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𝐂𝐚𝐩í𝐭𝐮𝐥𝐨 27


El olor a coco me inunda las fosas nasales y un extraño cosquilleo en la nariz hace que abra los ojos. No puedo controlar las ganas de estornudar así que acabo haciéndolo. Es entonces cuando empiezo a tomar consciencia.

Loise sigue dormida, con el mentón apoyado en mi cabeza. Yo estoy abrazada a ella, hundida en su pecho, y ahora comprendo que el cosquilleo en la nariz me lo produjo el roce de su cabello. Qué hermosa forma de despertar.

—Buenos días —me dice Loise, tomándome por sorpresa. Me aparto lo suficiente como para mirarla a los ojos y descubro su sonrisa somnolienta.

—¿Estás despertando también?

—No —contesta con una sonrisita—. Lo hice hace una hora.

—¿Me has estado abrazando durante una hora?

—No quise incomodarte, y además, disfruté viéndote dormir.

Loi vuelve a guiarme a su pecho y me abraza muy fuerte. El calor que me recorre el cuerpo cuando siento sus labios en mi frente es indescriptible. La paz que estoy experimentando en este momento no se compara con nada de lo que haya vivido antes. No me quiero ir de aquí nunca. Quiero quedarme a vivir en el pecho de Loise para siempre.

—¿Entonces no fue un sueño? —pregunto. 

—No lo fue.

—¿Qué hay de Sam?

Vuelvo a alejarme de ella y esta vez decido incorporarme hasta quedar sentada. Loise lo hace también, con las piernas plegadas hacia un lado y la mano apoyada en el colchón. Lleva el mismo conjunto blanco, y yo, sigo estando desnuda.

—Lo más probable es que esté profundamente dormida. Son las seis. Despertará hasta las ocho.

—¿Tienes pruebas hoy? ¿Para el vestido?

—La última.

Loise intenta levantarse pero yo no se lo permito. Sujetándola de la muñeca me deslizo en su dirección hasta quedar frente a frente. Con la otra mano le arreglo el cabello.

—Te hice una promesa y la voy a cumplir —le digo, sintiendo cómo el pecho se me oprime—. Te dije que si me dejabas estar contigo una última vez dejaría que te casaras con Harry. Y eso haré. Pero la decisión está en tus manos, Loi. Haz lo que creas conveniente.

En el fondo de mi corazón deseo una respuesta positiva. Espero que Loise tire todos sus planes a la basura y me diga que me ama, y que me elige a mí por encima de cualquier cosa. Pero lo que hace es mostrarme una sonrisa rota. No hace falta ser muy inteligente para darme cuenta de lo que esa sonrisa representa. Se acerca un poco más, en busca de mis labios y me da un beso muy lento.

—Quédate a desayunar —me pide en un susurro. Nuestros rostros están a un centímetro de distancia. Su mano tibia mi acaricia la mejilla—. Puedes ducharte mientras lavo tu ropa y luego fingiremos que has venido a ver a Sam porque la extrañas.

Yo no respondo con palabras sino con otro beso. Me duele el corazón y quiero llorar. ¿Pero de qué me serviría hacerlo? Esta es la despedida. Si Loise me está dando esta oportunidad debo aprovecharla al máximo; sin lloriqueo ni lamentaciones. Cuando estoy a punto de quitarle la blusa, ella me empuja hacia el colchón y mete la mano por debajo de la sábana.

—Es mi turno —dice—. ¿Estás de acuerdo?

—Por supuesto —asiento. Con mi mano en su nuca la atraigo para besarla, y suspiro directamente en su boca una vez que siento sus dedos dentro de mí.

𝐏. 𝐃. 𝐀𝐮𝐧 𝐭𝐞 𝐚𝐦𝐨 | 𝐋𝐚𝐫𝐢𝐬𝐬𝐚 𝐖𝐞𝐞𝐦𝐬Donde viven las historias. Descúbrelo ahora