[•]
Esa noche la conversación fluyó de la manera menos esperada, Aiden descubrió que Alessia sería esa clase de persona que nunca terminaría de sorprenderle, lo cual le resultaba inquietante. Y terriblemente extenuante de pensar.
— Sabes como detenerlo ¿no es así?
Él había dudado en responderle, pero terminó por decirle que si, la conversación fluyó mejor desde ese punto.
— Sé a la perfección que una vez salgamos de aquí volverá, y tal y como lo has dicho, ninguno está en posición de controlarlo.
Él había dudado en si ayudarle, algo en su interior le decía que iba en contracorriente, sin embargo, era una decisión que cambiaría el rumbo de su vida. Defender a Alessia era un camino arriesgado, pero si lo pensaba bien, no tenía alternativa alguna, no había manera de cumplir sus objetivos sin arriesgarse un poco.
Y de alguna forma ponerse a prueba en contra vía a todo lo que les había dicho en un principio era su mecanismo de práctica perfecto.
— ¿Te sorprendería no volver a verlo?
Él se había atrevido a preguntar.
— No.
Fue su respuesta, esa voz intermitente hizo que sintiera un impulso momentáneo de dopamina. Se dejó llevar por el impulso, y extrañamente, no sentía arrepentimiento alguno como en otras ocasiones.
— Lo haré por ti, si está en mis posibilidades, sin embargo, me debes un favor.
— El hecho no es deberlo, el hecho está en sí mantendrás el control.
Alessia resultaba ser un enigma bastante confuso.
— ¿Qué control habría sobre un rumbo nunca fijo?
Aiden la observó suspirando.
— Solo no te excedas, no tengo a nadie más a quien recurrir.
Alessia parecía confiar en él.
Eso era lo que más le asustaba.
— ¿Excederse sería algo malo?
El interrogante seguía navegando en su mente al día siguiente, así como el mal presentimiento. Serían las 6 de la mañana cuando se adentró en el cuarto de baño, su expresión reflejaba inseguridad, el agua se sintió tibia bajo su rostro en cuanto abrió la llave de la regadera, estuvo allí cerca de 15 minutos, meditando mientras sentía el olor dulce del jabón.
Hasta que el recuerdo de un olor nauseabundo hizo que sus costillas se retorcieran y quisiera vomitar, tocarlas tampoco fue de gran ayuda, pero el contacto mitigaba el dolor de alguna manera.
Finalmente decidió dar por terminado ese momento, una vez salió, se observó en el espejo, las ojeras eran profundas, su palidez enfermiza, aquella mancha seguía presente en su ojo izquierdo. Luego de bañarse los dientes lo pensó todo de nuevo antes de salir, deseó que ese no fuera el último día de su vida, porque desde luego, no iba a ser bonito.
Una vez terminó de revisar su maleta, sostuvo de nuevo el globo de nieve que Celeste le había dado, en cierto modo le entretenía agitarlo, observó los copos cristalinos moverse entre el cristal, hasta que alguien entró en la habitación, sacándolo de su trance.
— Está todo listo.
Desde la puerta, Ingrid vestía ropas similares a las suyas, tonos tenues, solo que un tanto azulados. Alecto había explicado que los tonos oscuros pasan desapercibidos en la mayoría de los casos, y muchas veces, no resultan llamativos para algunos Ángeles. Guardó el globo de nieve en la maleta y agarró el estuche del mapa, a partir de allí, el camino era largo.
ESTÁS LEYENDO
Quimeras De Amor Y Muerte
FantasyY ella vivía en una de esas burbujas, creadas para protegerse del exterior y su maldad. Pero ella olvidó que las burbujas se rompen y te dejan caer en el vacío. La niebla fue ese velo creado por los dioses para separar la luz de las tinieblas, huma...