Capítulo 20.

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Me desperté gracias a unas lamidas en mi rostro.

En un principio me molestó pero luego luego recordar que había pasado la noche con un cachorro y que probablemente fuera el se me pasó el enojó.

Abrí los ojos y me encontré con la hermosa mirada de mi querido Zeus.

Me imagino que esa fue su forma de despertarme para decirme: ¡Oye tengo hambre! Dame comida, necesito hacer mis necesidades.

Me levanté y lo baje de la cama.

Fui al baño, me cambie de ropa y llevé al cachorro al jardín trasero, nada pequeño, de la casa para que hiciera sus necesidades.

Inmediatamente empezó a correr de un lugar a otro.

Yo corría a su lado, de vez en cuando cambiaba de dirección.

Fue muy gracioso ver como corría con sus pequeñas patitas detrás de mi casi sin poder.

Es asombrosa la felicidad que un simple cachorro te puede llegar a ocasionar.

Seguimos jugando un rato, corriendo y retozando. Me sentía como una niña pequeña en ese momento.

Luego hizo sus necesidades y fuimos a la cocina. El iba caminando a mi lado. Cosa que me entusiasmó, me imagine dentro de unos años caminando con un poderoso pastor alemán a mi lado, protegiéndonos el uno al otro.

Le serví la papilla que me dieron en la veterinaria, me recomendaron dársela todos los días de desayuno y alguno que otro día antes de dormir.

Cuando entré a la casa me pude dar cuenta de que mi mamá no estaba en casa, últimamente pasa mucho tiempo fuera.

Al rato mi madre llegó en su auto y fue directo a la cocina, donde yo estaba.

–Hola hija.–me saludó mientras tomaba  un bajo de jugo de naranja de la nevera.

¿En serio, ni un beso? Llevan más de 24 horas sin verse y no es capaz de tener contacto físico contigo.

Tanto tu como yo sabemos que ella es así desde que tengo memoria prácticamente.

–Hola mamá. Está tarde viene una amiga a estudiar en casa.

–Bien, me alegra que hagas amigas. Desde siempre has tenido a Víctor y se que es un buen chico, pero hay cosas que no las puedes hablar con el y con una amiga si. ¿Y como se llama la chica? ¿La conozco?

–Pues...no has tenido el placer de conocerla. Se llama Karina.

No se porque pero su rostro se tornó in poco turbio y preocupado.

–¿Karina?–asentí levemente–¿Cuál es su apellido? ¿Cómo es físicamente?

–Pues...ella es un poco más alta que yo, rubia, ojos verdes, figura atlética. Y su apellido es Ledesma.

¿Se está riendo?

Tanto trabajo la está volviendo loca.

Sin duda. Pero me asusta que se este riendo en este momento.

–Dime, ¿desde hace cuanto la conoces?

–Desde que empezó este curso escolar.

–No es cierto.–¿pero que demonios...?

–¿Qué?

–¿No te lo ha dicho, verdad? ¿Es que no te has dado cuenta?

–¿De qué hablas, mamá?

–Eres una estúpida, cariño. Esa chica...Karina...es la misma niña que te molestaba hace años, ¿Recuerdas? La culpable de todo tu sufrimiento durante años, de que tijeras tu cabello, la culpable de tus problemas de socialidad, de todo. Es la misma chica.

Esto no es amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora