Carola luchaba contra el sueño que la acechaba, sintiéndose exhausta tras un día agotador. Había pasado horas intentando que Checo comiera un plato entero, lo cual no siempre era fácil. Su amigo solía ser complicado, y en este momento, con su estado de ánimo tan bajo, la tarea se volvía aún más difícil. A pesar de sus esfuerzos, Carola se preguntaba si lograría hacer que Checo recuperara un poco de ánimo mientras ella misma se sentía cada vez más cansada.
La mexicana podía sentir que se rendía ante Morfeo cuando un estruendoso golpe en la puerta la sacó de su trance. ¿Quién demonios se atrevería a tocar su puerta a las diez de la noche? Aunque consideró ignorar el sonido y dejar que el visitante siguiera insistiendo, la insistencia de los golpes era demasiado molesta y no la dejaba dormir. Así, con un suspiro de frustración, decidió levantarse para ver quién interrumpía su tan ansiado descanso.
Carola intentó componer su mejor expresión antes de abrir la puerta. Sin embargo, al hacerlo, se encontró frente a un joven que parecía tener más o menos su edad, pero que no reconocía en absoluto. La sorpresa la invadió mientras se preguntaba quién podría ser y qué lo traía a su hogar a esa hora.
—¿Eres Carola, verdad? — preguntó el chico, con un destello de esperanza en su voz — Quizás tú no me reconozcas, pero yo sí te conozco a ti.
(...)
—Aún no lo comprendo, Caro — dijo el omega, visiblemente molesto — ¿Por qué quiere que lo acompañe?
—Quizás porque eres su esposo — respondió, como si fuera lo más sencillo del mundo — O tal vez no quiere que hablen de él; ya sabes, cosas de alfas y su orgullo estúpido.
La respuesta de la mujer logró hacer que Checo sonriera, una sonrisa genuina que no había mostrado en mucho tiempo.
—Esto es absurdo — dijo Sergio mientras se observaba en el espejo delante de él — No comprendo quién puede ser tan tonto como para organizar una fiesta de máscaras.
— Hey — le dio un suave golpe en el brazo a Sergio al verlo inquieto — ¡Quieto! Ya estamos casi listos.
—Al menos la máscara es bonita — comento— Me encanta que tenga esas pequeñas estrellas.
—Max solía decir que mis pecas eran como estrellas; que podría contarlas durante horas sin cansarse — suspiró al recordar al rubio —.
—Chequito — dijo Carola, intentando abrazar al omega por detrás sin arruinar su trabajo —. Siento que hoy las cosas van a cambiar.
—¿De verdad lo crees? — dijo, esforzándose por disimular la emoción que vibraba en su voz —.
—Vas a ver que sí — dijo, guiñándole un ojo con complicidad — Después de los bailes siempre ocurre algo importante. ¿No has visto las películas?
— Recuerda que después del baile de máscaras en Entrevista con el vampiro, Lestat es asesinado — dijo, imitando dramáticamente a Lestat en su último aliento — Quizás tengamos suerte y le pase lo mismo a Lewis.
—Carola — intentó adoptar un tono serio, pero al ver la expresión de su amiga, no pudo evitar soltar una risa —.
(...)
—Entonces, ¿entregaste la invitación? —preguntó, mostrando cierta impaciencia — ¿Estás seguro de que vendrán?
—Sí, Max — afirmó Charles, mientras escuchaba la risa de Lando — Es la undécima vez que me lo preguntas; ¡tranquilízate!
—Déjalo, Charles; está así porque está emocionado — defendió Lando, mirando al mayor con una sonrisa —.
—Sí Sergio no viene, me lanzaré desde una plataforma de diez metros — dijo con tono dramático —.
— Olvídate de eso; mejor repasemos el plan para que puedas ver a tu enamorado — dijo Charles, tratando de hacer que Max dejara su pesimismo —.
Ambos mayores se acercaron a la mesa donde estaba Lando. Era crucial repasar el plan una última vez para asegurarse de que nada saliera mal; cualquier error podría significar que sería la última oportunidad de Max para ver a Sergio.
― Carlos y tú estarán en la entrada — dijo Lando — Recibiran a Lewis y lo haran ir con sus amigos. Así, seguirá cerca de Sergio, pero ya no le prestará tanta atención.
— Esperamos el momento adecuado y le quitamos a Sergio — dijo con determinación.
—¿Y cómo sabremos cuándo es el momento indicado? — preguntó Charles, mostrando curiosidad —.
—Cuando suelte a Sergio de la cintura —habló Max por primera vez— Cada vez que va a coquetear con alguien más, lo deja ir y le presta toda su atención a la otra persona.
Ambos omegas se miraron entre sí, sorprendidos, como si al alfa le hubiera crecido otra cabeza.
—¿Cómo demonios sabes eso, Emilian? —preguntó, incrédulo.
—Me gusta observar — respondió, sin poder evitar que sus mejillas se tiñeran de un ligero rosado; le daba vergüenza que alguien más se enterara.
—Bien, dejando de lado a Max el acosador — dijo Charles, provocando la risa de Lando—. ¿Cómo sabemos en qué momento es? ¿Es cuando queramos o hay alguna señal?
— Dejemos que pasen un tiempo juntos —opinó el rubio — Después, cuando Lewis ya no le preste atención, podemos hacer que se aleje de él y así yo pueda hablar con él.
—¿Qué te hace pensar que él lo dejará? —preguntó, levantando una ceja en señal de duda.
—Sí cuando hable con sus amigos, no lo deja; ahí es donde entraré yo — dijo Lando—. Ahí se aplicará el plan B: hacerme el omega inocente que se sonroja con cualquier cosa.
—Está bien — aceptó Charles, rascándose la nuca —. Este plan es sencillo, tiene que funcionar.
— Por si acaso, aquí tienen —dijo Lando, entregando un par de audífonos pequeños—. Son de parte de João. Son como los de las películas; te los pones en las orejas y por ahí hablaremos.—Si Carlos ve esto, se reirá de mí y dirá que soy todo un agente — aceptó Charles, tomando el audífono —. Parecemos sacados de una película.
— Y todo por un rubio tonto que se ha enamorado.