio importancia.

Diego: Corre, van a cerrar las puertas.

Marcela: No encontré entradas -dijo desilusionada. Era la primera vez que nadie le obligaba a ir a ver una obra de teatro y quería ver a su amiga triunfar.

Diego: Tranquila, yo te doy acceso, solo que tendrás que ver la obra desde la cabina o esperar a que un asiento de alguien que no alcanzó a llegar esté vacío.

Marcela: Está bien, ¿harías eso por mí?

Diego: Claro, corre, se nos hace tarde.

María: Entonces, ¿es por ella? -gritó molesta al ver lo amable que era Diego con esa desconocida.

Diego: No, no es por ella, es por su amiga.

Marcela al escuchar lo que Diego decía sonrió y siguió a Diego, quien caminaba rápidamente por varios pasillos.

Marcela: ¿Entonces estás enamorado de Anie?

Diego: No lo sé, creo que sí. Pero creo que ella no siente nada por mí, además, si tenía alguna chance, ya lo eché todo a perder.

Marcela: Ella te quiere, debes decirle. 

Al escuchar eso, Diego se detuvo y sintió una alegría particular mezclada con un miedo único. Ese miedo que sienten los enamorados ante la posibilidad de ser rechazados.

Diego: ¿Y si me dice que no?

Marcela: Eso no pasará, debes decirle.

Diego: Primero debo arreglar todo con ella.

Marcela: ¡Debes hacerlo, decirle lo que sientes!

Productora: Diego, ¿dónde estabas? Estamos por dar tercera llamada, córrele, ponte en posición. ¿Y esta chica? -dijo Carmelita molesta.

Diego: Es la mejor amiga de Anie, por favor, haz que vea la función.

Productora: Está bien, yo me encargo. Pero por favor, ve a tu lugar.

Diego: No puedo, dame 2 minutos necesito ir por algo.

Productora: ¿Tú estás loco? ¿Qué te pasa? Sabes que es imposible.

Diego: Es que encargué unas flores que quiero darle a Anie al terminar la función. No tardan en llegar. ¡Por favor! Suplicó el muchacho con unos ojos ilusionados que reflejaban lo enamorado que estaba en ese momento. Era tan brillante su sonrisa que hizo efecto en la productora.

Productora: Está bien, de eso también yo me encargo, pero ya vete. ¡Ve al escenario y haz lo que tengas que hacer para rescatar el día!

*****

La obra comenzó, y los nervios se fueron diluyendo conforme avanzaban las escenas. Anie, a medida que avanzaba la función, se iba sintiendo más segura, y el apoyo de todos los actores hacía que su inexperiencia no fuera muy notoria.

A pesar de lo que todos creían sobre que la obra sería un caos total, la obra fluyó y empezó a cautivar al público. Anie se sentía muy cómoda en el escenario, y los pocos errores que surgieron lograron disimularse entre los actores con más experiencia. Por imposible que pareciera, entre todos hicieron un ensamble maravilloso. Diego, en todo momento, guió a Anie para que se sintiera cómoda y para que su trabajo luciera ante la presencia del público. Verla ahí, con esa valentía, sacando adelante la obra, le hacía sentirse muy orgulloso. A tal grado que le aclaraba todas sus dudas y le daba la fuerza para luchar por ella. Mientras tanto, Anie se sentía como si estuviera soñando al cumplir uno de sus sueños. Sin embargo, ella, por el contrario, se sentía muy confundida. No sabía si podía confiar en él, si él estaría con ella para protegerla como lo estaba haciendo en ese momento, si podía dejarse fluir y volver a brindarle su amor o simplemente debía alejarse de él para protegerse.

Durante el intermedio, Diego trató de acercarse a ella, pero los del vestuario no le permitieron pasar. Debían arreglarle el maquillaje y, como Anie no tenía experiencia en cambiarse de ropa rápidamente, estaban apresurados ayudándole.

Volvieron a salir a escena, y los ojos de ambos brillaban. La química y el cariño que se tenían el uno por el otro se lograban apreciar en el escenario, y cuando llegó el acto final, ambos lograron realizar la escena final con un romance muy orgánico.

Diego se acercó a ella para darle el beso final, tomándola de la cintura. Ella colocó sus manos sobre su nuca, subiéndolas lentamente para acariciar su cabello. El tiempo se detuvo y el aroma de ambos se mezcló. Él la miró a los ojos, y ella le sostuvo la mirada, un poco retadora, exigiéndole el beso que tanto deseaba. Él le sonrió, comprendiendo cómo su cuerpo se entregaba con un acercamiento notorio de su pecho. Ella le devolvió la sonrisa y, en un susurro, le suplicó que la besara: "B-E-S-A-M-E". Salió de la boca chica tan suavemente que solo ellos dos pudieron notar lo que se estaban diciendo.

Él se acercó y juntó sus labios con los de Anie. Ambos abrieron lentamente sus bocas y comenzaron a besarse. La intensidad de sus besos eran tan fuerte que ellos lograban sentir sus latidos invadiendo su ser y el cuerpo de ambos se erizó al sentirse juntos por primera vez. La energía transcurría de un cuerpo al otro, los aplausos de la gente se apagaron y ellos, ante el silencio, se separaron. Se miraron con complicidad y sus almas enamoradas regresaron al teatro. El público se veía satisfecho, los actores habían hecho un gran trabajo. Marcela gritaba animada a su amiga.

Diego estaba feliz por todo lo que estaba pasando, no lo podía evitar y sonreía como hace tiempo no lo hacía. Sin darse cuenta durante varios minutos no soltaba la mano de la chica y Anie no deseaba que la soltara nunca más.

La euforia se diluyó y, para cerrar la noche, subió un actor al escenario para presentar al nuevo talento. Anie expresó lo feliz que le hacía estar en la obra. Diego, por primera vez, soltó la mano de la chica y fue hacia una esquina donde recogió unas flores que segundos después le entrego a Anie. Ella le sonrió, le dio las gracias mientras lo abrazaba y besaba en la mejilla. Todos los actores se sorprendieron al verlos allí, mostrándose un cariño muy diferente al que solían demostrar cuando estaban juntos, pero a todos les agradó que lograran sanar su relación. Poco a poco, la euforia, las luces, la gente y todo se fueron diluyendo. Marcela, junto con los actores, planeó ir a festejar, pues esa noche no se podía dejar pasar como si se tratara de cualquier otra noche.

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