—¿Ya ordenaste tus cosas, Muriel?— la voz de Aziraphale resonó suavemente por todo el departamento mientras tomaba su gabardina color beige, y el suéter blanco tejido a mano de su hija.
—Si papi, Adán también ya está terminando— el hombre sonrió dándose la vuelta para buscar la chaqueta roja de su hijo— ¿Vamos tarde?
—No corazón, vamos muy a tiempo para visitar a la tía Anathema— Aziraphale besó la frente de su pequeña al mismo tiempo que Adán llegaba corriendo a su lado— ¿No se te olvida nada?
—No, Perro viene conmigo — señaló mientras el can dejaba caer su peluche en forma de serpiente a los pies de Aziraphale.
El hombre sonrió al ver a sus dos pequeños, y sin mucha prisa los tomó de la mano, haciendo que todos caminaran de manera tranquila por el parque y el pequeño kiosco que los separaba del edificio de departamentos dónde Anathema vivía con Newt, su novio.
—Me alegra verlos otra vez, el tío Newt los está esperando — ni bien Anathema abrió la puerta, ambos niños entraron corriendo, gritando el nombre de su tío— Cada día tienen más energía.
—Adán, él sin duda es un pequeño demonio, igual que su padre.
Ante está mención, ambos se quedaron en silencio, observándose sin saber cómo quitarse de encima aquel incómodo momento.
—¿Tienes todos los instrumentos necesarios para pasar tu celo?
—Si, ya pedí permiso en la librería para faltar tres días — Aziraphale se mostró nervioso— He hecho esto solo durante seis años y aún me sigue preocupando cuando la mordida arde. Me da miedo que, ya sabes, él, pueda rastrearnos por medio del vínculo.
—Por eso viajas tres horas a casas rentadas, si él usa su vínculo, no llegará a ustedes, tranquilo— la mujer le sonrió con algo de pena— así que no te preocupes, los cuidaré bien.
Aziraphale asintió, despidiéndose de sus pequeños antes de irse hasta su Rolls-Royce 1987, y comenzar a conducir hasta una cabaña a las afueras de la ciudad.
Con algo de pesar, entró al lugar, sin sus hijos presentes, Aziraphale se permitió mostrar una mueca de tristeza y desolación, dejó aflorar con libertad aquellos sentimientos de miedo, ira y dolor que le abrumaban todas las noches y que se sentían con más fuerza en fechas como estás.
Aún en contra de su voluntad, Aziraphale se permitió recordar cómo se sentían aquellas manos recorriendo su cuerpo, esos labios repartiendo húmedas caricias por toda su piel desnuda, el Omega aún temblaba cuando cerraba los ojos y se dejaba llevar por los recuerdos, unos dónde a cada momento era adorado por el ser más exquisito que alguna vez hubiera pisado la tierra.
—Oh Crowley.
El gemido salió en contra de su voluntad de sus labios, Aziraphale sabía que esto no estaba bien, que no debía seguir pensando en él, pero tampoco era algo que pudiera evitar, pues el calor que sentía subir por todo su cuerpo le impedía pensar de forma racional.
A pasos lentos comenzó a dirigirse hasta su habitación, quitándose la ropa con sumo cuidado para no hacerle ningún daño.
—Crowley, Crowley oh ...— las súplicas salieron de aquellos regordetes labios mientras sentía como la humedad de su entrada comenzaba a ser más evidente, en pocos minutos necesitaria hacer uso de un consolador calmar sus ansias.
Tragando saliva hizo todo lo posible por alejar los recuerdos de aquel atractivo hombre, intentando concentrase en otra cosa, lo que fuera menos en aquellos días llenos de felicidad que solo lograban hacerlo sentir peor.
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Omega | Ineffable Husbands
FanfictionAziraphale huyó del lado de Crowley cuando este le confesó que tenía un amante, pero ¿Quién no ha dicho mentiras para proteger a quién ama?