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Sergio sabía que Lewis ya no sentía lo mismo con el, ya no era el mismo.

¿Habia sido mal Omega? No,no podía ser eso, desde los 20 años conocía a Lewis, sabía lo que le gustaba y lo que no.

Quería ser el Omega perfecto para su Alfa, bueno, si aún podía decir que era su Alfa, era sumiso o lo intentaba, siempre intentaba resaltar en todo y siempre trataba utilizar algo de color morado ya que era el color favorito
del Alfa aunque a Sergio no le gustaba.

Sergio conoció a Lewis cuando el Omega tenía veinte años.

Salía del hospital con su papá, hace meses le habían diagnósticado una enfermedad y cada mes iban a hacerle chequeos.

Papá -dijo Sergio- espere aquí, voy a preguntarle algo a su doctora y ya luego regresamos a la casa.

El menor fue casi corriendo en busca de la doctora, no quería demorarse tanto para que su papá no hiciera el esfuerzo de irlo a buscar.

-Disculpa joven, ¿sabes donde queda el consultorio de la doctora Alice?

-S-si voy para allá, sigame por favor.

Tanto Sergio como su Omega estaban nerviosos, si su olfato no fallaba el tipo era un Alfa y Sergio nunca había estado tan cerca de un Alfa que no fuera familiar o conocido.

Desde ese momento el Alfa o mejor dicho Lewis se hizo su amigo y al pasar de los años se hizo su novio, Antonio siempre le dijo que Hamilton no le daba buena espina pero el como un joven enamorado no le importó.

Paso más tiempo y una noche de verano Lewis le propuso matrimonio, todo había sido lindo, fue en una terraza con velas y comida. El Omega no se lo pensó dos veces y aceptó.

Su papá casi tenía un infarto cuando le mostró su anillo de compromiso, se guardó todo su opinión al respecto así que solo felicito a su hijo.

Su boda fue algo agradable, le gusto todo menos una chica rubia que andaba en la fiesta, pelo largo igual que su vestido solo que este tenía un escote muy abierto, no le hubiera tomado importancia si no fuera de que ella no dejaba de ver a su ahora esposo.

Como todo matrimonio querían tener cachorros, intentaron e intentaron pero por más que intentaban no podían concebir, fue cuando empezó a sentirse triste ya que no podía tener.

Poco a poco fue que empezó a notar que Hamilton ya no era el mismo con el que se casó, no lo trataba igual, no le decía que era buen Omega ni le decía que lo amaba.

Un día harto de la situación, enfrentó al Alfa y le dijo que por una vez se fueran a hacer estudios para ver si tenía un problema y así fue.

Llegó el día y nervioso fue a que le hicieran unas pruebas de sangre para ver si el era el del problema.

Pasaron los días y cada momento estaba más nervioso por los resultados, llegó el tan esperado día, era de mañana cuando recibió la llamada del hospital de su papá diciéndole que su papá había empeorado y lo necesitaba.

Pudo sentir que algo de el se rompía con cada palabra que le decía el enfermero, no lo pensó dos veces y empezó a empacar con la ayuda del Alfa.

-Sergio, tranquilo tu papá va a estar bien.

-Lewis estoy tan asustado, quiero llorar.

-No, no puedes hacerlo, ve a México y cuida a tu papá yo iré por los exámenes y cuidare la empresa.

-Gracias -dijo sollozando- te digo si pasa algo.

Todo habia salido bien, su papá estaba estable solo había sido un susto ahora podía regresar a su hogar.

-Lewis, ya llegué, ¿cariño? -dijo extrañado, había visto el carro de su esposo estacionado- oh, aquí estas, todo salió bien.

-Sergio es tu culpa.

-¿Mi culpa? -dijo confundido el Omega- ¿qué hice ahora?

-No podemos tener bebés por tu culpa, no puedes concebir.

Podía sentir que se le había ido el aire, todo era su culpa.

Hace tres años de esa noticia, desde ese momento el Alfa se comportaba más diferente, apenas llegaba a casa y siempre olía a Omegas o Alfas.

Y el como un estúpido haciendo como si no supera todas las infidelidades de su marido.


Entre tus brazosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora