El tan anticipado baile había dado inicio. Charles estaba en la entrada, al lado de Carlos, debía ser el encargado de dar el primer paso del plan.
― Calos, cuando sientas el aroma de Lewis, tienes que decírmelo de inmediato.
― ¿Por qué me arrastraron a este plan? ― preguntó el alfa, frustrado ― no tengo ganas de jugar a ser cupido.
― Porque sí, Calos ― respondió Charles, mirando distraídamente sus uñas antes de voltear hacia su novio ― anoche no dijiste lo mismo.
Carlos no pudo evitar sonrojarse al recordar lo que sucedió anoche.
― Así que no tienes derecho a opinar, alfa tonto ― sonrió Charles, dándole un beso en la mejilla al español.
― Pero miren a quién tenemos aquí ― interrumpió una tercera voz con un tono juguetón ― si no son los adorables novios Sainz, ¿acaso están aquí para robarse el show?
― Lewis ― saludó Carlos, dándole un ligero golpe a Charles para que también se uniera al saludo ― es un placer tenerlos aquí. ¡Qué alegría verles juntos!
― Buenas noches ― saludó Sergio con una sonrisa fingida ― un gusto verlos.
― Hola ― saludó Charles a Lewis de manera seca, sin mucho entusiasmo. Luego se giró hacia su amigo ― hola, Checo, ¿cómo has estado? Espero que todo bien.
Hamilton solo pudo rodar los ojos ante la actitud de Charles, sintiendo que su paciencia se ponía a prueba. Apretó con más fuerza su agarre en la cintura de su esposo.
― Hola, Char ― saludó, ignorando el leve dolor que comenzaba a sentir por el agarre firme de su esposo. A pesar de la incomodidad, su tono era amistoso, como si nada pudiera afectar su buen humor.
― Bueno ― volvió a hablar el mayor de los cuatro, mirando a los demás con una sonrisa ― mi esposo y yo nos retiramos, iremos adentro. Los dejamos para que puedan seguir saludando a los invitados. Vamos, Sergio
― Espera ― intervino de nuevo el monegasco ― Sergio, ¿por qué no te quedas conmigo? Hace mucho que no tenemos una buena charla, y tengo tanto que contarte. ¡No quiero que te vayas tan pronto!
― No, no puede ― respondió Lewis con un tono seco, sin dejar lugar a dudas ― mi esposo tiene que pasar tiempo conmigo, no con sus amigos. ¿Cierto, omega? ― preguntó, mirándolo intensamente a los ojos mientras lo acercaba más a él, como si quisiera reforzar su punto.
Sergio se encontraba en un dilema, sin saber qué decir. Por un lado, tenía a su amigo, que claramente deseaba pasar tiempo con él, y por otro, estaba su esposo, cuyo descontento sería evidente si elegía a alguien antes que a él. La presión de la situación lo hacía sentir atrapado, y sabía que cualquier decisión podría desencadenar una tormenta en su relación.
― Lo siento, Charles ― murmuró Sergio, la voz temblorosa y cargada de tristeza ― iré con Lewis, con permiso.
Observó la sonrisa triunfante del alfa y solo deseó poder derribarlo al suelo y arrancarle la máscara. Quería golpearlo hasta cansarse, liberar toda la frustración y rabia que se acumulaban en su interior.
Vio cómo el matrimonio se desvanecía entre la multitud, como si se tragara a su amigo en un torbellino de rostros y risas.
― Dios ―rompió el silencio Carlos, la frustración evidente en su voz ― tuve tantas ganas de golpearlo.
Charles solo pudo suspirar al sentir lo mismo.
― El girasol va para allá - hablo por el audífono, comenzó a desesperarse después de solo tener respuesta de Lando - ¿Dónde está Max?