XXXI. I N F I E R N O

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"Quien sabe de dolor, todo lo sabe

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"Quien sabe de dolor, todo lo sabe."

Esa frase acompañó a Dante desde su niñez, se tatuó en su piel desde el momento en que la leyó en las líneas impresas de aquel libro, sintió que compartía con el autor muchas más cosas además de su nombre. Cuando su padre se negó a reconocerlo, lo dejó al cuidado de una mujer dependiente, dominante y demandante: su hipocondriaca madre, quien sobrevivía con las migajas que su trabajo nocturno le dejaban; su padre la echó a la calle en cuanto su aventura salió a la luz... Ya no tenía más trabajo, ni opciones para seguir. Por lo que su primera casa fue el prostíbulo en el que ella trabajaba.

Aquellas noches en vela que ensombrecieron su etapa infantil estaban al manifiesto en todas las cicatrices en su cuerpo. Esas noches con su madre bebiendo hasta ahogar sus penas, los sonidos que provenían de la cama de al lado cuando recibía a algún cliente o las golpizas que ella le daba para que dejara de llorar, culpándolo por perder al hombre que amaba... Todo dolía de nuevo si pasaba sus dedos por las heridas.

Se volvió mejor amigo del dolor, de la pérdida y el rencor; necesitaba aferrarse a algo o a alguien para no sucumbir ante la pena, una persona que le mostrara el amor verdadero, ese por el que mendigaba todas las noches y que su madre le fue incapaz de dar. Y así, como un oasis en medio del desierto para calmar su sed, apareció Martín, el único que realmente lo amó y que él correspondió. Al fin, estar en la maldita escuela servía de algo.

Martín no podía irse, no podía dejarlo... No quería estar solo de nuevo.

Devoró su libertad y contagió al menor con su aura indecorosa, dejó de verlo como su amor y pensó en él como una cosa, algo que podía poseer y desear las veces que quisiera. Jodió todo con ese miedo al abandono y por su necesidad de sentir que por fin tenía alguien.

Dante dejó de ser un ser sintiente, conmovible y empático; podrían decir que perdió todo rasgo humano en una especie de metamorfosis, pero en realidad, él era el más certero ejemplo de la naturaleza humana. El infierno está en la gente y Dante se dejaba acariar fácilmente por las llamas.

Cuando el pelirrojo volteó hacia Martín, este se hallaba inconsciente en la silla, su cabeza gacha era signo del sufrimiento de sus días

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Cuando el pelirrojo volteó hacia Martín, este se hallaba inconsciente en la silla, su cabeza gacha era signo del sufrimiento de sus días. Eso significaba que su amor estaba muriendo y él no podía permitirlo...

R E V E N G E | Villargas / IsargasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora