Capítulo 10

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PASADO 9

1:32pm

Una arruguita aparece entre las cejas de Salomón. Baja la mirada y por un buen rato solo se dedica a comer cereal decantándolo hacia su boca abierta como estaba haciendo yo.

Mi estómago se estruje y tengo que dejar la bolsa de cereal en mis piernas para solo respirar hasta que se me pasen las nauseas. Quisiera no tener que haber usado esa bomba nuclear, pero él siempre tiene una novia y hace a penas unas semanas lo vi muy abrazadito con la más reciente en el Doral. Yo iba saliendo del cine con mi hermanita y sus dos amigas, una de las cuales es la hermanita de Salomón y la otra su prima, y las cuatro lo vimos dándose tremendo jamón con la chama en pleno centro comercial.

Ella tenía una mano dentro de la franela de él que por lo ancha no se distinguía donde estaba, pero ciertamente debía estar sobre su piel desnuda. Más que eso, me impactó la mano de Salomón enmarañada entre la larga cabellera marrón de la chama. Era un beso de película a la entrada de la sala de cine, así todo apasionado sin que les importara quién los viera.

El mismo dardo de veneno que se encajó en mi corazón en ese momento se retuerce ahora en mi pecho.

Siempre he querido un beso así, sin medidas. Y en el fondo, siempre he querido que fuera este chamo el que me lo diera. Pero eso no puede ser porque yo no le gusto así.

Salomón flirtea conmigo igual que lo hace con todas, pero cada vez que tiene una oportunidad de algo más se echa para atrás. Así como lo hizo hace un rato, que tanto fue el susto al casi besarme que hizo que el ascensor descendiera otro poco.

—Cortó conmigo.

Mi mirada permanece clavada en la bolsa de cereal hasta que las palabras conectan en mi mente.

—¿Ah?

Salomón suspira. Se estira hacia adelante para agarrar el pote de jugo y bebe otro poco.

—Sí, hace como un mes. —Frunce toda la cara—. Ya veis que a mí también me rompen el corazón.

—¿Pero por qué? —La pregunta sale antes de que pueda contenerla y a duras penas me trago el resto de las palabras en mi garganta, antes de que admita que no tiene sentido que la misma chama que le estaba comiendo la boca en público fuera la que cortara con él.

—Aparentemente soy muy aburrido. —Encoge los hombros—. Todo lo que hago es estudiar, ayudar a mi familia y jugar deportes. Ella quería a alguien más emocionante.

—No entiendo —admito boquiabierta.

—Yo tampoco entendía hasta que la vi en la Facultad con un chamo lleno de tatuajes y piercings.

Me muerdo el labio para no reírme porque todavía se le nota un poco de sentimiento al respecto.

—Pero lo explica todo —comento en voz alta aunque debí hacerlo para mis adentros.

—¿Qué cosa?

—Este...

Me limpio una gota de sudor de mi frente con el reverso de mi mano. No sé si es porque el agujero que nos mantiene ventilados se hizo más pequeño con el brinco de Salomón, o si es porque su franela me está dando demasiado calor. Quizás es por la intensidad de sus ojos negros como el azabache. O porque siento que en cualquier momento meto la pata. Pero tengo mucho calor.

—Valeria, ¿qué lo explica todo?

Me aclaro la garganta y con su misma franela intento abanicar mi cuerpo.

—Bueno, que si no fuera porque andáis despechado no andarías todo Casanova conmigo ahorita. Es tu ciclo natural de buscar a la siguiente. Y gracias al ascensor este yo resulto ser la que está más cerca en este momento, pero ambos sabemos que yo no voy a ser una más del montón, ¿verdad?

—Verdad —masculla con la quijada apretada—. Ante los ojos de la gran Valeria Machado solo soy un pervertido que va de flor en flor.

—Yo no dije pervertido.

—¿Ah, no? La cara de asco que tenéis me confundió, perdón.

—Lo de que vais de flor en flor no lo podéis negar. Y yo no voy a ser una más del montón.

—Imposible. —Echa la cabeza para atrás y suelta una risa seca—. Vos sois como una rosa llena de espinas y no tengo más ganas de que me sigan hiriendo. Así que tranquila, que no te voy a echar los perros.

Pero...

Esto tampoco es lo que quería.

Yo solo quería un poco de distancia para que regresáramos a ser los vecinos que se echan vaina de vez en cuando y ya. No que nos lanzaremos estocadas directas al corazón.

Escondo mi cabeza dentro de su franela y aprovecho para meter los brazos. Así, en cubierta, dejo rodar las lágrimas por mis mejillas mientras me retuerzo para quitarme mi franela rota. Lo oigo que sigue masticando y envidio su capacidad de que no le importe nada. O mejor dicho, de que «yo» no le importe nada.

Seco toda mi cara con mi pobre franela destrozada y la dejo caer sobre mi pierna. Cuando saco mi cabeza y brazos por los hoyos respectivos de la franela gigante, estoy segura de que me veo serena como siempre. No como si me hubiera partido el corazón en pedacitos yo sola.

Como quisiera poder aparecer en mi cuarto de pronto y meterme en la cama debajo de las sábanas a llorar contra mi almohada. Y mejor todavía, con el aire acondicionado encendido.

Hago un nudo con la franela para amarrarla justo debajo de mi pecho y que así al menos se refresque la piel de mi torso. Al contacto del aire con la piel de mi estómago y espalda siento algo de alivio inmediato.

En eso oigo un ruido raro. Como de sorpresa. Mi atención se desvía hacia Salomón en reflejo.

—¿No será que la que está coqueteando sois vos?

—¿Yo? —espeto, alargando la última letra—. ¿De dónde sacaste eso?

—Lo de los sostenes fue un accidente pero esto no. —Señala con el mentón hacia mi torso.

Sé que es bastante piel desnuda gracias a los pantalones super bajos a la cadera que deben tener la raja de mi trasero al aire detrás de mí, pero yo no tengo la culpa de que solo vendan este tipo de pantalones ladillas en todas las tiendas.

—¡No te estoy mostrando nada porque quiero sino porque tengo calor! ¿Por qué no mejor miráis pa' otra parte?

—Ah, bueno. Entonces vos también deja de bucearme —contrapuntea con el canturreo típico del sarcasmo.

—¡Está bien! —Me arrimo hasta que mi espalda queda pegada contra la pared del medio. Así Salomón no ve mi trasero y yo solo pongo mi atención en los botones del panel de control.

Con un gruñido el hace lo mismo. Y así ya no me ve más de frente.

El problema es que en un ascensor tan pequeño, eso hace que su brazo quede pegado al mío.

El problema es que en un ascensor tan pequeño, eso hace que su brazo quede pegado al mío

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Todo lo que sube tiene que bajar (Nostalgia #2.5)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora