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—REBE, CARIÑO, POR FAVOR, SAL.—su madre llamaba suavemente desde fuera de su puerta. Rebecca había estado encerrada en su habitación todo el día después del incidente con Emilia.
Emilia había estado explotando su teléfono, disculpándose por lo que había dicho y hecho. Pero Rebecca sabía que todo era una actuación falsa y que no lo sentía en absoluto.
—No quiero salir.—Rebecca gritó desde el interior de su habitación.
Estaba en su laptop, viendo películas, como lo había hecho durante las últimas 48 horas. Las únicas veces que salía era a la hora de comer y entonces no decía ni una palabra.
—Ha estado encerrada en su cuarto durante dos días.—Osvaldo suspiró en el sillón. Aldo había decidido pasar sus últimos días en Monterrey con los Palacios.
Aldo se sentía mal por la chica porque nunca la había visto así. Siempre estaba lanzando comentarios sarcásticos a la gente y era como un mal de ojo.
—Ya sé, es raro verla así.—Aldo dijo, tomando a Osvaldo por sorpresa. Miró a su mejor amigo con los ojos muy abiertos y una sonrisa.
—Wow, ¿a Aldo Geo le está apareciendo una debilidad por la chica que odia?—bromeó Osvaldo, tratando de animar el ambiente.
Aldo puso los ojos en blanco y sacudió la cabeza casi inmediatamente. La idea de que le creciera una debilidad era una pesadilla.
—Sabes, ustedes dos acabaron abrazados en el sillón la otra noche.—le informó Osvaldo, regresando los ojos a la televisión.
—¡¿Qué?!—Aldo chilló. Osvaldo se rió y asintió con la cabeza.
—Sí, Valerie tiene pruebas. Solo que no te diste cuenta porque Rebecca fue la primera en despertar, se asustó y no te lo dijo.
—No mames, es broma, ¿verdad?—le preguntó Aldo con una ceja levantada. Osvaldo dejó escapar una risita y negó con la cabeza.
—No, pero estoy aburrido, men, y tengo ganas de salir. Vamos a preguntarle a Rebecca si quiere venir.—Osvaldo se encogió de hombros.
—Sabes que es inútil. No quiere salir de su cuarto.—se quejó Aldo mientras se arrastraba por las escaleras. Osvaldo solo dijo 'vale la pena intentar'.
—Rebe, vamos a ir a la plaza, ¿quieres venir?.—le preguntó Osvaldo, tocando su puerta.
Sabía que no debía entrar porque ella necesita privacidad. No obtuvo respuesta, suspiró cuando miró a Aldo.
—Bien, sabes qué.—murmuró Aldo antes de entrar en su habitación. Rebecca dejó escapar un grito, girándose hacia la puerta para ver a Aldo entrar en ella.
—Aldo, ¿qué demonios estás haciendo? Sal de mi cuarto.—le gritó, pero Aldo la ignoró, le quitó la cobija y la rodeó por la cintura con los brazos. Rebecca enarcó las cejas cuando Aldo la puso por encima de su hombro.
—¡Bájame, Nahual! No voy a ir.—comenzó a golpear la espalda del chico, pero fue inútil. Iba a ir de cualquier manera, así que se rindió mientras la llevaban fuera de la casa.
Aldo la dejó en la acera mientras la tomaba de los brazos para que no se escapara. Rebecca resopló y le sacó la lengua.
—Eres tan idiota, te odio.—le dijo la rubia, cruzándose de brazos y mirando hacia el suelo.
—Y yo te quiero, Rebe.—respondió Aldo.
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