Besayúname

Dios, cuanto lo quiero.

Pensé que lograría sobrevivir a esto. Pensé que, a pesar de que un asesino viviera en la habitación de al lado, podría seguir respirando tranquila. Creí que lo superaría, como siempre. Me consideraba una persona fuerte y valiente que siempre conseguía ver la luz al final del túnel. Nunca me rendía, no podía permitirmelo. Pero esta vez era distinto. Había cambiado rápidamente mi forma de pensar hacia Connor. Y eso, me estaba perjudicando mas de lo que debería.

Eran las 4 de la mañana, tenía la garganta seca y las pesadillas me seguían atormentando. Veía una y otra vez a Connor repleto de sangre en mi vieja casa.
Mi vida no debería llamarse vida. Últimamente hacía de todo menos vivir.
Me levanté de la cama perezosamente y caminé hasta la cocina. Una luz proveniente del techo de esta me cegó durante unos segundos. Connor se encontraba apoyado en la encimera. En calzoncillos. Esto no me podía estar pasando.
Me miró, nervioso y preocupado.
-¿Estas bien?
-No- me limité a responder. Menuda mierda de pregunta.
-Yo tampoco duermo bien.
-Lo raro sería que lo hicieras- contesté cruelmente.
Giró la cabeza hacia un lado y me miro curioso.
-¿Qué?- ¿ahora tenia monos en la cara?
-Menudo humor tienes- dijo sonriente. Este muchacho si que es gilipollas.
-No me puedo permitir humor ¿Sabes? Estoy demasiado amargada.

Pareció darse cuenta de lo estúpido que había sido y se giró para llenar un vaso de agua en el fregadero y entregármelo.

-Perdona- susurró.- Ya sé que soy gilipollas. Pero tu presencia me vuelve más estúpido aún.
-Mejor.- sentencié y di un gran trago. - ¿Sabes que? Esta mierda no sirve.- tiré lo que me quedaba de agua al fregadero y agarré una botella de vino tinto y un sacacorchos. La abrí con un sonoro ruido y comencé a beber a morro.
-Ei, para. Tienes el estómago vacío, te vas ha hacer daño. - dijo, he hice caso omiso.
-Nada que no pueda soportar. - le di otro trago a la botella.
La habitación comenzó a dar vueltas y sentía un profundo vacío en mi estómago. Llevaba mas de media botella y el profundo dolor de mi pecho no desaparecía. Connor me la arrebató fuertemente de mis manos y comenzó a beber con prisa. Pronto se acabó, junto con otra más de coñac. Y otra de wiskey...

No podía parar de hablar y tampoco entendía ni lo que estaba diciendo. La cabeza me palpitaba y la última botella de wiskey no tenia fin. Connor no paraba de reírse y yo le observaba antenta, mientras se le achinaban los ojos y se le arrugaba la nariz. Debí de mirarle fijamente durante un largo rato, porque de repente paró y camino hacia mi rápidamente. Me quitó la botella de las manos, me sentó en la encimera, se acercó mas aún y abrió mis piernas lentamente. No podía dejar que hiciera nada, pero quería que lo hiciera.
-Te quiero, y no voy a besarte, ni a tocarte. Lo juro.- dijo levantando su mano derecha y dejándola sostenida en el aire durante un segundo, para luego volver a colocarla en su costado.- vamos a dormir.- sentenció.
Me bajó de la encimera, y cogió mi mano para llevarme a mi cama. Se tumbó a mi lado, pero se alejó todo lo que pudo.

Dios, cuanto lo quiero.

Espera, espera, lo he dicho porque estoy borracha...¿Verdad?- me repetí una y otra vez, incluso en sueños. Y digo sueños porque solo soñé cosas bonitas aquella noche, aquellas repentina pesadilla que me atormentaba había desaparecido.

Connor era mi peor pesadilla y a la vez mi mejor sueño. Contradictorio, pero cierto.