De la confianza y el amor

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—Vaya que son un desastre, podría decir que hasta se parecen a mí.

—Eso no es cierto — Adán se cruzó de brazos sin dejar de mirar cómo Crowley trataba de consolar a Muriel, la futura niña Omega que no dejaba de llorar.

—Entonces dime ¿Por qué están aquí conmigo y no con su padre Aziraphale ?

Hacía exactamente tres horas que Aziraphale le había marcado muy preocupado a Crowley, informándole que la profesora de los niños no iba a poder asistir, por lo cual se los había llevado a su trabajo, pero en un ataque de aburrimiento, Adán había hecho un desastre en la sección de fantasía, logrando que su jefe lo amenazara con despedirlo si no sacaba a sus hijos de la librería.

Crowley intentó decirle a Aziraphale que no tendría porque someterse a los mandatos de su jefe, pero al ver la preocupación en su Omega, optó por guardar silencio para después ofrecerle a cuidar a los niños hasta que saliera.

Aziraphale se mostró dudoso ¿Dejarlo con los niños durante casi ocho horas? Podría parecer mala idea, pero ya que Anathema y Newton también estaban trabajando, terminó por acceder, no sin antes darle una larga lista de instrucciones que debía seguir por si los niños se accidentaban o les daba alguna alergia.

—No fue mi intención, pero Gabriel comenzó a molestar a mi padre— Adán se cansó de ver cómo su hermana lloraba, así que se acercó a ella con los brazos abiertos, quedando de esta forma los dos infantes bajo la protección de Crowley.

El alfa se sentía inusualmente tranquilo, como sí tener a los dos niños contra su cuerpo, abrazándolos y consolándolos con su aroma fuera suficiente para detener todos su miedos.

Sin duda el momento sería mejor si Aziraphale también estuviera entre sus brazos.

—Si ese idiota lo estaba molestando, entonces hicieron bien en causar destrozos. Nadie tiene porque molestar a nuestro Aziraphale¿Verdad?— Adán negó — Ya no llores Muriel, no hicieron nada malo.

—Papá Aziraphale nos regañó— la pequeña limpió sus lágrimas con el dorso de su mano — Él nunca nos había hablado así.

Crowley se las arregló para cargar a ambos niños, caminando a duras penas hasta su auto, dónde los dejó para subirse en el sitio del conductor, no sin antes limpiarle las lágrimas a Muriel, besando su frente como había visto que Aziraphale lo hacía, con Adán solo se limitó a acariciar sus cabellos, para retirarse silenciosamente.

—Cuando Aziraphale se enoja, es bastante... Peligroso, lo sé — Crowley se colocó sus habituales lentes negros antes de poner en marcha el vehículo — pero fue por una buena causa, yo los defenderé si Aziraphale intenta hacerles algo. Lo prometo. Ahora ¿Quieren ir a comer? Ustedes eligen el lugar.

Al parecer está pregunta fue suficiente para que ambos pequeños olvidaran sus penas por unos momentos.

Crowley debía admitir que estar con esos dos niños se sentía bastante familiar, como si hubiera encontrado su hogar después de estar años perdido.

A su mente le fue inevitable verse reflejado en los ojos de Muriel y la sonrisa de Adán ¿Sería posible que ellos...? No, quizá ahora estaba alucinando por la reciente convivencia con ellos. Si, eso debía ser, aunque...

—Crowley— el pelirrojo agradeció en silencio a Muriel por interrumpir la línea que estaban siguiendo sus pensamientos—¿Podemos ir por papá? Ya casi es su hora de salida.

—Claro, vamos por Adán.

El tiempo a su lado se pasó tan rápido que ni siquiera se había dado cuenta de las llamadas perdidas de Belcebú, pero tampoco es que se preocupara mucho por el asunto, pues la mujer era perfectamente capaz de lidiar con cualquier problema. Ya le llamaría más tarde.

—¿Listos, niños?

Adán asintió mucho más tranquilo al igual que Muriel, quién llevaba una bolsa repleta de pan dulce, que según recordaba Crowley, eran los favoritos de su Omega.

—¿Pasamos por un restaurante para llevarle la cena a su padre?

—¿Y si cocinamos nosotros? A papá le va a gustar más — Adán sonrió con sincero cariño ante la idea.

—Mmm... Bien ¿Qué quieren comprar? No podemos sobrevivir a base de pizza y hamburguesas como lo hemos estado haciendo.

Muriel lo pensó detenidamente antes de sonreír—¡Pasta! A papá le fascina.

—Con puré y algo de carne, quizá podamos poner un poco de ensalada con queso, y fresas.

—La fruta favorita de tu papá. Me parece una buena idea— Crowley sonrió — Lo haremos mientras su padre se ducha y relaja ¿Bien?

Los niños se mostraron de acuerdo, incluso la idea le pareció agradable a Aziraphale, quién moría por descansar un poco, ya que después del pequeña "incidente" Gabriel le había puesto a recoger el desastre que hizo Adán, además de agregarle responsabilidades extra, como si tratara de desquitarse.

—Ustedes pueden ayudarme con algunos ingredientes — Crowley ayudó a los niños a lavarse las manos, colocándose un delantal.

Los niños parecían bastante animados mientras pasaban los ingredientes y utensilios, a excepción de los cuchillos y otros objetos que Crowley consideraba peligrosos.

Para las ocho en punto, ya habían terminando de cocinar y Aziraphale atraído por el aroma de la comida, bajó con una sonrisa en el rostro.

—Huele delicioso— aseguró sentándose feliz en la mesa— Gracias por todo Crowley— el alfa casi salta de alegría al sentir como la mano de Aziraphale apretaba suavemente su rodilla.

—¡También ayudamos papá!— Muriel sonrió con la boca llena de sopa.

—Los felicito a los tres— el Omega saboreó la pasta, para después devorar el puré y Crowley no pudo hacer más que contemplarlo, justo como lo hacía en la universidad — Se han lucido con la cena.

En una agradable conversación sobre cómo había ido su día, terminaron la cena y recogieron todo el desastre que hicieron para sentarse en el sofá.

La agradable rutina comenzaba a gustarle a Crowley.

—Lo lamento, tengo que responder— el pelirrojo se puso de pie, farfullando en contra de Belcebú— ¿Qué quieres?

—¿Acaso no leíste mis mensajes? Hay una banda rival en New York que ha decidido atacarnos y te necesitamos para que nos des órdenes. Eres nuestro jefe ¿Si lo recuerdas verdad?

Crowley se apretó el puente de la nariz.

—Ya voy, ya voy—colgó dándose la vuelta, componiendo una sonrisa de disculpa a los niños— Aziraphale, mi ángel...

—¿Quieres quedarte a dormir?— Aziraphale compuso su mejor sonrisa, la más convincente que pudo.

—Debo de irme.

El Omega se puso de pie, mostrándose preocupado y nervioso.

—No, no tienes porque irte. Puedes quedarte con nosotros.

Aziraphale no entendía porque de pronto esa preocupación abrumaba todos sus sentidos, quizá era su parte Omega rogando por su alfa, quizá era su cerebro queriendo proteger al padre de sus hijos, o podría tratarse de ambas cosas, el rubio no tenía la certeza, solo estaba seguro de una cosa: no quería que nada malo le ocurriera a Crowley.

—¿Acaso estás preocupado por mí?— Aziraphale escondió su rostro— mi ángel, te prometo que voy a regresar sano y salvo, solo me encargo de ellos y llego a dormir. Así que guarda un lugar en nuestra cama—Crowley tomó ambas manos, dejándolas en su pecho— siempre voy a volver a ti.

Y con el corazón doliendo, Aziraphale lo tuvo que dejar ir, prometiendo que al volver, le diría toda la verdad Crowley. Le diría que Adán y Muriel, de esos niños con los cuales de había encariñado en tan poco tiempo, eran sus hijos.

Omega | Ineffable HusbandsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora