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Me follé a mi vecino.

Sinceramente, nunca pensé que fuera a suceder. ¿Me intrigaba mi vecino sexy? Claro. ¿Sonaba atractivo el sexo casual y caliente con un hombre que tenía músculos sobre músculos? Por supuesto. ¿Qué doncel soltero y recién divorciado no querría que un tipo como Namjoon le hiciera ver las estrellas? Él fue la ventaja no intencionada de elegir esta casa como mi hogar para siempre. Desde el primer día, esperaba llegar a conocerlo íntimamente. Lo había señalado como una potencial aventura post- divorcio. Pero nunca esperé que sucediera.

Y menos la semana en que me mudé.

A los treinta y dos años, había estado con dos hombres. Uno era mi novio de la escuela secundaria de tres años. El otro, mi ex marido, al que conocí en los dormitorios en el primer año de universidad. Habíamos salido durante cuatro años antes de casarnos después de la graduación.
No había coqueteado con un hombre en más de una década. Mis habilidades para ligar no sólo estaban oxidadas, sino que nunca habían existido. Así que el hecho que acabara de tener sexo con mi vecino era más que impactante, era irreal. Si no fuera por el semen de Namjoon pegado entre mis muslos, habría jurado que me había quedado dormido después del almuerzo y tuve un sueño increíble. Cuando mi matrimonio se derrumbó, pensé en ir a un bar de la esquina y encontrar una conexión al azar. Pero nunca había tenido el coraje. Ahora me alegraba haberme quedado en casa todas esas noches solitarias.

Namjoon había sido la elección correcta para mi primera incursión en el sexo casual.

Miré el techo de la caravana y me pasé los dedos por los labios. La barba de N me había dejado la piel alrededor de la boca en carne viva. Mis pezones habían sufrido bajo los ásperos callos de sus dedos. Y mi trasero estaría adolorido durante un día. Era lo mejor que había sentido en años.
Busqué una pizca de arrepentimiento, pero no encontré nada. Mi único deseo era tener una bañera en lugar de la estrecha ducha de la caravana. Me senté y busqué mi bóxer con un dedo del pie. Me levanté y recogí el resto de la ropa que estaba esparcida por el suelo. Al llevarla al dormitorio, me detuve al pasar por el gran ventanal junto a la mesa del comedor. Desde aquí, sólo se veía la esquina de la cabaña de madera de Namjoon y su techo de hojalata verde. Pero sólo ese pequeño vistazo me hizo sonreír porque él estaba allí dentro, escondiéndose de mí.

—Eso ha sido lo más tonto que he hecho en años o lo más inteligente. —Volví a tocarme los labios.

Lo más inteligente.

Mi ex y yo habíamos tenido una gran vida sexual. Al menos, la teníamos al principio de nuestro matrimonio, antes que el sexo programado le quitara la diversión. Y siempre había considerado a Ken un amante increíble. Me lo había perdido. Puede que Namjoon y yo fuéramos rápidos, pero esos quince minutos fueron el mejor sexo que había tenido en mi vida. Quería gritarlo a las copas de los árboles y chillar de alegría.

El sexo con Namjoon fue otro recordatorio que el amor que creía que iba a durar toda la vida, el amor que creía que era profundo, en realidad sólo se detenía bajo la superficie.

Durante meses, había estado soltero. Llevaba años separada de mi marido, esperando a que se tramitara nuestro divorcio. Y aunque firmar los papeles del divorcio había sido un hito, la declaración legal de mi soltería, hoy había sido el punto de inflexión. No me limitaba a proclamar que había superado a Ken, ya que las palabras sin acción siempre resultaban vacías. Hoy, había pasado a la acción. Había tenido sexo con otro hombre. Había saltado del barco a nuevas aguas.
Estaba nadando con brazadas rápidas y seguras hacia un futuro que yo mismo había creado.

Tiré toda mi ropa en el cesto, fui al baño y abrí la ducha. Mientras el agua se calentaba, me acerqué al espejo y me reí de mis mejillas sonrojadas. Puede que Namjoon se arrepintiera de lo que habíamos hecho, pero a mí me había dejado una expresión de absoluta satisfacción en la cara.
El vapor llenó rápidamente la habitación y me apresuré a entrar en la cabina. Las duchas de mi caravana no eran muy largas, pero el agua caliente era suficiente para relajar la rigidez de mis hombros. Cuando salí y me até el cabello con una toalla, me encontré con mi propia sonrisa en el espejo. ¿Debería ser tan feliz? ¿No debería haber alguna preocupación dando vueltas en mi cerebro después de tener sexo con un extraño? Volví a buscar una pizca de vergüenza.Y de nuevo, no encontré nada. Con sólo mis toallas, fui a la nevera y saqué el chardonnay que había puesto allí la noche anterior. Me serví un buen vaso y me senté en el sofá. Mientras bebía a sorbos, una sonrisa se dibujó en la comisura de mis labios.

Namjoon había salido corriendo tan rápido que probablemente se había hecho un tirón en uno de sus abultados muslos. Se había enfadado mucho cuando llegó aquí antes, tan seguro que mi basura de renovación había invadido su propiedad.

La cara que puso cuando le señalé los dos hitos de la propiedad no tuvo precio. Se me escapó una risita, seguida de otra. Entonces, la presa se rompió, provocando un ataque de histeria mientras dejaba el vino y me reía tanto que se me saltaron las lágrimas de felicidad. Echaba de menos reír. Echaba de menos sentirme despreocupado. Echaba de menos ser... yo mismo. Namjoon no podía saberlo, pero lo que había hecho por mí esta tarde había roto las cadenas que me habían rodeado el corazón estos últimos años. Con cada prueba de embarazo negativa, había envuelto una cadena. Con los resultados de las pruebas de nuestro médico de fertilidad, había añadido un candado a las cadenas. Cuando Ken admitió haber besado a su compañera, añadí un ancla. Esas cadenas se habían convertido en un escudo, tras el que me había refugiado hace años.

Poco a poco, me fui deshaciendo de ellas.
Mi teléfono sonó en la encimera junto al fregadero y me levanté, sujetando la toalla contra mi pecho mientras respondía a la llamada de Tae.

—¡Hola!

Lo había echado de menos hoy, cuando había bajado a trabajar unas horas con Jungkook en su despacho. Él ya se había ido a trabajar al bar.

—¡Hola! ¿Quieres bajar al bar a cenar? Jungkook está en casa con los niños, y hay un buen grupo de gente después de las cinco, así que podría ser divertido. Acaban de entrar unos cuantos trabajadores de la construcción. Por muy tentador que fuera bajar y llenarme de pizza y una cerveza ámbar, no me apetecía. No era del tipo de doncel que sale de casa sin maquillaje y con el cabello mojado, y no tenía energía para arreglarme. Quería pasar el resto de la noche relajándome y deleitándome con mi felicidad postcoital.

—Creo que voy a pasar esta noche. Estoy agotado. ¿Lo dejamos para otro día?

—Por supuesto. Estaré aquí. —Había una sonrisa en la voz de Tae. No necesitaba trabajar, no con la gran fortuna de Jungkook, pero le encantaba ser co-propietario del bar Daegu Beats. Era su pasión.

Igual que trabajar para la Fundación
Jeon era la mía. No era glamoroso. Yo formaba parte del equipo de escena, mirando desde el telón cómo hombres como Jungkook y nuestro director general recibían las ovaciones de pie por el trabajo que hacíamos para cambiar la vida de la gente. Pero no lo habría hecho de otra manera.

—Vale, ¿te veo mañana? —preguntó Tae.

—Sí. Jungkook y yo tenemos una conferencia telefónica con el equipo de Seúl a las diez. Pasaré a traernos un café con leche de la cabaña.

—¿He mencionado lo feliz que estoy que vivas aquí? Sonreí. —Una o dos veces.

—Adiós.

Me despedí y dejé el teléfono sobre la encimera. Con el vino en la mano, fui al baño y me desenredé el cabello. Había sido bendecido con una cabeza de cabello grueso y sedoso, pero requería un secador para mantenerlo liso.
El secado al aire libre no era una opción si no quería despertarme con torceduras en un lado y un punto plano en el otro. Así que saqué el secador y me dediqué a domar mis cabellos. El generador se encendió con el secador de cabello y me miré al espejo con una sonrisa diabólica.

La tragedia que nos unió.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora