Capítulo 30

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Capítulo 30

"Entre trabas, oscuridad, decisiones, llegó el momento, ¿será bueno? ¿Será malo? ¡Solo el destino decidirá! Y deberé afrontar más cosas, que sin saber, era el amor más grande y puro que nunca imaginé sentir, pero volvería a repetirlo si tuviese que viajar en el tiempo y ver lo que soy hoy a lo que era hace meses. Una persona sin sentimiento, sin una energía que me impulsará a lograr cosas, sin saber que más allá de amar y comprender, era aceptar que uno es así, que siempre existe un lugar en el de una persona, que calienta tu alma, que te somete a grandes desafíos y que toma tu mano sin importar qué... y que a pesar que fue antes de Navidad, igual lo siento como si lo fuese, se siente una adrenalina, un dolor en el pecho que no se te quita hasta que sus ojos conectan con los tuyos y ya todo el mundo se pierde, se vuelve un arcoíris, una ilusión, los ángeles cantando y diciendo: "Tú puedes con esto y más", "Nada es imposible" y es cuando otra historia renace, una donde no sabemos qué pasará, pero así todo este lleno de piedras, abundante nieve, lluvia, tormenta, de estar preparada no creo, pero voy hacia adelante sin importar qué"

Las contracciones, sí, son la peor cosa que existe en la faz de la tierra, es un dolor incrustado en el vientre que te jala de una manera tal que respirar se convierte en tu mejor amiga para aliviarlo. Y la intensidad aumenta a cada minuto, y siento que es tan eterno que digo ya por favor, no quiero más sufrimiento. Me aguanto los gritos, y voy respirando, cuando se detienen es un alivio, pero cuando vuelven otra vez me pongo de malhumor. Una vez que veo la hora, digo nada, me toca, pero no, aún no he dilatado lo suficiente, apenas tengo tres centímetros y debo llegar a diez, así que será larga la espera.

Mientras uno este más ansioso peor, porque el desesperarse es inevitable, deseas romper con un cuchillo la barriga y que ya nazcan, pero todo el proceso tiene su tiempo y por más que intente ser paciente, me resulta complicado. En todo el rato que llevo he sido más de cuatro películas diferentes: romance, drama, acción, animada, hasta que paso a documentales de animales que me relajan, para luego escuchar música instrumental. Solo debo ingerir agua, juego, no puedo comer, y me muero por comer una pizza con doble queso, jamón, maíz, pimentón, champiñones, que tenga todo, y también me provoca comer una torta de doble chocolate.

En la habitación de la clínica es acogedora, menos mal no tengo que soportar esto en casa, porque sino la ansiedad a mil y tener que correr cuando ya llegue a la dilatación, no gracias. Y como ando sola, porque los demás están finalizando sus quehaceres, entonces tengo la libertad de no estresarme con nadie ni que agarren mi malhumor.

Previamente hace una semana teníamos ya todo listo, aunque siempre faltan cosas de última hora, pero al menos estábamos preparados y no tuvimos que correr como locos a comprar a última hora. Tan solo me vinieron los fuertes dolores, Nick me trajo a la clínica sin pensarlo dos veces, la primera fue vergonzoso, porque no tenía nada y las contracciones eran cada tres horas, la segunda no había rompido la fuente y esta tercera si fue la definitiva, así que aquí ando en la dulce espera. Las enfermeras vienen cada tanto para chequearme, y darme aliento, y que siga bebiendo agua y jugo.

Aún son las dos de la tarde, y siento como si hubiese corrido un maratón de ocho kilómetros por lo cansada que estoy. Es aburrido todo, estoy en total desespero, así que verifico las redes, mensajes de mis amigas y familia, nada interesante, todos esperan que nazcan los niños.

"Princesa, ya voy en camino" -me escribe Nick a la hora.

Volver a dormir, tomar agua, llega Nick.

—Dijeron que tenías cinco centímetros de dilatación, ¿cómo te sientes? —Me acaricia el cabello y eso me encanta.

—Agotada, los dolores son intensos —mi voz suena a susurros.

—Ay, mi vida, salí lo más rápido posible, traje más cosas por si hacían falta. Supongo que me verán que exagero, pero es mejor prevenir y que nada te falte ni a los bebés.

El que esté Nick, me tranquiliza, alivia mis nervios y cuando me viene el dolor aprieto su mano y respiro hondo. Han pasado dos horas más, las contracciones ahora son cada dos minutos, así que ya me queda poco. Me llevan a la sala de parto, a Nick le han dicho que se ponga una bata azul para poder entrar, y hace caso, no quiere dejarme sola, aunque no quiere ver cuando salgan los bebés porque dice que se puede desmayar pero de la emoción.

Ahora toca la parte difícil, ¿cómo se puja? Y eso que vi cientos de videos, pero cuando estoy a punto, olvido como se hace, la doctora Marino me explica rápidamente que apenas me venga el dolor debo pujar con todas las fuerzas. Primer intento errado, el segundo igual, el tercero me armo de valor y apenas me viene el dolor pujo con toda la fuerza que tengo, me dicen que ya la cabeza de uno se ve, voy de nuevo a pujar, ¡qué doloroso es!, así que sigo sin detenerme. A la media hora sale el primero y vine el segundo, esta vez es más fácil, no sé si tome fuerzas de donde no tengo, pero en menos de veinte minutos viene el otro. Escucho que la pediatra le habla a los bebés, ninguno nace llorando, están tranquilos. Me limpian toda, y me quedo sumergida en el cansancio. Nick que está a mi lado, tiene lágrimas en sus mejillas, sostiene mi mano y acaricia mi rostro con suavidad. Como ando muy agotada, Nick es quien dice los nombres de los bebés para la ficha de nacimiento, el primero es Austin y el segundo András.

Y sí, cuando los tengo en mi pecho a los dos, comienzo a llorar. Verle sus caritas, son tan hermosos, perfectos, que mi corazón bombea sin detenerse. Los beso a los dos en la frente.

—Nuestros pequeños, princesa —dice Nick emocionado.

»«

—Alex —Aparece Nick vestido con traje formal de color azul oscuro, tiene la mirada sospechosa—, aprovechando que los niños están dormidos, pero antes de, mañana podemos irnos a casa, ya acomode todo —suena muy alegre. Se arrodilla y no sé por qué lo está haciendo—. Ya quitamos esa parte del noviazgo, ¿quieres ser mi esposa? —Del bolsillo del pantalón saca un collar muy hermoso. ¿No era anillo?

—¿Qué? ¡No me arregle para la ocasión! —suena tonto, pero no esperaba que me lo pidiera así.

—No importa, para mí así como estás en pijama, luces hermosa, ¿entonces qué dices? —su voz suena gruesa como la primera vez que me hablo luego de la fiesta.

—Sí —mi voz suena muy extraña, él me abrazada y me coloca el collar.

—Tenemos una manera distinta de hacer todo, princesa. ¡Te amo!

Dicen que no hay amor a primera vista, que no hay milagros navideños, pero solo si crees de todo corazón, realmente la perspectiva cambia. Viene un nuevo desafío para afrontar. ¿Qué no te puedes enamorar con solo ver unos ojos marrones oscuros? ¡Y que resulta ser la persona cuya familia es la que creó la Navidad y el mismísimo Santa Claus! Y que me embaracé sin planificar nada, cuyos bebés ahora forman parte de nuestras vidas.

¿Y ahora casamiento? ¡Pues nuestra historia continuará!

Embarazada de Santa Claus  © (BORRADOR)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora