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𝐂𝐚𝐩í𝐭𝐮𝐥𝐨 6


26 de junio de 2000

—¿Issa? 

—En el baño —anuncio. 

Tomo el cepillo dental y un segundo después, a través del espejo, veo a Diane aparecer en el umbral de la puerta. Lleva ese vestido rosa con estampado de fresas que usa como pijama y el cabello despeinado. Se aferra a ese conejo de peluche viejo que alguna vez fue mío como si su vida dependiera de ello. Me llama la atención lo roja que tiene la nariz.

—¿Puedo dormir contigo hoy? —cuestiona con esa voz tan aguda, rascándose la parte posterior de la pierna con el pie descalzo—. Por favor.

—Estoy por salir, Diane.

—¿A dónde vas, Issa? —el pequeño rostro se le ilumina. Yo bajo la vista hacia ella cuando spara a mi lado. Con la mano estruja mi vestido—. ¿Vas al parque? ¿Puedo ir contigo? ¿Puedo llevar al Señor Orejas?

—Son las ocho, cariño. Tú no puedes salir a las ocho. Es más, ya deberías estar dormida.

Diane hace un puchero y frunce el ceño. Se aparta el cabello de la cara mientras que con la otra mano acaricia las orejas blancas y esponjosas del peluche. Yo me apresuro a terminar cuando la escucho sollozar. Luego de devolver el cepillo a su lugar me vuelvo a ella. Le alzo el mentón y le muevo el rostro de un lado a otro.

—¿Qué pasa, pulga? ¿Estuviste llorando?

—La tormenta —explica, con la voz entrecortada—. Tengo mucho miedo. Por favor, Issa. ¿Puedo ir contigo?

—Voy a una fiesta, Diane. Una niña de siete años no puede estar en una fiesta.

—¿Y si te quedas? Veamos una película —antes de seguirme se pasa la mano por debajo de los ojos para limpiarse la humedad de las lágrimas. Escucho sus pequeñas pisadas detrás de mí—. Estuviste todo el año en ese internado y ahora que saliste no quieres pasar tiempo conmigo. Te prometo que no roncaré y trataré de mantenerme en mi lugar toda la noche. Y si necesito ir al baño lo haré por mi cuenta. Ni siquiera te pediré que me leas un cuento.

—Diane —exhalo al ver las enormes gotas de lágrimas que se le adhieren a las pestañas. La nariz se le enrojece más—. ¿Qué hay de Becca? Dile que duerma contigo.

—A mamá no le gusta. Dice que Becca tiene cosas más importantes que hacer que dormir contigo. 

—¿Y si te metes a la cama con mamá y papá? A ti si te lo permiten.

—No, no —niega de inmediato, con los ojos muy abiertos—. Yo quiero estar contigo. Issa... 

Diane suelta ese suspiro largo y entrecortado que precede al llanto desconsolado. El pecho se le infla gradualmente. Y ahí vienen las lágrimas. Una tras otra. Llora tan fuerte, y casi gritando, que si alguien la escuchara diría que la estoy torturando. 

Nunca me ha gustado verla así, mucho menos escucharla. Me recuerda a cuando era una recién nacida, cuando nadie en esta casa lograba dormir por su llanto desgarrador. A veces desearía que tuviera un interruptor de apagado.

Pero Diane es mi hermanita. Es apenas una niñita. Siempre que estoy por perder la paciencia con ella recuerdo que yo hubiera deseado que August fuera conmigo como yo soy con ella. Entonces me acuclillo y la abrazo muy fuerte. El corazón se me parte en dos al sentirla temblar en mis brazos.

—No, cariño... no me gusta que llores, Diane. Por favor. Deja de llorar —la voz me sale con desespero. Me estoy empezando a aturdir—. Ay, por favor. Esto debería de lidiarlo mamá no yo... —me aparto para mirarla a la cara y le enjugo las lágrimas. Es momento de ceder—. Está bien, está bien. ¿Si me quedo dejarás de llorar?

𝐏. 𝐃. 𝐀𝐮𝐧 𝐭𝐞 𝐚𝐦𝐨 | 𝐋𝐚𝐫𝐢𝐬𝐬𝐚 𝐖𝐞𝐞𝐦𝐬Donde viven las historias. Descúbrelo ahora