No sabía como lo había hecho, pero está feliz de haberlo hecho.
Reconocía el lugar como la palma de su mano. La calle era tan amplia como la recordaba, y las risas de los niños que jugaban afuera de sus casas resonaban por todo el vecindario. Los perros dormían plácidamente en las banquetas, mientras la tienda, con su místico cartel que decía 'Hoy no se fía, mañana sí', parecía mantener viva la esencia del pasado. De fondo, sonaba 'Amorcito Corazón' de Pedro Infante en una radio vieja, añadiendo un toque nostálgico al ambiente.
Caminaba con felicidad y nostalgia por su calle, recordando que hacía muchos años que no venía. Ahora, sentía como si fuera un niño de nuevo, uno que, después de horas jugando en la calle, regresaba a casa con la sonrisa en el rostro y el corazón lleno de aventuras.
Se detuvo al quedar frente a su antiguo hogar, un lugar que guardaba muchos recuerdos hermosos. Una sonrisa se dibujó en su rostro mientras contemplaba la fachada, llena de historias y momentos felices. Con el corazón palpitante, se acercó y abrió el portón, listo para revivir todo lo que había quedado en el pasado.
Dos pequeños niños chocaron con él. El mayor era un niño castaño, lleno de pecas en su rostro, que mostraba claramente su travesura. El más pequeño, con cabello negro y ojos rasgados, fruncía el ceño, aunque no parecía estar realmente enojado. Ambos lo miraron por un instante y luego estallaron en risas, como si el pequeño golpe no importara en absoluto. Con esa alegría contagiosa, se fueron corriendo, dejando atrás un rastro de risas y energía.
Sonrió inconscientemente; ambos niños eran muy lindos y su alegría era contagiosa. Se sintió agradecido por ese breve encuentro y, en su interior, esperaba volver a verlos. La chispa de su inocencia le recordaba la belleza de la infancia, y deseó que sus caminos se cruzaran nuevamente.
Sin esperar más, tocó la puerta de su casa, lleno de esperanza por volver a ver a la persona que lo había criado y a quien no había visto en años.
La puerta no fue abierta por nadie, así que, con un leve temblor de nervios, la empujó y se dio cuenta de que estaba abierta. Con el corazón latiendo con fuerza, entró rápidamente, preocupado por ver si su papá estaba bien. La familiaridad del lugar lo envolvió, pero la inquietud lo llevó a buscarlo con la mirada, deseando encontrarlo sano y a salvo.
Sonrió al verlo sentado en el viejo sillón de su sala, un lugar que había estado lleno de risas y charlas en el pasado. Lentamente se acercó hacia él, sintiendo cómo la felicidad lo invadía al poderlo ver una vez más. Cada paso que daba lo llenaba de una mezcla de nostalgia y alegría, recordando todos esos momentos especiales compartidos.
— Papá — llamó, esforzándose por contener las lágrimas — me alegra tanto verlo.
— ¡Mi muchacho! — sonrió con calidez — ven aquí.
Ambos se abrazaron con fuerza, y cuando Sergio sintió los brazos de su papá envolviéndolo, no pudo contener más su llanto. Las lágrimas brotaron sin control; había pasado tanto tiempo necesitando ese abrazo, y ahora, por fin, lo tenía de nuevo. La mezcla de emociones lo abrumaba: alegría, alivio y un profundo amor que había permanecido intacto a pesar de los años.
—Papá — habló entre lágrimas — no sabe cuánto lo extraño. Allá en Inglaterra me siento solo; le tuve que hacer caso.
— Ahora ya nos podemos ir juntos — dijo, tomando la mano de su papá mientras se dirigían hacia la puerta — sé que todo será mejor con usted allá.
— Mi pobre muchacho — dijo, limpiando las lágrimas que caían por la húmeda mejilla de de Sergio — no puedo ir contigo.
Checo lloró aún más al sentir la cálida mano de su padre acariciando su mejilla. Negó con la cabeza ante su comentario; él debía ir con él. La necesidad de tenerlo a su lado era más fuerte que cualquier razón que pudiera presentar. En ese instante, solo deseaba que su padre entendiera cuánto lo necesitaba.
— No llores, por favor. Te llevo en mi corazón — sonrió, intentando subir el ánimo a su pequeño — no te puedo acompañar, pero eso no significa que te dejo solo. Te envié un ángel; él te cuida por mí.
Antonio se acercó y dejó un suave beso en la frente de su único hijo. Ese gesto, lleno de ternura, transmitió todo el amor y la protección que sentía por él. En ese instante, Checo sintió que, a pesar de la tristeza y la separación, siempre llevaría consigo la calidez de ese abrazo y el cariño incondicional de su padre.
Sergio despertó de golpe, sin saber qué hora era, pero con la certeza de que era de noche. Al tocarse las mejillas, sintió que estaban húmedas; había llorado. El sueño con su papá había sido tan real que no lo dejó descansar bien por el resto de la noche. La mezcla de emociones lo abrumaba, y mientras intentaba recomponerse, se dio cuenta de cuánto lo extrañaba y de cómo esos recuerdos aún lo perseguían.
Sergio necesita volver a ver a su papá; desea regresar a México solo para poder verlo.
(...)
— ¿Por qué tanta curiosidad por Lewis Hamilton? — preguntó el rubio mayor, arqueando una ceja — ¿eres su fan ahora?
― No, Nico — respondió Max, rodando los ojos — solo tengo curiosidad por él.
— ¿Curiosidad, eh? Muy normal — dijo sarcásticamente — me causa curiosidad: ¿por qué me preguntas a mí y no a tus padres?
El tono de su voz dejaba claro que no se creía del todo la respuesta de Max. La insinuación en sus palabras era un desafío, como si estuviera poniendo a prueba la sinceridad de su amigo. La conversación estaba tomando un giro inesperado, y Max se sintió un poco acorralado.
— Bueno — habló Max, intentando inventar algo creíble — tú eres el mejor reportero de Inglaterra; pensé que sabrías algo sobre él.
— Me alegra que lo reconozcas — sonrió orgulloso ― ¿Qué necesitas saber, chico?
La confianza en su voz era evidente, y su expresión reflejaba la satisfacción de ser considerado un experto.
— ¿Sabes algo sobre tierras mexicanas a nombre de Lewis? ¿O de su esposo?
La curiosidad de Max se hacía evidente, y su tono era serio. Sabía que la pregunta podía parecer extraña.
—.¿Tierras mexicanas? —.frunció el ceño, pensativo — déjame ver en la computadora.
Nico se acomodó en su asiento, su mente ya trabajando en la búsqueda. La idea de que Lewis Hamilton pudiera tener alguna conexión con México lo intrigaba, y la posibilidad de descubrir algo nuevo lo animaba. Max observó con expectación, ansioso por saber qué encontraría su amigo.
Pasaron unos minutos hasta que Rosberg levantó la mirada de su computadora.
— No encontré nada de Lewis que tenga que ver con México — dijo Nico, al ver la cara de desilusión de su amigo — pero su esposo, Sergio, es otra cosa.
—.¿Qué de Checo? ¿Es algo malo?
Max sintió un nudo en el estómago al pronunciar el nombre de Sergio. La preocupación se reflejaba en su rostro. Nico lo miró, evaluando su reacción antes de continuar con la información que había encontrado.
—.Tranquilo, león — susurró Nico, torciendo los ojos — aquí dice algo sobre unas tierras de él, una casa y unos sembradíos. Al parecer, también tiene una marca de tequila.
El alfa frunció el ceño, seguro de que Checo no tenía ninguna marca. Así que se posó al lado del omega para ver con sus propios ojos la información.
— Imprímelo, Nico, por favor — pidió Max al mayor — es para algo importante.
La urgencia en la voz de Max hizo que Nico asintiera de inmediato. Sabía que, aunque la información parecía inofensiva a primera vista, había algo en la forma en que su amigo lo decía que indicaba que había más en juego. Se dirigió rápidamente a la impresora, listo para ayudar a Max en lo que necesitara.
—.Nico, ¿qué sabes sobre las infidelidades de Lewis a su esposo? Trabajas en la prensa, debes saber algo.
Nico lo miró con la misma sonrisa que el gato de Alicia en el país de las maravillas, una mezcla de misterio y diversión.
La expresión en su rostro insinuaba que sabía más de lo que estaba dispuesto a compartir. Max sintió que la intriga aumentaba; esa sonrisa siempre significaba que había algo interesante detrás. Con una leve inclinación de cabeza, Nico pareció prepararse para revelarle un secreto jugoso.