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𝐂𝐚𝐩í𝐭𝐮𝐥𝐨 25


La noche está fría pero los labios de Loise me reconfortan. El ritmo del beso ha cambiado y ahora soy yo quien ha tomado el control. La he envuelto a ella con mis brazos. La estoy estrujando contra mí; deseando poder fundirme a su cuerpo de una vez por todas. Abrazadas en medio de la acera me siento dentro de un sueño. 

Cuando ella se aparta de primero me sorprende que no protesta ni huye. No parece molesta o arrepentida. Ni siquiera creo que sea muy consciente de lo que acaba de hacer. Froto mi pulgar en su labio inferior para limpiarlo y por un segundo me permito perderme en sus ojos. Creo que este beso me ha dejado embriagada.

—¿Por qué estás aquí? —le pregunto.

—Era mi despedida de soltera.

El recuerdo de su boda me hace soltarla. Me encojo en el abrigo y miro por encima de su hombro. El rótulo parpadea. Casi puedo escuchar el zumbido de la electricidad. No pudo creer que la magia del beso se haya esfumado tan pronto.

—¿Decidiste hacerla aquí? —inquiero. Loise niega con la cabeza.

—Una de mis madrinas sugirió pasar el rato en un bar después de la cena. No se dignó a decirnos el nombre porque se trataba de una sorpresa, y en verdad lo fue.

La escucho soltar una risa a medida que retrocede. Se ve adormilada y sus pasos son erráticos. A partir de este momento todo sucede muy de prisa. El rostro de Loise se paraliza en una expresión de susto, escucho su grito agudo y veo cómo cae de trasero en el asfalto.

—Por Dios —exclamo. Me sorprende a mí misma la rapidez con la que me acuclillo para examinarla. Mientras yo estoy muy concentrada en encontrar alguna herida ella no para de reír—. ¿Estás bien? ¿Te has lastimado?

—No —niega con énfasis. Me aparta las manos con torpeza y me mira a los ojos—. ¿Pero sabes qué me lastimó el corazón? Eso —señala hacia el cartel—. Ese absurdo rótulo neón me ha causado un dolor inexplicable. Recordé esa noche y me derrumbé. No como esto, no.

Ahora estoy un poco mas relajada como para reírme con ella, así que lo hago, y además, me siento en la acera también. Justo a su lado, hombro con hombro.

—Creo que esta caída me ha dolido menos de lo que me dolió recordarnos a ambas besándonos en la barra —continúa—. Y dije... «Al diablo, es mi despedida de soltera. Si me despido de mi soltería también debería despedirme de ella». Cuando digo «ella», estoy hablando de ti, por si no me has comprendido.

—Estás sangrando, Loi.

No es mentira; tiene una herida pequeña en el codo. No es nada grave pero espero desviar su atención con el tema porque a diferencia de lo que he creído en todos estos años, en realidad no me siento lista para tener esta conversación. Mucho menos después de haber visto a Lorraine llorar por mi culpa. Esa es una carga con la que nunca aprenderé a vivir. Sin embargo, a Loise no le importa en absoluto la tonta herida.

—Quería dejar de pensar en ti esta noche —continúa, haciéndome suspirar—. Pero por mucho que lo intenté, no pude. No puedo. Por mucho que pasen los años no consigo sacarte de aquí ni de aquí—con el índice se presiona la sien y luego el espacio del pecho donde se supone que tenemos el corazón—. Y te odio por eso. Te odio, Larissa Weems. Desde el fondo de mi corazón. Te odio porque no puedo olvidarte. Tu cuerpo, tu risa, tus manos, tus caricias... —al volver el rostro en mi dirección su nariz casi roza la mía. Me mira en silencio por un minuto que se siente eterno y luego sube las manos a mi rostro—. No sabes cuánto extraño tus labios.

—Loi...

—Déjame odiarte —susurra. Sus labios están quietos sobre los míos—. Solo esto me queda.

𝐏. 𝐃. 𝐀𝐮𝐧 𝐭𝐞 𝐚𝐦𝐨 | 𝐋𝐚𝐫𝐢𝐬𝐬𝐚 𝐖𝐞𝐞𝐦𝐬Donde viven las historias. Descúbrelo ahora