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𝐂𝐚𝐩í𝐭𝐮𝐥𝐨 22

Un mes. Solo queda un mes para la boda de Loise. Y todavía sigo sin saber nada de ella. No me importa mucho ya. O al menos es lo que quiero creer. Pero supongo que el hecho de iniciar esto mencionándola a ella me contradice por completo.

De acuerdo, sí me importa. Me importa mucho. Porque todavía recuerdo lo que me dijo. Todavía recuerdo el miedo en su mirada y la desesperación en su voz. ¿Qué sería de mi vida si Loise pierde la razón? No. ¿Qué sería de la vida de Sam?

También he estado dándole vueltas a ese asunto de sus problemas con Harry y al proyecto de Noruega. ¿Lo resolvieron? Es decir, ambas cosas. No lo sé, no debería importarme ya. Mucho menos en este punto de mi vida. Pero es imposible. No puedo dejar de pensar en ello.

—¡Yo voy! —grita Lorraine desde la sala. El sonido del timbre todavía hace eco en las paredes.

Solo estamos las dos. Diane no llegó a dormir y Becca ha ido al supermercado con las niñas en compañía de Martha. Yo estoy preparando el desayuno, o bueno, una parte. Tener a Sam y a Amelie en casa ha sido más complicado de lo que pensé. Literalmente han acabado con todo lo del refrigerador. A veces discuten por tonterías y la mayor parte del tiempo solo quieren que juegue con ellas. Las amo, pero es agotador.

—¿Quién es, cariño?

Lorraine no contesta. Transcurre un minuto para que pueda deducir lo que pasa. Alzo la vista de las manzanas y ladeo la cabeza. Ese sonido no coincide con mi recuerdo. Según yo Lorraine está usando mis pantuflas no tacones.

—Yo.

Suelto el cuchillo y exhalo. ¿En verdad? Justamente hoy. ¿Loise tenía que venir hoy?
No quiero voltear. Me rehúso a voltear. Hace semanas no sabía nada de ella y hasta ahora todo ha ido muy bien entre Lorraine y yo. Nos acabamos de comprometer, por Dios. Que Loi haya aparecido justo ahora, que se haya atrevido a venir hasta aquí solo es una muy mala señal.

Al final cedo. ¿Qué podría salir mal? Solo está aquí por Sam seguramente. Debo actuar normal, con calma. Loise solo es la madre de mi hija. Solo ha sido el gran amor de mi vida. Me limpio las manos y la miro.

—Loi.

—Larissa.

Creo que soy la persona más débil que pueda existir, porque el solo hecho de escuchar mi nombre de su boca hace que se me revuelva todo. Me tiemblan las piernas.

—Las medicinas de Sam —explica, mostrándome una pequeña bolsa de papel—. Hablé con el doctor. Le harán un pequeño cambio en la dósis pero para eso necesita verla. Le agendó cita dentro de una semana. Lamento no haberte marcado antes, quería...
Quería sorprenderte pero la sorprendida fui yo.

—No comprendo a lo que te refieres.

Soy consciente de mi ceño fruncido. Loise solo parpadea mientras le echa un vistazo a la cocina. Pareciera que no la hubiera visto antes cuando en realidad estuvo aquí hace un mes.

—Lorraine y tú —comenta.

Vuelve a callar y me mira. Así nada más, en espera de que yo saque mis propias conclusiones. Y lo hago. Sé a lo que se refiere. Lo supe desde el primer momento. Loise ha permanecido completamente rígida en su lugar. Aún lo está, y sumado a eso su mirada es reprochante. Es como si le diera repulsión el solo hecho de pensarlo. Le da asco la noticia de mi compromiso.

—Felicidades, supongo —añade. Se acomoda el bolso en el antebrazo y camina. Se detiene al estar junto a la barra y deja caer en ella la bolsa de las medicinas. No la pone. La deja caer—. ¿Te harás cargo tú o prefieres que lo haga yo?

𝐏. 𝐃. 𝐀𝐮𝐧 𝐭𝐞 𝐚𝐦𝐨 | 𝐋𝐚𝐫𝐢𝐬𝐬𝐚 𝐖𝐞𝐞𝐦𝐬Donde viven las historias. Descúbrelo ahora