Capítulo 11.

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–¿No te gusta ninguno?–preguntó mientras se paraba a mi lado.

Al menos todo parece ir normal, como hasta ahora.

–Están bien, pero no es lo que busco.

–¿Buscas alguna otra raza?–preguntó mientras acariciaba a los pequeños.

–No es la raza, me gustan los pastores alemanes y ahora creo que es la raza correcta para mi. Es solo que, estos no...

–Son para ti.–me interrumpió mirándome a los ojos, casualmente diciendo justo lo que yo iba a decir.

–Escato. ¿No hay algunas otro pastor alemán?

–Lo hay, pero no tiene pedigrí, lo rescatamos de la calle. Al parecer sus dueños lo echaron. Vino en un estado crítico, si te decides por el, debes tener claro que no te lo podrás llevar hasta dentro de unos días porque aún no se ha recuperado del todo. También deberá visitar a la veterinaria más seguido de lo que un perro normal no haría.

–¿Puedo verlo?

–Claro.

Me guió hasta una puerta que había había fondo de la habitación, al entrar bi que había varias vallas como afuera, pero estas estaban vacías.

Una de las de cristal tenía algo dentro.

Un pequeño cachorro apenas visible.

Puedo ver que es un pastor alemán. Pero también puedo notar que no está en un peso adecuado.

–¿Qué edad tiene?–pregunté acercándome, detrás de Karina.

Debo admitir que me daba un poco de miedo, es como cuando ves a un bebe pequeño, recién nacido delante de ti y sientes que podría romperse solo de tocarlo.

–Apenas tiene 32 días.

–¿32? Pero si aún no está en edad de destete.

–Sus dueños lo echaron a la calle sin ninguna piedad.

–Es horrible.–dije ya delante de la pequeña pared de cristal, con las manos apoyadas en el mirando al cachorro que parecía dormir.

–¿Sabes? No sé va a romper porque lo alces.

–Ya se, pero esta dormido.

–Duerme más de lo habitual por los medicamentos. Hola pequeño.–Dijo acariciando delicadamente al pequeñín.

El cachorro casi de inmediato levanto la cabeza, luego todo su cuerpo y empezó a mover su cola desenfrenadamente. Acto que los otros cachorros no imitaron, si bien la movieron, no lo hicieron con tanta efucividad.

Al parecer el pequeño e muy apegado a Karina, no deja de besarle la mano.

–Toma.–me dijo alzando al cachorro y colocándolo en mis manos.

Acto el cual me asustó un poco.

–Ay madre.–no pude evitar exclamar al sujetarlo. Están pequeño que me da la impresión de que se fuera a caer entre mis dedos.

–Tranquila, no muerde.–dijo la rubia guiñándome un ojo.

El cachorro ahora me movía la cola y me besaba a mi. Tengo claro que es mucho más cariñoso que los demás.

–¿No le han puesto algún nombre?

–No, todavía no. Esperábamos que alguien lo quisiera adoptar. Pero, casi todas las personas que vienen aquí buscan a un perro con pedigrí que cueste muchos dólares.

–Me lo voy a quedar.

–¿Segura? Ya te dije que...

–Estoy segura.–No la dejé terminar de hablar.–¿Cuando me lo podría llevar?

Esto no es amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora