Día 24:

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Picket no es ni de cerca mi mejor amigo.

Eso esta bien por que de hecho yo tampoco soy ni de cerca su mejor amiga.

No obstante en veces es bueno salir con alguien totalmente ajeno a ti y que a su vez pueda comprenderte en unas cuantas cositas para variar.

Nos conocemos de la escuela.

Igual que con Becks, Kae, los hermanos F y un centenar de niños mas que vivían por el rumbo en aquel entonces, picket y yo no hablábamos mucho, o si lo hacíamos era más que nada por asuntos escolares, algún trabajo en equipo o por que yo de plano me había pasado en alguna cosa con él.

No puedes juzgarme, o mejor dicho si ya que tu siempre fuiste víctima y no victimario como yo. Aquí es donde empiezas a odiarme o deberías hacerlo, lo más ilógico del asunto es que como la excepción que eras para algunos casos simple y sencillamente tomaste asiento junto a mi cuando te lo conté, me tendiste tu termo con agua de naranja que hasta entonces te había estado robando solo para molestar y me pediste que te contará más cosas sobre mi que no sabías.

Todo comenzó en agosto del primer año de primaria, lo recuerdo bien por que las niñas del grupo posterior al mio jalaron mis trenzas hasta deshacerlas la mañana del primer día, me metieron el pie cuando caminaba por el pasillo sin meterme con nadie y para cerrar con broche de oro me amordazaron con cinta y me ataron a una silla con una cuerda de saltar que encontraron por ahí, es muy probable que esto último se lo halla imaginado mi paranoia pero lo de la cinta estoy segura de que si paso.

Al final me dejaron ir bajo amenaza.

Pero yo no estaba enojada con ellas, bueno si por que tenia seis años y estaba en mi derecho si mi madre me regañaba por llegar desaliñada a casa y con una carota de "no me toquen las bolas ahorita por favor".

Pero yo no estaba enojada con ellas, mi enojo iba dedicado a los hijos de puta que no metieron ni un dedo para defenderme y minutos atrás se decían llamar mis mejores amigos.

Con ellos si que me hervía la sangre al tope, pero de nuevo tenia seis años y cuando tienes seis años todo lo que le exiges a la vida es alguien con quien jugar.

Así que, luego de que esas niñas hicieran lo que quisieran conmigo por al menos un año y medio, de que nadie en absoluto metiera las manos al fuego por mi y de que madre tuviera que comprar kilos y kilos de diademas ya que misteriosamente perdia mucho pelo, yo ya estaba cansada.

Si me lo permites citaré a tu comediante favorito.

Nunca supe si ya venia con problemas desde la casa o quizá ellas me pegaron distinto ese día. Lo que si se es que de mi no volvieron a reírse jamás.

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