El Alfa y el Omega

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El corazón de Aziraphale latía con velocidad contra su pecho, había pasado dos noches sin Crowley y sin sus hijos, y no estaba dispuesto a soportar un segundo más sin ellos, así que sin importarle que aún hubieran cuatro mafias que no habían respondido a su llamado, el omega comenzó a movilizar a su gente hasta las cuadras cercanas a la gente de Metatrón, pues necesitaban ser discretos.

—¿Estás seguro en atacar de noche, Aziraphale?

—Seguramente ese hombre no se lo espera.

—¿Quieres llevar un arma?

—No, jamás he usado una y no creo que sea hora de experimentar, debemos de ir a lo seguro— Aziraphale mordió el interior de su mejilla, ya no se estaba sintiendo tan valiente, pero no iba a dejar a su familia a merced de ese hombre— tú y un grupo de cinco personas más van a seguirme, seremos los primeros en entrar por la laberinto que nos dijo Gabriel.

—Creo que debe entrar otro grupo antes que nosotros, esto no es solo una misión de rescate, sino de captura.

—Primero tenemos que sacar a Crowley y a los niños, después, podemos ir por él.

Belcebú no se veía muy convencida de lo que Aziraphale estaba pidiendo, algunos de sus aliados podrían molestarse por no cumplir con el objetivo principal.

—Te propongo otra cosa, tú y ese mismo grupo van por Crowley y los niños, yo me encargo de ir por ese hijo de puta.

Aziraphale temía que aquello fuera su conclusión, pero sabía que la alfa tenía razón.

—Bien, entonces nos separaremos nada más entrar a la casa.

—Yo voy primero, podemos defendernos mejor— aseguró sin ninguna intención de sonar ofensiva para Aziraphale—vamos— aquel grupo bajó de la camioneta, dirigiéndose hasta un pequeño laberinto que según decía Gabriel, si llegabas al final, encontrabas una puerta que te llevaba directamente hasta las celdas, dónde seguramente estaba su familia.

El omega y Belcebú llevaban pequeñas linternas, lo suficiente para alumbrar su camino pero sin llamar demasiado la atención.

Silenciosamente aquel enorme grupo comenzó a caminar, con las armas en alto mientras daban vueltas y vueltas, siguiendo al pie de la letra las instrucciones de Gabriel, y aunque hubo momentos dónde dudaban de que él les hubiera dicho la verdad, al final, si llegaron hasta esa puerta, misma que la alfa se encargó de abrir.

—Con cuidado, está resbaloso.

Aziraphale siguió a Belcebú mientras bajaban por aquellas escaleras que parecían no tener fin, hasta llegar a una pequeña bóveda que estaba cerrado bajo llave. Uno de los hombres de Crowley se acercó para romper el candado, permitiendo así continuar su camino.

El omega se concentró lo suficiente como para hacer que su aroma fuera disminuyendo, logrando ser imperceptible hasta para Belcebú.

—¿Cómo lograste hacer esto?

—Lo aprendí cuando era un niño y papá llegaba enojado porque algún negocio no había salido bien— susurró— así no podía encontrarnos ni a mí ni a mamá para descargar su ira.

Belcebú le miró de reojo, no cabía la menor duda de que Aziraphale y Crowley habían aparecido en sus vidas para salvarse el uno al otro.

—Apúrale güero— uno de los betas que iban detrás casi se tropieza porque Aziraphale se detuvo, pero antes de poder reclamar, una enorme puerta de metal se extendió ante sus ojos. Al omega no le gustaba este juego dónde parecían ir puerta por puerta hasta encontrar el premio mayor, pero tampoco pudo reclamar, pues una vez Belcebú abrió la puerta, se encontró con la imagen de Crowley y sus hijos.

Su corazón se sintió oprimido al saber que su alfa estaba tan lastimado. Desesperado e importándole poco si había peligro al frente o no, caminó hasta el interior, viendo que sus hijos murmuraban cosas entre ellos, como si estuvieran discutiendo si algo que estaban a punto de hacer era viable o no.

—¡Papá!— Muriel sin poder evitarlo, gritó al verlo y Belcebú no pudo culpar a los pequeños.

—Voy a buscarlo, ustedes, quédense aquí.

Los guardaespaldas que habían mandado su familia se pegaron a Aziraphale mientras él asentía en dirección a Belcebú antes de acercarse al pasillo, poniéndose de rodillas para extender sus manos, una hacia su alfa y otra hacia sus hijos.

Crowley evitó decir algo, pues no quería opacar el alivio que sentía al saber que al menos ahora ya estaban juntos.

—Abran esas puertas— los primeros en salir fueron sus hijos, quiénes se lanzaron a abrazarlo y besarlo, aunque esto no duró mucho, pues sabían que estar en ese lugar no era seguro—También la de Crowley.

—Pero su madre...

—No me importa, ahora están bajo mi servicio. Hagan lo que les digo.

Crowley a duras penas pudo ponerse de pie, poco dispuesto a ser una carga para su Omega, quién no dudó en envolverlo entre sus brazos, dandole un casto beso en sus labios.

—Tenemos que irnos. Aquí no es seguro, vamos, una camioneta nos está esperando.

—¿Qué hay de Belcebú?

—Cuiden nuestra espalda, vamos a irnos de este lugar— Azirpahale ordenó, colocando su mano sobre la cadera de Crowley, ayudando a estabilizarlo sin perder de vista a los niños que se aferraban a sus ropas— Ella y tus aliados ya han ido tras Metatrón. Yo también hice mi parte por el lado periodístico, así que no te preocupes, lo vamos a acabar.

Crowley asintió, acercando su rostro hasta el oído de Aziraphale—Los niños ya saben que soy su padre— aquella afirmación hizo palidecer al omega, pero agradecía que su alfa no hubiera quiero ocultarlo.

—Lo resolveremos.

Los guardaespaldas iban rodeándolos, pero no esperaban que tantos hombres y mujeres que servían a Metatrón se abalanzaran contra ellos, haciendo que Aziraphale tuviera que comenzar a correr con sus hijos y alfa.

—Dame un arma.

—No traje ninguna.

Sintiendo que el sudor y desesperación comenzaban a apoderarse de él, Aziraphale hizo avanzar a su familia a través del laberinto, comenzando a confundirse después de unos segundos.

—¡Metrarón!— la voz de Belcebú sonaba cerca, pero no lo suficiente—¡Vamos, muévanse!

Aziraphale se quedó paralizado al ver como el viejo hombre les sonreía entre la tenue luz que proporcionaba la luna. El omega contuvo la respiración, colocándose delante de sus hijos y Crowley que protesto por el movimiento pero no podía hacer mucho debido a su condición.

—Lo lamento, esto no es personal, pero a mí me enseñaron a acabar con mis enemigos.

Y sin pensarlo dos veces, disparó en su dirección antes de que Belcebú lograra derribarlo con su cuerpo.

El corazón de Crowley se detuvo al ver cómo su omega caía frente a sus ojos, logrando que los niños lanzaran gritos de terror y pánico.

—No, no Aziraphale, no vas a dejarnos ahora que somos una familia.

Omega | Ineffable HusbandsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora