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Zoro dio un paso adelante y lanzó un ataque que la pelirroja bloqueó fácilmente, lo que lo dejó desconcertado. Notó sus piernas temblar un poco, todavía estaba sufriendo los estragos de todas las drogas que lo habían hecho consumir y encima se sentía débil por la sangre que Yukie había extraído de él.

—Joder... Así no podré dar todo de mí. No podré proteger a Robin en este estado tan lamentable. Pero tampoco puedo permitir que ella vuelva a pasar por algo como eso.

—Tranquilo, Kenshin-san. No permitiré que esta mujer me sugestione.

—¿De verdad crees poder contra mí? ¿Es que acaso quieres quedar sorda o qué?.

—No quedaré sorda si no caigo bajo tu control. Y no pienso hacerlo.

—¡Ya lo veremos!

La mujer corrió hasta ella e intentó lanzar una fuerte patada imbuida en haki que Robin a duras penas pudo esquivar con una vuelta hacia atrás. Mirume entonces sacó un abanico que también cubrió de armadura y esta vez Zoro se interpuso, bloqueándola con Sandai Kitetsu al darse cuenta de que Robin no podría hacer nada contra su haki.

—¡No vas a tocarla, maldita!

La arqueóloga pretendía sacar varios brazos para noquearla, pero Kaguhana no se lo permitió, lanzándole un golpe con una gran Labrys de mango largo, una hoja más pequeña que la otra, que parecía inmensa. El espadachín usó a Enma y lo bloqueó también, y su nakama no quiso quedarse quieta.

No puedo ser una carga para Zoro. ¡Mil fleur! ¡Gigantesco mano: Stomp!

Dos piernas gigantes aparecieron y golpearon a ambos monjes, lanzándolos lejos, y Zoro se puso detrás de ella enseguida, vigilando a su alrededor. Sin embargo, había algo que no le gustaba, tenía un mal presentimiento.

Una niebla comenzó a hacerse presente nuevamente y Kaguhana salió de la nada, atacándolo con su Labrys con la intención clara de decapitarlo, pero Zoro bloqueó y volvió a atacar, siendo entonces asediado por Mirume. Fue entonces cuando la mujer intentó mostrarle imágenes en su mente que por un momento funcionaron, pero luego él las ignoró al percibir algo que no podría evitar.

—¡Robin! —gritó, para luego escuchar un grito de la pelinegra.

La niebla se disipó para dejar ver a la arqueóloga de los mugiwara siendo atravesada en el costado por la empusa, que había transformado sus brazos en grandes garras de halcón. Sintió la ira invadirlo, su sangre comenzó a hervir y lanzó un gran ataque que mandó a sus dos oponentes por los aires.

—¿Qué harás ahora, mi querido Zoro? ¿Cooperarás ahora que tengo la vida de tu nakama en mis manos?

—¡Suelta a Robin ahora mismo! ¡Santōryū! ¡Senhachijū pound ho!

El espadachín se impulsó rápidamente hacia adelante con una espada detrás de su espalda de forma horizontal y la otra de forma vertical, y lanzó tres grandes cortes que atravesaron el estómago de la empusa y la hicieron caer. Corrió hacia Robin, que ahora había sido liberada y se sujetaba la herida, respirando erráticamente.

—Kenshin-san... Gracias.

—Robin, ¿estás bien? ¿Puedes moverte? —La atrapó, y ella se sostuvo de su pecho un momento, recuperando el aliento y luego generando un par de brazos que rasgaron la túnica un poco y la vendaron, evitando la pérdida de sangre. Asintió lentamente haciéndolo tranquilizarse un poco.

—Estaré bien, pero debemos irnos. Aprovechemos que están distraídos con Yukie —susurró, y él la vio preocupado mientras ella sacaba una bomba de humo—. Franky preparó varias por si nos topábamos con Mirume... sabía que serían útiles. Vamos, es ahora o nunca.

El Rey del InframundoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora