Capítulo 1

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PRESENTE 1

Lo que se suponía que iba a ser una parrillada familiar tranquila da un giro inesperado cuando Martina hace su pregunta.

—Tía Valeria, ¿cómo fue que tío Salomón y tú se enamoraron?

Me agarra en pleno trago de cerveza y el líquido burbujeante baja por el canal que no es.

Mientras toso e intento recomponerme, me avergüenzo de mí misma por haberme sorprendido. Después de que Martina le sacó la historia a su mamá con pelos y señales, le brincó con las mismas ganas a su tía Dayana, y como la de su tía Valentina no tiene final feliz, la siguiente opción era yo. O sus abuelos. Pero parece que es mi turno.

Bate sus pestañas con una dulzura que todos sabemos es digna de un premio Óscar.

Los chamos están en la piscina jugando con una pelota de playa y flotadores. Salomón está en el extremo opuesto con la atención en la parrillera que no termina de encender. Al lado de él está su hermana, mamándole gallo como solo ella puede. Hacia otro lado están los dos filósofos jugando dominó con el pobre Tomás, que es el único que se somete a esa tortura. Tiene a la bebé Susana recostada sobre su pecho a la vez que analiza su partida. Las tres mamás —las morochas y mi mamá— tienen un pleito sobre el orden en el que se deben cocinar las cosas en la parrillera cuando eventualmente funcione. Bárbara y Valentina se toman selfies en el polo opuesto de la piscina. Alguien debería decirles que la boca de pato ya pasó de moda. Diego observa a su esposa posar para las fotos y bufa sin que ella se de cuenta.

Pero lamentablemente entre la pregunta de Martina y mi ahogo, toda la atención se dirige hacia mí.

—Ay, no. Qué rayón —exclama Adriana, mi hija mayor, desde el medio de la piscina.

—¡Yo sí quiero! —contrapuntea Amanda, su hermana menor. En seguida nada hacia la orilla donde yo estaba plácidamente sentada tomando el sol y bebiéndome una fría.

—Este... seguro que los chamos no están interesados, ¿verdad?

—Da igual —responde Matías levantando los hombros.

Hago contacto visual con su madre, que tiene una sonrisa pícara y confirma mis sospechas. Matías es de esos que se las dan que nada les importa, pero por dentro tiene hasta más curiosidad que su hermana Martina.

—¡Me gustan las historias! —anuncia Samuel, el segundo más pequeñito del clan de carajitos.

Yo no estoy acostumbrada a tener tanta atención sobre mí. Siempre ocurre lo contrario, donde soy yo concentrándome totalmente en las necesidades de mis pacientes, o las de mi familia. Ya sé lo que sienten cuando empiezan a retorcerse ante mi mirada, porque de pronto me pica toda la piel y quizás es porque he comenzado a sudar instantáneamente.

—Um...

—A ver, yo la cuento —anuncia mi esposo de pronto como si me leyera la mente.

La atención se vuelca hacia él y guao, ambos nos transformamos. Su pecho se ensancha tanto como su sonrisa y en contraste yo me derrito de alivio.

—Aja pero ya va —interrumpe Dayana—, si vos te vais a fajar a tirarte un discurso, ¿quién va a cocinar?

—Vos me podeis ayudar, ¿no?

—Prácticamente acabo de empujar un ser humano de mi cuerpo —refuta ella con una sonrisa—, la respuesta es definitivamente no.

—Diego, te toca —anuncia Salomón.

—¿Y yo por qué?

—Sois el único que no está haciendo nada.

—Me jubilé, que no es lo mismo. —Se pone sus lentes de sol como si eso pusiera punto y final a la conversación, pero nadie puede contra mi marido.

—Venía a jubilarte con la parrillera, es lo que es.

—Mi amor —le dice Bárbara a Diego mientras se acaricia la leve redondez de su barriga—, vos sois el único que sabe asar la comida como me gusta. ¿Plis?

Él se queda mirándola un rato a través de sus lentes de sol con la intensidad que usaba en plenos partidos de beisbol para intimidar a sus oponentes. Pero Bárbara es mucho más terca, así que sin más Diego se levanta y suspira mientras rodea la piscina hacia la parrillera.

Salomón le choca los cinco y se lanza de cañón en la piscina. Los niños chillan ante el rocío de agua y hasta a mí me moja las piernas. A lo que Salomón rompe la superficie y Martina se sienta a la orilla para escuchar el cuento, retomo mi cerveza momentáneamente abandonada. Es una stout como me gusta, oscura, fuerte y que te hace sentir caliente por dentro a la vez que te refresca. Filosóficamente hablando, es un poco como mi esposo en ese sentido. Cruzo mis piernas y me pongo cómoda.

—Pues todo empezó hace como veintidós años en el ascensor de nuestro edificio allá en Maracaibo —empieza Salomón.

—¿Qué es un ascensor? —interrumpe Samuel, levantando su manita en el aire.

—Es un elevator —explica Adriana, relacionando todo con un idioma y el otro como tiende a hacer todo el mundo en Miami.

—Ahhh.

—Una tarde —continúa Salomón—, Valeria y yo nos quedamos encerrados juntos.

—Fue en la mañana —corrijo.

—No, fue en la tarde. Es más, ¿no era de noche?

Pongo la cerveza en la mesa contigua a mi silla.

—No, chico. Todo empezó en la mañana pero terminó en la tarde.

Él entrecierra los ojos como si eso lo ayudara a ver la imagen en su mente con más claridad.

—Ah, verdad. Es que cuando nos besamos fue en la...

Me aclaro la garganta rápidamente. Entre risillas, la atención vuelve a mí y me resigno a mi destino. Si le confío la tarea a Salomón, vaya usted a saber qué detalles un poco picantes se le salgan así como así. Mejor que yo me enfrente a todos estos ojos y oídos.

—A ver, no. Voy a echar el cuento yo.

El muy hijo de su mamá se abre paso entre el clan de muchachitos y reposa sus brazos sobre el borde de la piscina. Sus ojos tienen ese brillo que precede alguna clase de echadera de vaina, que solía aterrarme antes de que nos enamoráramos. Cada vez que lo dirigía hacia mí, sabía que iba a pasar una pena.

Ahora hay fifty-fifty chance de eso. A veces es para mamarme gallo. Otra veces es el paso previo a algún jueguito de seducción. Siempre me juego los chances a ver si resulta ser la segunda categoría. Y esta vez también me lanzo a ver si gano.

—Pues sí, esto empezó una mañana cuando Salomón y yo nos montamos juntos en el ascensor...

—Pues sí, esto empezó una mañana cuando Salomón y yo nos montamos juntos en el ascensor

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NOTA DE LA AUTORA:

¡Sorpresaaaaaa! Prepárense pa' la historia de romance menos seria del planeta. De verdad no tomen agua cuando la lean. Bechissssss <3

Todo lo que sube tiene que bajar (Nostalgia #2.5)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora