PASADO 10
1:47pm
—Yo no soy la que se me tiró encima. —Salomón se cruza de brazos como si ni ese mínimo contacto conmigo lo soportara.
—¡Yo no soy el que prácticamente me hizo un masaje en las nalgas!
Se le cae la quijada y voltea a mirarme con indignación.
—¿Qué queríais? ¿Que te dejara caer de culo?
—¡Por supuesto que no! Mi punto es que yo no te he puesto las manos encima como vos, así que no tenéis derecho a acusarme de andarte seduciendo. El que tiene la mente cochina aquí sois vos.
—¿Yo? —Se le enreda la lengua por un momento y se da un poco la vuelta sobre el periódico hasta quedar más o menos de frente—. ¡Yo me he portado como un caballero! Cuando se te rompió la camisa me quité la mía pa' que no quedaras expuesta.
—Sí, después de haberme buceado tanto que se te paró el ya sabéis qué.
—¡Soy un hombre! —Levanta las manos en el aire exasperado—. No tengo el «ya sabéis qué» muerto. Y después de eso ni te miré ni una sola vez, en cambio vos me habéis desvestido con los ojos como mil veces.
Inhalo tan abruptamente que me arde la garganta.
—¿Yoooo? ¡Nunca haría eso! Yo soy una señorita con moral intachable.
Ay, me voy a tener que ir a confesar por esta mentira.
Me estoy muriendo de la vergüenza de que Salomón se dio cuenta de las no mil, sino diez mil veces que me lo comí con los ojos. Pensé que estaba siendo discreta, buceándomelo mientras él estaba de espalda y distraído, pero como que tiene ojos hasta detrás de la cabeza. O sino mi mirada fue tan intensa que la sintió en la piel desnuda.
Como si me leyera la mente, Salomón se echa tremenda carcajada en burla.
—Tan intachable que dice mentiras. Si hace un minuto admitiste que me estabas buceando.
Mi mente recorre nuestra conversación como si fuera un VHS en reversa, y doy con el instante en que lo admití tácitamente. Trágame ascensor.
—Cállate, pendejo.
¿Dónde carajo está Robertico? ¿No y que nos iba a buscar a su abue?
¿Cuánto más tengo que seguir soportando esta tortura?
—Di la verdad, catira. —Salomón apoya una mano sobre el periódico en el suelo y se acerca a mí hasta que su respiración me hace cosquillas tanto en la piel como en otros lados—. Yo no soy al único al que se le paró el «ya sabéis qué».
Ahora si le meto su buen coñazo en la barriga.
Lamento descubrir que seguro me duele más a mí, pero al menos el sacrificio de mi puño consigue que se aparte de nuevo hacia su rincón.
A pesar de que su expresión es seria, los ojos de Salomón brillan con esa confianza en sí mismo que lo hace irresistible y a la vez una total ladilla. Sin que yo diga nada, sabe que en efecto me alborotó toda. Que si no fuera porque en cualquier momento puede llegar alguien, me le hubiera tirado encima pero de verdad, a comerme su boca y dejar que mis manos conozcan cada parcela de su cuerpo. Pero ni loca lo admito.
Aunque se me ocurre que él también tuvo que sentir exactamente lo mismo durante el momento de pleno apogeo en su pantalón.
—Es solo hormonas —razono en voz alta—. Si te hubierais quedado atrapado en un ascensor con cualquier otra coña soltera de tu edad pasaría lo mismo.
—¿Sí? —Bufa por la nariz—. ¿Y viceversa?
Claro que no. Tampoco quiero decir que sí porque sería otra mentira. Así que me quedo en silencio.
—Eso pensé —se jacta.
—No te las deis de que estáis tan bueno. —Pongo los ojos en blanco.
—Sí estoy y lo sabéis. —Pela los dientes en esa sonrisa grande que tiene.
—No seáis engreído.
—Ser sincero no es lo mismo que ser engreído. Qué raro que no te hayan enseñado la diferencia en tus clases de psicología.
—Qué raro que no te hayan enseñado a identificar cuando alguien está harta tuyo en tus clases de periodismo —refuto en voz burlona.
Tarde me doy cuenta de que lo que he dicho es como meterle el dedo en la llaga.
—Tranquila, varias de mis ex me lo han dejado saber. Pero muchas gracias por reforzar el mensaje.
—No, a ver... —Me ladeo para verlo más de frente pero ahora se rehúsa a hacer contacto visual—. Yo me refiero a mí. Que me sacáis de quicio. No a que sois aburrido o lo que sea que tus ex te dijeron.
—Guao, gracias —masculla.
—Salomón, nadie que me saque de quicio es aburrido.
Vuelve su carita fruncida hacia mí. Se ve como un niño malcriado a punto de berrinche.
—Eso no es exactamente el cumplido que pensáis que es.
—¿Quién dijo que yo te quería dar un cumplido? —Sonrío dulcemente y sus labios tiemblan, como si quisiera copiar la expresión.
Pero se voltea de nuevo hacia el frente. Exhala tanto que sus hombros se desinflan.
—La única mujer del mundo que me soporta es mi madre, y porque viene con el rol. —Levanta sus rodillas y apoya sus brazos sobre ellas, haciéndose más pequeño—. No sois la única que me detesta, aunque sí sois la número uno.
Si eso cree, me merezco un Óscar.
—Tu hermana también te soporta.
—No, ella me detesta también.
—Bueno, pero las veinte mil carajas que se te lanzan cada hora son prueba de que estáis diciendo paja y lo que queréis es armar berrinche.
—No. —Se frota el cuello con la mano y lo veo morderse el labio—. Siempre les entro por los ojos y luego se hartan. Así como vos ahorita.
—Yo soy al revés —digo sin aliento—, me hartaste desde hace muchos años.
—¿Por qué? —pregunta de pronto, sus ojos en los míos—. ¿Qué hice pa' que me odiaras tanto?
Siento el latir de mi corazón en mis oídos como un rugido. La expectativa de Salomón solo hace que ese rugido sea mas ensordecedor.
No puedo contestarle. Sería demasiado revelador. Le daría todo el poder sobre mí que he temido concederle por años.
Y es que Salomón me ha gustado de toda la vida. Fue mi primer amor, obviamente no correspondido. Y he tenido que crecer viendo un desfile constante de chamas a su lado que se veían cada una más diferente a mí, tanto físicamente como en personalidad. Y con cada novia nueva que se aparecía con él, más distancia he tenido que poner para proteger mi pobre corazón.
—Epa. —Salomón y yo respingamos ante la nueva voz. El conserje del edificio se asoma por el hueco entre el techo del ascensor y el piso del edificio—. ¿Qué hacen ahí?
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Todo lo que sube tiene que bajar (Nostalgia #2.5)
RomanceValeria y Salomón son vecinos de toda la vida que no se soportan... hasta que se quedan atrapados en un ascensor. *** Valeria es odiosa y Salomón es mujeriego. Si no fuera porque sus mamás son amigas, ella no lo querría ni ver en pintura (aunque en...