PASADO 21
8:01pm
¿Sabes cómo se siente pasar dos días sin comer, solo tomando la suficiente agua como para sobrevivir, y de pronto te dan un bocado de alimento?
Así lo beso.
Hasta este momento he estado subsistiendo solo con una relación superflua. Nuestras mamás son amigas desde antes de que naciéramos, y cada vez que se reúnen las familias nos vemos. Hemos crecido juntos compartiendo a ratos, cruzándonos en los pasillos, intercambiando insultos y bromas y miradas que siempre interpreté mal.
Hasta hoy.
Este beso no tiene nada de sutileza. Desde el contacto inicial de nuestros labios, intentamos abrazarnos tan fuerte que Salomón me levanta en el aire. Mis labios encajan perfectamente entre los suyos, como si estuvieran hechos en un molde el uno para el otro. Salomón acaricia mi labio inferior con tanta atención que lo siento en la punta de mis pies. Mi impaciencia puede más y empujo su quijada con la mía para abrir su boca.
El calor de su lengua contra la mía me arranca un gemido tan instintivo que no me reconozco. Pero es que a cualquiera se le derrite el cerebro por las orejas con caricias expertas de lengua que despiertan cada nervio del cuerpo, especialmente de ciertas áreas.
Aún así no es suficiente. Corro mi mano por la parte de atrás de su cabeza con presión, para acercarlo todavía más. Salomón ladea la cara, el roce de sus labios húmedos contra los míos enciende mi cuerpo en llamaradas de sensación.
De pronto siento mi espalda chocar contra la pared. Un ruido de succión resuena en el estrecho espacio del ascensor cuando Salomón rompe el beso. No me da tiempo de reclamar porque me levanta por la cintura hasta que mi trasero queda sobre la baranda. Me balanceo con mis brazos sobre sus hombros, lo que libera sus manos. Sus ojos están llenos de fuego mientras desliza sus manos por mis piernas, empujando mi falda hacia arriba.
—Salomón —inhalo su nombre, anonadada.
Él se pega contra mí y envuelve mis piernas alrededor de su cintura.
—¿Valeria?
Una de sus manos hace un viaje lento pero seguro por mi muslo. Muerdo mi labio para callar otro gemido y Salomón decide hacer lo mismo. Suavemente atrapa mi labio entre sus dientes, sus ojos a media asta observándome mientras esa mano sigue y sigue. Llega hasta la curva entre el muslo y mi glúteo y ahí se queda.
—Qué atrevida esa mano —murmuro medio ahogada.
—Créeme que se está portando mejor de lo que quiere.
—¿Qué más quiere hacer?
Salomón abre más los ojos.
—Mujer, aguanta. Este a penas es nuestro primer beso. No quiero pasar otro rayón como esta mañana.
Sonrío a sabiendas de que se refiere a cuando sus pantalones lo delataron. Aprieto mis piernas hasta que volvemos a quedar sin una molécula de aire entre nosotros. No sé si son ideas mías, pero creo que sus pantalones lo están delatando otra vez.
—Salomón —susurro contra sus labios—, todas esas veces que te miré como que te quería comer sí te quería comer. A besos.
—Ah bueno —dice con voz ronca—. Soy tu festín.
Me besa de boca abierta y ahora el festín soy yo. Esa mano traviesa se mantiene a raya pero es una amenaza para mi cordura. Mis manos recorren su cuello, sus hombros, sus brazos. Ante el contacto con la piel debajo de sus mangas me doy cuenta de que eso es lo que quiero. Es lo mismo que su mano busca. Su piel contra la mía.
Halo su franela a puñados hasta que se separa y me deja arrancársela. Ni me detengo a comérmelo con los ojos, ya eso lo hice todo el día. Al instante lo vuelvo a atraer hacia mí en otro beso demasiado incendiario. Con una mano Salomón apoya mi nuca para que mi cabeza caiga hacia atrás, y empieza a dejar un rastro de besos húmedos y calientes por mi cuello.
—No es justo —gimo como una malcriada—, yo quería hacer esto mismo.
—Ya tendréis tu chance de besarme donde queráis —murmura contra la base de mi cuello. Sus manos se escabullen debajo de mi blusa y al contacto de sus dedos con la piel de mis costados me siento derretir.
—Salomón, sois demasiado bueno en esto. —Acaricio sus brazos hasta llegar a sus hombros. Es exilarante poder tocar su piel.
—Lo dice la que me está matando.
Su pecho zumba con un gemido bajo mis manos. Qué firme son sus músculos bajo una piel tan suave, solo un poco áspera por su bello corporal. Ambos nos observamos mientras mis manos continúan su viaje sin tapujos por su pecho hacia su estómago.
De pronto una esquina de los labios de Salomón se levanta y lo mismo hacen sus manos. Inhalo con agudeza cuando llegan hasta la pretina de mi sostén, debajo la curva de mis pechos.
—Las cosas tienen que ser justas —canturrea Salomón—, yo digo que si me metéis mano, yo también puedo meter mano, ¿no? A eso lo llaman igualdad.
—Mira, Salomón del Valle —regaño en broma—, si me metéis más mano aquí le vamos a dar tremendo show no apto para todo público al vecindario.
Gime y deja caer su cara contra mi hombro.
—Yo sé. Hay que parar.
Pero en vez de parar acaricio su cuello y su espalda, disfrutando cómo sus músculos se contraen ante mi toque. La mano de Salomón que ha estado tan cerca de mi ropa interior aprieta mi pierna con un poco más de fuerza.
—Valeria, si seguís explorando no me voy a poder aguantar.
Me agacho un poco para plantar un beso en su cuello. Eso lo hace estremecerse y hago la nota mental de que su cuello es sensible.
—Llevamos muchos años aguantándonos —razono aunque sé que no es mi cerebro el que habla—, ¿qué es otro besito más?
—¿Besito? —Expide un ruido de ofensa y levanta la cara—. ¿Eso solo fueron besitos?
Me río.
—Sí, yo sé que lo podéis hacer mejor.
Su quijada cae. Entrecierra los ojos.
—¿Ah sí?
Lo hace mejor. No sé cómo, pero me besa con todas sus fuerzas. Como si fuera el último beso. O como si fuera el primero. Como si vivir dependiera de las caricias de nuestros labios, del juego de nuestras lenguas. Con este beso me hace ver fuegos artificiales y oír campanas. Me hace gritar contra su boca y a él ronronear como un gatito.
Estoy a punto de dejarle que me quite la blusa cuando oímos unos pasos.
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Todo lo que sube tiene que bajar (Nostalgia #2.5)
RomanceValeria y Salomón son vecinos de toda la vida que no se soportan... hasta que se quedan atrapados en un ascensor. *** Valeria es odiosa y Salomón es mujeriego. Si no fuera porque sus mamás son amigas, ella no lo querría ni ver en pintura (aunque en...