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—TIENES RAZÓN, SIGUE ENOJADA—,DIJO Aldo mientras estaba en el Uber de camino al partido de volleyball de Rebecca. Ella había ido antes que ellos con su mamá para poder calentar.
—Sí, bueno, solo tienes que presionar un poco a Rebe y quizá acabe perdonándote—, Valerie sonrió mientras enlazaba los brazos con Osvaldo.
—No sé, Val. Esto está mal—,Aldo suspiró, saliendo del Uber. Oyeron gritos y vítores desde fuera; el partido ya había empezado.
—Mira, avergonzaste a la chica. Sacrifica tu dignidad e iguala el marcador—,le dijo la pelirroja, cerrando la puerta del Uber mientras caminaban hacia las gradas.
Aldo resopló y se alejó de ellos. Tuvo una idea en la cabeza y luego sonrió satisfecho, caminando hacia las gradas sosteniendo un cartel que decía:
'¡REBECCA!'
Cuando llegó la hora del descanso, Rebecca se dirigió a un lugar donde podía sentarse y beber agua. Todos en su equipo empezaron a reír y mirar a Rebecca.
—Oye Rebe, ¿es tu novio?—le preguntó Isabelle, señalando hacia las gradas mientras bebía agua.
Rebecca enarcó las cejas y se dio la vuelta, solo para que sus ojos se abrieran de par en par. Leyó el cartel que sostenía Aldo y se tapó la boca, sorprendida.
—Mierda—,murmuró con una risa ahogada. Todos empezaron a aplaudir y corear el nombre de Rebecca.
—Muy bien Palacios, te toca—,gritó su entrenador. Su equipo soltó una ovación mientras ella salía corriendo a la cancha.
—¡Vamos Rebecca!—Aldo gritó. Rebecca giró la cabeza para mirarlo y, bromeando, le sopló un beso. Ambos rieron antes de que el árbitro sonara el silbato y comenzara el partido.
—¡Eres un pinche raro!—rió Rebecca mientras salía de los vestidores. Una pequeña parte de ella lo había perdonado y había desarrollado cierto afecto por él.
Ni siquiera estaba segura de si lo odiaba.
—Oye, ¿qué te parece si nos quedamos un rato?—preguntó Aldo. Rebecca lo miró de manera extraña.
—¿Por qué?—
—Enséñame un poco.—Aldo le lanzó un balón a la rubia. Los ojos de Rebecca se abrieron de par en par y sonrió emocionada.
—¿Sabes jugar?—exclamó, mirando a Aldo, quien la observó con incredulidad.
—No, estupida, por eso dije 'enséñame'.—dijo con obviedad, provocando que Rebecca rodara los ojos. Aldo se rió de ella.—Bien, ¿quieres o no, LilRebecca? —le preguntó Aldo. La rubia suspiró y frunció el ceño, como si estuviera pensando.
—Está bien. Pero cada vez que dejes caer la pelota, será un peso.—apostó Rebecca, recogiéndose el cabello en una coleta mientras caminaba hacia la cancha.
Aldo se burló y fue tras ella.
—¡Otro peso para mí!—gritó Rebecca mientras el balón se le escapaba de las manos a Aldo. El chico de lentes rodó los ojos y lanzó el balón al aire.
Rebecca siguió cada uno de sus movimientos con la mirada, intentando calcular dónde caería el balón. Pero calculó mal y el balón cayó, dándole a Aldo un punto. Él se rió mientras se acercaba a ella.
Rebecca lo empujó de forma juguetona, pero hizo que Aldo tropezara y cayera al suelo.
—¡Vaya! ¿Esto es volleyball o fútbol americano?—Aldo rió mientras agarraba la muñeca de la rubia, haciéndola caer con él. La miró mientras ella caía sobre él.
Rebecca se sonrojó furiosamente, pero no pudo apartar la vista del chico. Era como si estuviera hechizada.
Aldo también la miró a los ojos hasta que bajaron a sus labios. Ambos captaron la indirecta y se inclinaron el uno hacia el otro. Nada iba a detenerlos ahora; estaban enamorándose el uno del otro, aunque no quisieran admitirlo.
Ambos sintieron una explosión de emociones al tocarse los labios. Rebecca colocó sus manos en los hombros de Aldo mientras profundizaba el beso.
Aldo la rodeó con los brazos, atrayéndola hacia él. Finalmente, se separaron porque necesitaban aire para respirar.
Se miraron fijamente y fue la rubia quien esbozó una sonrisa, riendo mientras apoyaba la cabeza en el pecho de Aldo.
Aldo la abrazó, riendo también. A la mierda con el estúpido juego; se había enamorado de ella.
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