V. El Atardecer que no pudo ser restaurado.

10 4 0
                                    

-El Atardecer que no pudo ser restaurado-

Capítulo V.
Enero, 2007.
Alessia.

El sonido de las manecillas del reloj era mi único acompañante, no había manera de salir de la habitación en la que me encontraba sin causar más problemas, en mi lista de opciones solo tenía observar la lámpara de escritorio o los lápices con adornos en formas de frutas de un lapicero de madera que reposaba sobre una mesa solitaria.

— ¿Cómo te encuentras?

La misma pregunta, la misma respuesta.

— Bien.

— Me alegra mucho, hija— respondió con dulzura.

Yo sé que no le alegra, yo sé que sus preguntas van a ser las mismas, su conducto regular, buscar el tapar las heridas sin abrir otras, es algo difícil.

— Alessia.

Subí la mirada a sus ojos color miel, no podía mirarla a los ojos sin saber que muy seguramente le mentiría de nuevo. Miré su frente, la forma de sus cejas, el cabello naciente y con horquetas de color rubio. Bajo sus ojos habían ojeras, tal vez el cansancio de ver a diario personas sin arreglo, saber que solo son eso, simples orientadores.

El que toma las decisiones de su vida eres tú, ellos solo intentan intervenir para que tomes la decisión correcta.

Muchas veces eso solo genera más dudas, más confusión.

— ¿Con quien pasaste la noche anterior?— preguntó lentamente.

Involuntariamente mi corazón latía con fuerza, mentir, mentir siempre sería la mejor alternativa con personas en las cuales no confío, no confío en su silencio, en su lealtad.

— Ingrid, pasé la noche junto a ella, ella salió, y fui con ella, no encontré el camino, me sentía con malestar, así que pasé la noche en una de las habitaciones que encontré vacías.

No era del todo mentira.

— ¿Recuerdas en que zona estabas?

En la más peligrosa, claro.

— No lo recuerdo.

Pausó un momento, supe que en ese momento iba a formular esa pregunta clave, sin filtros, barreras, porque así era ella, tengo bastante tiempo de conocerla para saber lo que va a hacer, decir o comentar.

— ¿Podrías explicarme las causas de los moretones en tu cuerpo?

Cada uno de esos fue un dolor punzante, en agonía porque ni siquiera yo sabía la respuesta.

— Seguramente son producto de los constantes golpes contra la muchedumbre, las paredes, o quizás me golpeé y no tuve conciencia de eso. — pensé analizando mi respuesta para tratar de sonar convincente y convencerla a ella, y de paso convencerme a mi.

— Sabes que el moretón de tu clavícula y cuello no fue un golpe ¿verdad?

Lo sé, perfectamente.

— La verdad desconozco como pasó. Y sé que esos, no fueron golpes.

— No soy nadie para aconsejarte, sé que no me harás caso, así que Alessia, debes tener más cuidado, en las relaciones de pareja el respeto es fundamental. 

¿Eh?

No está mal la idea, ahora que lo pienso.

— Lo sé— reí de forma que no se notará que estaba fingiendo— tendré más cuidado la próxima vez.

Quimeras De Amor Y Muerte Donde viven las historias. Descúbrelo ahora