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𝐂𝐚𝐩í𝐭𝐮𝐥𝐨 8


-¡Sale una doble de res! -escucho a mi espalda, casi en mi oído. Pestañeo ante el sonido repetitivo y agudo de la campanita que anuncia la salida de la orden.

No fue una buena idea dejar que Sam eligiera la mesa. Es decir, es bueno estar a la par del área de juegos para tenerla vigilada en el momento en que ella decida ir a divertirse. Pero también estamos cerca de la cocina. Y los gritos de los niños mezclados con los del personal empiezan a aturdirme. Además, estoy segura de que ya subí diez kilos con tan solo respirar el aire grasiento de este lugar.

-A ver, Amy. Acabo de decírtelo... -dice Loise, concentrada en una llamada del trabajo, hundida en el asiento frente a mí. Sam está a mi lado, comiendo una hamburguesa del menú infantil-. Necesito que ese contrato esté redactado para hoy. ¿A caso tengo que explicártelo con manzanitas?

-¿Quieres más salsa en tus papas? -le pregunto a Sam.

-Sí, por favor. Y... -la veo abrir la hamburguesa-. ¿Le quitas la cebolla?

-Creí que estas venían sin cebolla.

-¿Él lo dijo? -cuestiona Loise con exasperación. Se pellizca el puente de la nariz con los dedos-. No. No. No -repite, estrujando una servilleta-. No me importa lo que Will te haya dicho, Amy. La socia mayoritaria soy yo, así que si te digo que hagas una cosa, entonces vas y lo haces, ¿de acuerdo? Adelante, te escucho -eleva la mano en el aire y la deja caer sobre la mesa. Los cubiertos tintinean por el movimiento.

Mientras Sam vuelve a la hamburguesa yo me recargo en el respaldo acolchado del asiento. Es uno de esos que hay en la cafetería, los que están pegados al ventanal y tienen una mesa en el centro. Pero estos son rojos y al ser de cueros sueltan un chirrido con cada movimiento que damos. A Sam le divierte. Dice que son como gases.

-Larissa -me llama Loise. Retiro la vista de una de las tantas familias que hay en el lugar y la miro a ella. La encuentro tapando el micrófono del teléfono con la mano-. ¿Podrías por favor pedirme un vaso con agua?

-Claro -asiento. De inmediato elevo la mano hacia un mesero.

-Gracias -Loise se aclara la garganta y vuelve a la llamada-. Quiero... No me interrumpas cuando hablo, Amy. Yo también estoy cenando. Solo quiero pasar un momento agradable con mi familia, pero si no haces bien tu trabajo entonces no podré hacerlo. Ayúdame con eso, ¿si? Está bien. Sí, está bien. Te llamaré en una hora. Gracias.

-Dos vasos con agua, por favor -le digo al mesero. Volteo a ver a Loise. Ha terminado la llamada pero sigue en el teléfono-. Y... ¿extra de papas para las tres?

-¡Si! -grita Sam. Loise asiente, aún con la vista en la pantalla.

-De acuerdo, tres extras de papas.

El chico asiente, se guarda la pequeña libreta en el bolsillo de la camiseta y se marcha tan pronto como llego. No lo quería admitir, pero haber escuchado a Loise decir «mi familia» me ha dejado un nudo en el estómago y en la garganta. Esta es la primera cena que compartimos después de cuatro años. Pero esta noche no tiene punto de comparación con las del pasado. Sam ya no tiene tres años y Loise ya no es mi esposa. Ahora ella tiene a alguien más que la espera en casa.

-¿Estás enojada, mami? -le pregunta Sam, acurrucándose bajo mi brazo. Loise le pide la pequeña mano y la sujeta por encima de la mesa-. ¿Conmigo y mamá?

-No, mi amor -contesta con dulzura. Es increíble cómo ha cambiado tan drásticamente de actitud. Es como si tuviera ante mí a dos personas diferentes. Aunque no debería de sorprenderme tanto. Loise siempre ha sido feroz en los negocios o en otras áreas de su vida pero si de Sam se trata el corazón se le derrite ante ella-. Solo tuve un pequeño problema en el trabajo, pero no estoy enojada contigo. En lo absoluto. Todo lo contrario, estoy muy orgullosa de ti, de cómo a pesar de tus nervios tomaste ese micrófono y recitaste tus diálogos sin equivocarte. Si pudiste con eso eres capaz de cualquier cosa, Sam. Nunca lo olvides.

𝐏. 𝐃. 𝐀𝐮𝐧 𝐭𝐞 𝐚𝐦𝐨 | 𝐋𝐚𝐫𝐢𝐬𝐬𝐚 𝐖𝐞𝐞𝐦𝐬Donde viven las historias. Descúbrelo ahora