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𝐂𝐚𝐩í𝐭𝐮𝐥𝐨 35


—¿De qué hablan?

—De Cassie.

—De Becca.

Loi y Diane están rígidas detrás del mostrador. Se miran entre sí con aire conspirativo, como si estuvieran planeando el robo del siglo.

—De lo bien que Cassie se entiende con tu madre —explica Loi—. De eso hablábamos.

—Sí, claro.

Diane asiente y de un trago se toma el último sorbo de champaña que le queda en la copa. Luego la abandona sobre el mostrador para salir huyendo.

—¡Qué bien pinta esto! —la escucho gritar. La sigo con la mirada hasta que atraviesa las dos puertas de la entrada a la cocina.

Resulta que aquella imagen del diseño de la pastelería que Becca me describió se quedó demasiado lejos de la realidad. Estamos aquí, en la inauguración, y todo es mucho mejor de lo que mi mente limitada pudo imaginar. A mi madre se la ve muy feliz. Por lo tanto yo estoy feliz. Sin embargo, hay algo que me inquieta.

Personalmente no me considero una persona paranoica pero hace más de una semana que Loi está actuando muy extraño. En casa se la pasa cuchicheando con Sam, y no es eso lo que me resulta curioso, sino el hecho de que lo hagan en español y no en portugués. Las dos saben muy bien que yo no entiendo el español. Y hoy, además de hacerlo Sam, también ha ido de un rincón a otro hablando en susurros con Diane y con mi madre.

Dejo los macarons sobre el mostrador y apoyo las manos en el cristal. Hace cuatro meses dije que en mi vida ya no quería más secretos, así que esta situación termina ahora.

—¿Me estás ocultando algo? 

Lo pregunto así, sin suavizar el tono, y entorno los ojos, como si con eso pudiera adelantar la respuesta.

—¿Qué podría ocultarte, cariño?

Loi se ve tranquila, con esa sonrisa que me desarma. Siento su mano en la mía y la veo inclinarse en mi dirección. Me está dando un beso con sabor a champaña.

—No te estoy ocultando nada —añade. Me frota el labio con el pulgar—. Al menos nada que sea malo.

—¿Qué?

Me quedo paralizada en mi lugar mientras ella camina hacia la cocina, siguiendo la misma ruta que Diane.
No tardo en ir tras ella.

—¿Qué me estás ocultando, Loise?

—Sam, es hora de irnos.

La veo empujar la puerta, y luego, a los cinco pares de ojos clavándose sobre nosotras.
Sam está sentada en la encimera, al lado de Cassie. Las dos tiene harina en la punta de la nariz. Becca está sacando más brownies del horno, y Diane y Martha se comen los de la bandeja.

—Pero acabamos de venir —protesta Sam.

—No. Estamos aquí hace dos horas. Debemos dejar a la abuela. Ahora tiene un negocio qué atender.

Sam hace un puchero.
Me mira, en busca de mi apoyo, pero no hay nada que yo pueda hacer. Cuando me encojo de hombros ella se baja de un salto; tan gruñona como siempre.

Hace dos días supo que Becca es su abuela real, y desde entonces no la deja ni un segundo. Cuando se lo dijimos no paraba de celebrar. Decía que ahora sí podría presumir con sus compañeros, porque antes, cuando creía que Adeline era su abuela, no podía decirle a los demás niños que la suya también era la mejor abuela del mundo.

𝐏. 𝐃. 𝐀𝐮𝐧 𝐭𝐞 𝐚𝐦𝐨 | 𝐋𝐚𝐫𝐢𝐬𝐬𝐚 𝐖𝐞𝐞𝐦𝐬Donde viven las historias. Descúbrelo ahora