XIII. Color carmín.

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Esa noche, Ingrid despertó como si el día de de su muerte estuviera próximo y quisiera evitarlo. Y la verdad era que no estaba muy lejos de ser cierto. Era la tercera vez que se despertaba en la noche. Miró su alrededor con temor de todo e intentó tranquilizarse. Estaba a salvo, eso era bueno.

Observó la ventana empañada a su lado, estaba ansiosa, hacia ya un mes que se hallaba envuelta en interrogatorios y medicaciones, así como traslados de un sitio a otro.

En poco tiempo conoció superficialmente 2 distritos, Obsidiana y Zafiro, hasta que finalmente concluyó con Amatista. Y allí estaba, aún a la espera de que llegara el día siguiente y pudiera someterse a su último juicio antes de terminar recluida en la correccional del distrito.

No sabía que le atemorizaba más.

Había escuchado de algunas bocas que la correccional era un sitio mucho peor que una cárcel, que todo aquel que entrara a ese lugar y consiguiera salir no era el mismo. Y finalmente llegaba a sus oídos el rumor de que algo extraño habitaba ese lugar.

Quería huir. Quería desaparecer sin dejar rastro alguno de su existencia.

Y por otro lado quería conocer a la persona que se había encargado de convencer al comandante de que no se la llevarán del distrito, y que culminara su juicio allí. Solo sabía su nombre, nunca lo había visto.

Se acomodó en la pequeña cama haciendo que el colchón crujiera y se tambaleara peligrosamente. Todas sus preguntas volvieron a su mente agobiada, no había momento de paz para ella, si no era el futuro, era el pasado, y así el presente terminaba olvidado. Jamás pensó terminar así. Sabía que existía la posibilidad de que pasara, pero era mínima en un millón de posibilidades. Una de sus más grandes preguntas era si de verdad estaba enloqueciendo.

Sonaba extraño para una joven de su edad, ella se sentía normal, fuera de que a veces el estrés y la ansiedad la carcomieran en ocasiones, y que no le gustaba el contacto con el mundo, así como finalmente concluía con episodios fuertes de todo tipo de acumulación emocional; pero luego de llorar un poco estaba mejor, se sentía como una adolescente que ya habia pasado por todas sus adolescencias, pero allí estaba de nuevo, rogando por respuestas pero temiendo de qué podría encontrarse.

Estaba coinciliando el sueño en busca de que todas las dudas de su mente desaparecieran por arte de magia, cuando escucho que alguien la llamaba.

—Ingrid.

Pensó que había sido un juego de su mente hasta que volvieron a llamarla. En la puerta se hallaba un joven con capucha, no reconoció su voz, tampoco el motivo de una visita de ese tipo tan inesperada. Decidió mantenerse a la defensiva.

— ¿Quién eres tú?

— Me conoces Ingrid, ya me has visto.

— No te estoy preguntando si te he visto, quiero saber quién eres— Ingrid respondió de forma agresiva, lo pensó un momento y se arrepintió de haberlo hecho — perdón... No quería tratarte mal.

— No pasa nada, se que no me conoces pero tienes que venir conmigo, no estas a salvo aquí y nunca lo estarás. La persona que te trajo me pidió que te llevara conmigo.

— ¿Conoces a Jarlen? Entonces... Tu eres quien lo acompañaba— Ingrid apuntó dubitativa. Se cubrió la boca cuando descubrió qué había pensado en voz alta.

— Si, mi nombre es Adrián. Pero no tenemos tiempo de hablar sobre quién soy, tenemos que irnos Ingrid.

Adrián abrió el candado de la puerta generando un eco ruidoso.

— ¡Espera! ¿Qué haces?— ella negó con las manos y la cabeza— Alguien puede venir... No... No quiero irme de aquí, si lo hago, no tendré salvación alguna... — Ingrid se encogió asustada y pensó de nuevo en la encrucijada en la que estaba metiéndose.

Quimeras De Amor Y Muerte Donde viven las historias. Descúbrelo ahora