VI. Rainy.

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– Lluvioso –

Enero, 2007.
Alessia.

Entonces voy a cumplir tu deseo, y este será nuestro secreto, no vas a abandonarme.》

Sus palabras habían sido lo suficientemente ciertas para dejarme en las fronteras de lo imposible.

Mi deseo.

Una muerte asegurada.

No había mentira, el cuerpo estaba inerte, el sonido del timbre se prolongaba a medida que gente adulta se acercaba, habían policías, conseguí identificar a un trabajador de criminalística y a los profesores, unos observaban con una expresión de asombro en su rostro, otros murmuraban entre sí mientras observaban a la supuesta asesina.

En ese momento sentí miedo de mis propios pensamientos, temí pensar en la muerte de otra persona y que ese pensamiento se hiciera realidad.

Ingrid seguía en su lugar, la orientadora le agarraba el rostro y le susurraba palabras que arrullaban el consuelo y la paz momentánea. Criminalística anotaba en su libreta, el cuerpo yacía inerte, la sangre se colaba en las hendiduras de las baldosas corriendo en diversas direcciones.

El color rojo siempre me traía malos recuerdos.

Pero nunca dejaría de ser bonito.

El color rojo llegó a mis pies, me permití observarlo en silencio. ¿Realmente valía la pena su muerte?

Valía, y mucho.

Cerré los ojos para acallar mis pensamientos, al abrirlos alterne la mirada entre el cadáver, Ingrid, y la gente que la rodeaba. Miré las manchas rojizas en la suela blanca de mis zapatos antes de sentir una mano sobre mi hombro.

Subí la mirada a sus ojos marrones, y la desvié hacia su cabello castaño con mechones blanquecinos. Las arrugas de su rostro se estiraron al sonreír con dulzura antes de murmurar un estará bien y pedirme que me retirara.

Miré la suela de mis zapatos de nuevo y  me retiré del lugar.

La gente murmuraba, algunos lloraban por la impresión, otros se mantenían en silencio acallando sus pensamientos con otras actividades, pese a todo, no sentía dolor ni pesar por esas personas, estaba en ese punto de insensibilidad que no me permitía razonar de forma correcta.

>>Este será nuestro secreto, no vas a abandonarme.

No había mayor secreto que una muerte con un culpable erróneo.

Y no había ninguna manera de abandonarlo si solo era eso, una ilusión de mi cabeza que tarde o temprano se repetiría nuevamente.

Las preguntas martillaban sin piedad mi cabeza, si solo era una ilusión Ingrid seria la culpable, pero sé que no lo hizo, entonces ¿Quién? ¿Quién fue el verdadero culpable? ¿Quién lo mató?

Él.

Esa era mi respuesta en base a lo que yo había visto. ¿Pero quién me asegura que fue así si solo yo pude verlo?

Él había ganado.

No podía asegurar que Aiden había visto lo mismo que yo, si tal vez considerara encontrar esa respuesta tendría posibilidad de seguir y comprobar una de dos cosas; la verdad detrás de todo esto, o la mentira creada por mí. 

Es un juego.

Y en un juego como este solo los más inteligentes sobreviven, y muchas veces, correr hacia el peligro es la runa más efectiva.

Quimeras De Amor Y Muerte Donde viven las historias. Descúbrelo ahora