Encuentros

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—Aziraphale, tienes que escucharme. Para un poco por favor.

El omega apenas si había tenido tiempo de ir hasta su departamento, recoger algunas cosas de sus hijos antes de salir corriendo hasta el hogar de Anathema, y aunque trató de ser lo más discreto posible, fue difícil ignorar las camionetas negras que estaban aparcadas frente a aquel edificio.

—¿Parar? ¡Ellos ya estuvieron en mi casa! Se llevaron los pasaportes de mis hijos ¿Crees que me voy a calmar con eso que sé?— Aziraphale se movió con nervios por toda la sala y parte de la cocina, recogiendo las cosas de Muriel y Adán— Tengo que llevarlos lejos ¿La puerta trasera del edificio está libre?

Anathema miró a Newt, quien estaba intentando despertar a los niños.

—¿Vas a volver a huir?

—Tengo que irme, mis hijos estarán a salvo solo conmigo.

La beta se mordió el interior de la mejilla—¿Nunca haz tenido curiosidad por saber por qué Crowley te sigue buscando aún después de tanto tiempo?

—¿Tu si?

—Debo admitir que al principio creí que él te había sido infiel y que al final jamás te buscaría, pero Crowley siempre encuentra la manera de dar contigo, cada vez envía más gente para no perder tu rastro. Esta es la tercera vez.

—Quizá su omega en turno no le divierte lo suficiente. No lo sé, hace mucho que he querido dejar de pensar en la respuesta. Además, sabes que Crowley nunca quiso tener hijos ¿Haz pensando siquiera en lo que podría hacerles a Muriel y a Adán si se entera?

No es que Crowley nunca hubiera querido tener hijos, en realidad él si quería, pero tenía miedo de transformarse en sus padres, en exigirles y nunca darles amor, él tenía miedo de no criarlos correctamente, pero eso nunca pudo decírselo a Aziraphale, pues ello le llevaría a una conversación que le daba aun más temor tener.

—¿A dónde vas a ir?

—No lo sé, pero en cuanto logre establecerme te lo haré saber. Estarás más segura así.

Anathema asintió, hacía mucho que ella y el Omega sabían que Crowley no se dedicaba a cosas legales, y si bien no tenían certeza de su trabajo, las pistas que dejó el Alfa eran bastante claras.

—Te ayudo. Ve por los niños.

Aziraphale estaba nervioso, y más cuando sus hijos comenzaron a cuestionarle, pero aún así trató de mantenerse firme, ellos no podían saber que su padre estaba vivo y mucho menos que los llevaba persiguiendo casi desde que ellos nacieron. No, no podía hacerlos preocupar de esa manera, así que se las arregló para inventarles cualquier pretexto y aunque Adán no estaba del todo seguro, decidió obedecer a su padre.

—¿Podemos ir a un lugar con playa?

Anathema y Newt sintieron como su corazón se oprimía ¿Qué iban a hacer sin sus dos pequeños ángeles? A ellos les gustaría que se quedaran a su lado, después de todo eran una familia, pero si eso ponía en peligro su seguridad, entonces lo mejor es que se fueran, que se alejaran del peligro.

—No ¡con nieve!

Aziraphale hizo que sus hijos se despidieran de sus tíos antes de hacerles bajar por las escaleras de servicio, ordenándoles que no hicieran ruido. Pero ni siquiera todas sus burdas precauciones fueron suficientes para pasar desapercibidos delante de las camionetas que los esperaban.

—¿Pensabas irte de mi lado otra vez, ángel?

Esa voz hizo que el omega se congelara, sin atreverse a mirar al frente ¿Qué se supone que debía decir? Habían pasado tantos años que todo esto se sentía tan irreal, como si Aziraphale en cualquier momento fuera a despertar de aquel sueño.

Omega | Ineffable HusbandsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora