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—¡Nos vamos! —La voz de Namjoon sonó en el pasillo.

—¡Espera! —grité, subiéndome la banda de mis vaqueros pre-papá al salir del baño.

Cuando tenías que ir cada tres minutos, unos pantalones así eran imprescindibles. Mi plan era seguir disfrutando de la abundancia de spandex y lycra durante el mayor tiempo posible también después del embarazo. Volví a colocar la enorme banda en su sitio mientras bajaba por el pasillo.

Namjoon sonreía de pie junto a la puerta. Llevaba su abrigo de invierno y un gorro sobre el cabello. Llevaba unas botas de nieve hasta la rodilla que le llegaban hasta las pantorrillas. Hacían que sus ya abultados muslos parecieran aún más fornidos.

Un escalofrío me recorrió la espalda cuando caí en sus brazos. Me envolvió y me besó el cabello antes de susurrarme al oído: —Cásate conmigo.

—No —le susurré.

Él gruñó. Había decidido que era su forma de maldecir sin palabras.

Había pasado un mes desde que me habló de su hermano y me pidió matrimonio la primera vez. Desde entonces, me lo debe haber pedido al menos trescientas veces.

Y cada vez, lo había rechazado.

Me aparté de sus brazos y miré su hermoso rostro. —Por favor, ten cuidado con las criaturas de grandes dientes.

—Es invierno. La mayoría están dormidos. —Acarició la pistola enfundada en su cadera—. Pero tengo esto por si acaso.

—Deja de preocuparte, Jin. No vamos a ir muy lejos. —Jungkook salió de la cocina, con un atuendo similar al de Namjoon. Aunque sus pantalones no tenían una mancha oscura en la rodilla de la carpintería y su abrigo estaba libre de rasgaduras.

Volví a mirar a Namjoon.

—Asegúrate que mi jefe no se pierda en el bosque.

—Lo dices como si realmente me echaras de menos. —Jungkook fingió sorpresa—. ¿Significa esto que por fin te has dado cuenta de lo mucho que me necesitas?

—Sólo para firmar mis cheques de pago. Pero estoy así de cerca de perfeccionar tu firma. —Separé el pulgar y el índice unos centímetros—.
Después de eso, eres prescindible.

Jungkook se rió y puso los ojos en blanco.

—¡Vamos, Yoongi! Su hijo salió corriendo del baño de invitados, subiendo la cremallera de su abrigo negro para la nieve. Tae lo siguió detrás, llevando un abrigo de invierno verde neón que hacía juego con sus botas de nieve.

—Feliz caza, chicos. —Los tres se dirigieron hacia la cresta para cortar un par de árboles de Navidad.

—Jeon Jungkook, te ruego que consigas un árbol razonable este año. —Tae tiró de un gorro de media gris sobre la cabeza de Jungkook—. Seis pies. Siete, como máximo. No puedo tener otro de tres metros como el del año pasado.

—Claro, cariño. Conseguiremos uno más pequeño. —Jungkook le guiñó el ojo a Yoongi, quien le devolvió el guiño. Volvería con un árbol de dos metros y medio, sin duda.

—No hagan eso de guiñar el ojo entre ustedes. —Tae se cruzó de brazos—. No voy a decorar nada que supere los dos metros.

—Yo lo haré —remató Yoongi.

—Problema resuelto. —Jungkook besó la mejilla de Tae y arrastró a Yoongi hacia la nieve.

—Estoy condenado. —Tae se rió, yendo a ver a Hoseok y Jieun, que estaban jugando en la sala de estar.

—¿Tienes algún requisito? —preguntó Namjoon.

—Verde.

—Hecho. —Namjoon rozó otro beso en mis labios—.Te quiero.

La tragedia que nos unió.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora