∆ Lirio de Fuego ∆

Extra I

A Katsuki siempre le había parecido extrañamente pacífico viajar a través de las Profundidades. Supuso que se debía a su regularidad: el espaciado uniforme y enrejado de los árboles, la uniformidad del frío, siempre un soplo demasiado frío para pasar por temperatura ambiente. El silbido del viento que soplaba muy arriba era como una canción familiar para él, el constante crujido de sus pasos contra las hojas secas era un metrónomo que guiaba los latidos de su corazón. Era fácil sumergirse en ello, casi meditativo, argumentaba.

Por supuesto, la mayoría de la gente no sentía lo mismo que él, y con razón. Las Profundidades eran una trampa mortal para cualquiera sin un firme dominio de la magia, y sin la iniciación adecuada, incluso los más fuertes caerían ante el canto de la sirena. Katsuki solo era invencible en la medida en que continuaba haciendo todo según las reglas sin cometer ningún error, es decir, ni remotamente.

Katsuki siempre trató de limitar su tiempo dentro de las Profundidades. Porque a pesar de sus sentimientos poco ortodoxos hacia él, al final era solo una persona, y aunque podía desafiar el bosque durante más tiempo que la mayoría, estaba lejos de ser inmune a su influencia, especialmente después de períodos prolongados de tiempo.

Por lo general, no era tan difícil hacer viajes cortos; a la mayoría de los destinos a los que vale la pena atravesar las Profundidades se puede llegar en aproximadamente una hora, tal vez dos horas como máximo, si sabes a dónde te diriges.

Pero realmente tenías que saber exactamente adónde ibas.

Y ahí radica la cuestión: la sutil diferencia en el riesgo. Las Profundidades eran relativamente seguras si sabías lo que estabas haciendo, pero solo como un medio para llegar a algún lugar conocido. La exploración era una bestia diferente.

Ocurrió a finales de marzo. Katsuki había estado buscando una pequeña isla que se decía que estaba ubicada en algún lugar del centro del cuadrante suroeste. Habían pasado unas tres horas y media; Estaba cansado, hambriento, agitado y comenzaba a preguntarse si el lugar realmente existía.

Sabía que estaba tentando a su suerte. Para alguien que entendió la falacia del costo hundido, Katsuki seguramente se encontró pensando, "solo diez minutos más", mucho.

Solo cuando miró hacia su brújula y el sonido de un chirrido cercano lo sobresaltó, supo que tenía que salir. Aquí abajo, la capacidad de controlar los reflejos era el tamiz que separaba a los que vivían de los que no. Nunca fue una buena señal cuando empezaste a reaccionar ante las sorpresas.

Katsuki cambió de rumbo y aceleró el paso. El punto de salida más cercano estaba a poco más de veinte minutos y desde allí había un corto trayecto en tren hasta Aareves. Tomaría algo para cenar y aclararía su mente, tal vez vería una película antes de regresar a casa. Estaría bien. Estaría bien.

Mantuvo sus ojos fijos en la brújula mientras caminaba, y en su decidida persecución, no se dio cuenta del hylek que se interponía en su camino hasta que fue demasiado tarde. Katsuki maldijo mientras caía hacia adelante, con las rodillas atrapando el peso de su cuerpo y su mochila. No perdió tiempo en levantarse, con el corazón martilleándole en el pecho mientras luchaba por seguir moviéndose.

Y tal vez si hubiera tropezado un poco más arriba, llegando a las profundidades del crepúsculo, o incluso solo a los escalones superiores de las profundidades nocturnas, no habría sido gran cosa. Un pequeño retraso en su viaje, como máximo. Pero no estaba en una de esas regiones más altas, sí, el ciclogeist con el que se había cruzado hacía menos de diez minutos era una indicación.

Katsuki pudo saborear la gravedad de su error, amargo y que le provocaba náuseas, mientras sus pensamientos surgían en una espiral vertiginosa que amenazaba con tragarlo por completo.