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Invierno de 2002,
CDMX, México, 21 de diciembre

Ochoa era un joven que buscaba anhelante convertirse en varias cosas, a sus 16 años Guillermo y desde antes ya buscaba cumplir su sueño de ser arquero titular en el equipo de primera división del club América.

Ser aclamado y reconocido por su esfuerzo, pero no era su único sueño, también le llamaba la atención la música y ser guitarrista parecía ser una opción, aunque también administrar el negocio familiar de tortas no era mala idea.

Aún así primero se centraría en acabar con su carrera en administración de negocios, además de sus entrenamientos con las fuerzas básicas del América.

Caminaba a paso lento por la calles de la Cuidad buscando el regalo correcto para su madre, además de la vajilla de su madre que rompió y que por suerte aún no se enteraba, aunque debía darse prisa a sustituirla pues esa sería la vajilla que usarían para la cena navideña, una vajilla exclusiva para la época que su mamá saco de la vitrina y eso es mucho honor.

Pero ya no tenía de otra era ir si o sí al centro pues sabía que era su única opción donde lo encontraría seguro, seguro.

Aunque le molestaba mucho tener que viajar en metro, no era de quejarse, pero aveces la gente aprovechaba que iba el metro a reventar y le tocaban el pelo, aún así fue hasta allá y camino hasta la Merced dónde encontró el regalo perfecto y la vajilla que rompió por estar cantando mientras lava los trastes.

Después de conseguir un pequeño descuento, se llevó lo que compro teniendo que caminar de regreso al metro, además de la gente, Ochoa odiaba la hora pico que se armaba a esas horas con la salida de los albañiles.

Cosa que le molestaba en demasia, no es que este en desacuerdo con que descansen, pero aveces pensaba que podían irse un poco ma tarde a sus casas, llegó hasta el andén esperando paciente a que llegara el metro, cuando a lo lejos vio a una mujer algo mayor con una niña que no aparentaba más de 10 años, la señora iba muy cargada con un montón de bolsas y apenas y podía sostener la mano de su hija que era algo inquieta.

Nadie parecía importarle mucho que la mujer estuviera arreglando sus cosas mientras la niña jugando a orillas de la línea amarilla, las madres que veía a la mujer batallar solo murmuraba vigilando a la niña debes en cuando.

Guillermo realmente no pudo dejar de vigilar a la niña con cierto temor recordando como su hermana Ana casi se cae en las vias.

Y en cámara lenta vio como la niña traspasaba la linea amarilla y se asomaba a la vías, memo corrió con todas sus fuerzas hasta la chamaca que estaba punto de caerse logrando que no se diera aquella desdicha.

Dejo a la niña en un lugar seguro y la madre de esta suspiró aliviada al ver completamente bien a la niña que no entendía la magnitud de lo que acaba de hacer.

Con mucho alivio agradeció a Guillermo que solo le sonreía comprensivo.

- No de preocupe señora...

- Celia María Cuccittini - se presentó la mujer mientras abrazaba a su hija - gracias por cuidar a mi pequeña María Sol.

- no se preocupe señora Cuccittini, cualquier otro hubiera echo lo mismo - miro acusatoriamente a toda la gente que miraba la escena que desviaron la mirada - por cierto soy Francisco Guillermo Ochoa Magaña, si quiere dígame Guillermo.

- muchas gracias Guillermo, no sabes cuándo te lo agradezco.

Observo a ambas viendo cómo la señora regañaba a su hija, se notaba que no eran de ahí.

Del fanon a ser canonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora