Capítulo 11

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   Para Toji la vida en el clan Zen'in cada vez era menos gustosa. Todo el tiempo sentía odio, rencor, un oscuro y pesado dolor en su pecho que oprimía su corazón desde que empezó a tener uso de razón.

   Castigo tras castigo, golpes y moretones en su cuerpo, las cicatrices en su cuerpo y alma que le han dejado en todos sus años siendo un miembro excluido de su "familia". Les tenía rencor, pero tampoco les daba el gusto de odiarlos completamente. Deseaba el día en que pudiera salir de ese pozo. A su corta edad de diecisiete años solo tenía que esperar el momento justo de poder escapar y vivir a sus anchas mientras miraba quieto y sin ganas la sangre correr y gotear desde la comisura derecha de su boca al suelo.

   Siempre creyó que nada bueno entraría o estaría dentro de esa familia corrupta y con ideales arcaicos de poder, no había ni una cosa pura dentro de ese gran Clan apodado como los Zen'in.

   Pero llegó ella...

—— ¿Qué te pasó?

   Ojos grandes y de color marrones, con un brillo que reflejaba su inocencia ante todo. Un rostro adorable y tierno, de cachetes y nariz coloradas, pecas encantadoramente pequeñas, un condenado lunar cerca de su boca, y un aura que desprendía todo lo opuesto a lo que estaba acostumbrado a sentir. Sin embargo cargaba sus ropas manchadas de lodo y césped, se daba la idea de que habría pasado.

    Aquella niña de no más de cinco años le miraba atentamente, con una expresión neutral pero curiosa. Él estaba sentado en las afueras, frente a un jardín, sentado en el tatami debajo del techo de uno de los pasillos que daban al exterior. No sé había dado cuenta cuando había llegado, no la habría sentido si no fuera por qué ahora estaba frente a él.

—— ¿Ellos te lastimaron? —preguntó T/n, estando parada frente a él.

   Se le quedó mirando en silencio, sin obtener respuesta. Toji la analizó, no le veía malas intenciones, a diferencia de todos los demás en ese lugar, pero aún así no debía confiarse.

   Arremango las mangas de su kimono izquierdo, dejando ver en su pequeño brazo unas marcas rojas de media luna, como uñas que fueron encajadas en su blanca piel. Las vió estupefacto, más a ella quien parecía muy tranquila con ellas.

—— Naoya me hizo esto —confesó con un poco de pena.

   Ya sabía quién era, la mocosa que prácticamente había comprado Naobito para comprometerla con uno de sus malcriados hijos. Solo la había visto de lejos, observando como el pequeño bastardo de su tío la molestaba mientras jugaban.

—— ¿Te duele...? —dijo sin pensar.

—— Solo me arde —respondió tranquila, sacando de dentro de sus prendas un pañuelo—. Ten, puedes limpiarte con esto.

   Le extendió aquel pañuelo con buena intención, y él lo tomo con duda.

   No eran diferentes el uno del otro. A ella querían usarla para un plan enfermo y egoísta, mientras que a él lo sometían por no cumplir con las expectativas; ambos cargaban con un sufrimiento y dolor, manteniéndolos callados en lo más profundo de sus corazones.

   A partir de ese momento, Toji sintió una necesidad de estar con la pequeña, aunque fuera de lejos. De él nació un extraño cariño incondicional que con cada sonrisa serena y sincera de T/n obtenía un brillo más de esperanza, ella era su esperanza. La atesoró, y  comenzó a quererla más de lo que debería a los escudriñosos y malintencionados ojos de los demás.

 𝐌𝐈𝐑𝐀𝐌𝐄║𝗦𝗮𝘁𝗼𝗿𝘂 𝗚𝗼𝗷𝗼Donde viven las historias. Descúbrelo ahora