Su mente no podía dejar de regresar a aquel mensaje, como si fuera un eco persistente en su corazón. Se quedó absorto, mirando la pantalla de su celular durante 10 largos minutos.
No podía negar el dolor que sentía; estaba tan enamorado de Sergio que había olvidado las múltiples consecuencias de intentar algo más que una simple amistad con un hombre casado. Sabía que lo que hacía no estaba bien, pero cada vez que recordaba que su Sergio no era feliz en su matrimonio, una chispa de esperanza iluminaba su corazón. Esa creencia de que podría enamorarlo lo mantenía aferrado a un sueño, a un deseo que lo consumía.
Pero al recibir el mensaje, tanto él como su alfa se sumieron en una profunda tristeza. El aire que los rodeaba se impregnó de un aroma melancólico, un reflejo de su desánimo. Ante este cambio palpable, su hermano Lando decidió tocar la puerta de su habitación, preocupado por lo que pudiera estar sucediendo en su interior.
Lando, al no recibir respuesta de su hermano mayor, decidió entrar en la habitación. Apenas cruzó el umbral, su nariz fue asaltada por una mezcla de feromonas que hablaban de tristeza y desconsuelo. Era un aroma denso, cargado de emociones que le hicieron fruncir el ceño, dándole cuenta de que algo profundo y doloroso estaba ocurriendo.
―¿Max? ―preguntó Lando al entrar en la habitación, dejando que su propio aroma envolviera el espacio en un intento de calmar al mayor. La preocupación en su voz era evidente mientras se acercaba, buscando entender qué había sucedido para que su hermano estuviera así.
—Vete, Lando —murmuró, esforzándose por contener las lágrimas que amenazaban con brotar. No quería que su hermano lo viera en ese estado de vulnerabilidad, expuesto y frágil—. No estoy de humor.
—Oh, Max —susurró Lando al llegar a la cama y encontrar a su hermano llorando. Su corazón se encogió al ver a su león, fuerte y valiente, desmoronándose en soledad—. ¿Qué sucede, león?
Al sentir las feromonas reconfortantes y escuchar el dulce apodo que Lando le había dado desde pequeños, Max no pudo resistir más. Se lanzó a sus brazos, buscando consuelo, y las lágrimas brotaron con fuerza mientras se aferraba a su hermano.
Lando solo pudo darle suaves palmadas en la espalda, sintiendo el peso de la tristeza de su hermano. Aunque su corazón ardía de curiosidad por saber qué lo tenía así, decidió esperar. Sabía que Max le contaría lo que le preocupaba cuando se sintiera listo, y hasta entonces, estaría a su lado, ofreciéndole el apoyo silencioso que tanto necesitaba.
—Es Checo —habló Max después de un largo silencio, su voz apenas un susurro. Las palabras salieron de su boca como si llevaran el peso de todo su dolor—. Me mandó un mensaje.
El nombre resonó en el aire, y Lando sintió cómo la tensión aumentaba.
—¿Y qué decía su mensaje? —preguntó Lando, sintiendo que cada palabra era un paso hacia la verdad que su hermano necesitaba compartir. Su corazón latía con fuerza, deseando que la respuesta no fuera tan dolorosa como temía.
Max se tomó un momento, mirando al vacío antes de responder, como si las palabras estuvieran atrapadas en su garganta.
—Su mensaje decía —Max hizo una pausa, luchando contra las lágrimas que amenazaban con brotar nuevamente— que se alejaría de mí, que solo me había utilizado para darle celos a su esposo, Lewis.
Las palabras cayeron como un peso sobre ambos, y Lando sintió una mezcla de ira y tristeza por su hermano. No podía entender cómo alguien podría jugar así con los sentimientos de Max. Se acercó un poco más, decidido a ofrecerle su apoyo incondicional en ese momento tan doloroso.
—Pero si él te quería, tú me decías eso —dijo Lando, la frustración y la tristeza entrelazándose en su voz—¿Por qué te trató así para luego hacerte de lado?