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Siendo honesto, la razón por la que escogí la librería como una de mis opciones de donde dejar una solicitud de empleo fue por la fachada. Porque hablando de distancias, no estaba cerca de mi casa. No me importaba mucho eso si, se encontraba en la esquina de una calle llamativa, desentonaba bastante entre los locales de ropa llenos de luces de colores y los lugares para comer con música más alta de lo saludable para los oídos.

La librería tenía muchas plantas, macetas por todos lados, incluso algunas colgando. Parecía antigua, como si estuviera en la epoca equivocada, sus colores eran más bien inclinados a tonos de madera, se veía muy bien cuando los rayos del sol lograban chocar con ella. Los ventanales quizás eran mi parte favorita podía ver los estantes repletos de libros desde afuera. En cuanto a la iluminación, justo debajo del letrero que indicaba su nombre y por todo el borde exterior, estaban suspendidos focos con una luz entre amarilla y naranja. Todo demasiado cálido. Eso el primer piso, desde la calle el segundo piso se veía más normal, el concreto en las paredes, ventanas más pequeñas sin mucho detalle y un balcón.

—Buenos días señor Kim. —tenía poco que lo llamaba así. No le gustaba su nombre y aunque el "señor" tampoco era su favorito, al menos daba paso a un la relación de empleado y jefe. O la de dos desconocidos que debían que convivir.

—Buenos días Yoongi. En una hora llega un pedido, no lo metas a la bodega. Inmediatamente va al estante nuevo. Esta junto a la ventana. —de nuevo, sin mirarme más allá de solo reconocerme al entrar, me señaló el lugar.

Asentí sabiendo que eso era suficiente para él.

En efecto, un estante vacío estaba apoderándose del lugar que antes ocupaba una mesa. Era muy alto, del piso al techo. Casi todos eran así, solo habían un par que llegaban a lo mucho al metro y medio. El señor Kim decía que era para más visibilidad desde la caja y evitar robos.

Para ser un lugar con un aspecto viejo y un poco descuidado, las visitas y las ventas no eran malas. Tal vez mucho viniera de que lo vintage era lo que estaba de moda. Que era aesthetic, veía a muchos entrar solo para sacarse fotos. Muchos estudiantes pasaban buscando por libros bastante antiguos que milagrosamente el señor Kim tenía.

A veces escuchaba como el señor Kim hablaba con profesores, en otras ocasiones hombres que se veían de su edad pasaban solo a saludarlo. Ese mismo día, fue por uno de ellos que me enteré de como es que era el dueño.

—Tu padre, ¿cómo está? —había preguntado.

—No hay mucha esperanza. Los médicos pronostican un mes. —sus ojos, al contrario que conmigo, estaban viendo al hombre frente a él.

—Lo siento mucho. Tu padre siempre nos recibía con una sonrisa incluso cuando entrábamos hechos un lío. La librería, ¿qué harás con ella? —la nostalgia en su voz era imposible de pasar por alto.

—Seguiré con ella, así como él lo quiso. Desde que me la heredó no pienso en más que mantenerla en pie. Llevo trabajando aquí lo suficiente como para ya sentirla de mi propiedad.—confesó. —Seokjin vendrá ayudarme en un par de días con unos trámites de todas formas. Mi padre dejó algunas cosas a medias.

—Seokjin, ¿cómo está el muchacho?—ante aquel nombre, el sujeto ensanchó su sonrisa.

No pude escuchar el resto de aquella conversación. El camión repartidor sonó el claxon y salí a recibir las cajas.

Habían dos repartidores en cada entrega, me imaginaba que por ser una ruta regular mandaban a los mismos chicos. El señor Kim me los había presentado cuando me tocó recibir mi primer pedido trabajando ahí.

Namjoon y Jungkook. Decía que era importante reconocerlos, saber que nadie más nos entregaba y por lo mismo si teníamos algún paquete, lo enviaríamos con ellos. Tenía un convenio con aquella paquetería desde hacía unos cinco años, solo llamábamos y ellos acudirían a recoger lo que sea.

Namjoon era bastante más alto que yo, fácilmente el metro noventa, su piel parecía bronceada, musculoso. Jungkook era apenas un más bajo que él, pero se notaba que tenía más trabajo en el gimnasio. Era común ver que acudía con camisetas sin mangas dejando ver sus tatuajes y al contrario de Namjoon se notaba que no pasaba mucho tiempo al sol.

—Tres cajas. Con el sello de seguridad intacto. —dijo el más alto. —Firma aquí Yoongi, por favor.

Me pasó la tablilla con la hoja del reporte.

—¿Envían algo? —esta vez Jungkook fue el que habló.

—Nada por ahora. Gracias.

Ambos se despidieron y subieron al camión. Yo por otro lado me concentré en meter las cajas hasta estar cerca del nuevo estante. Busque las tijeras y comencé a abrirlas. Esa vez no hubo razón de leer las sinopsis, todos irían a novedades.

Me entretuve en es tarea casi por dos horas. Acomodar los libros sonaba más fácil de lo que en realidad era. Había que hacer que se vieran bien, después de todo daban su imagen al exterior. Cuando estuve satisfecho, desarme las cajas y me dirige a guardarlas. El tema con el reciclaje era serio, reutilizarlas era prioridad.

—Me voy a la bodega. Cualquier cosa me llama. —avise.

Lo vi asentir antes de moverme.

Sabía que estaría ocupado por un buen rato, al menos hasta que me gritara que debía salir a comer. Era la clase de rutina a la que es fácil acostumbrarse.


 Era la clase de rutina a la que es fácil acostumbrarse

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Hola. Cherry por aquí dejando un nuevo capítulo. Ojalá les guste. Muchas gracias por leer 💜

¿Qué se están imaginando ahora de la historia?

Nos leemos pronto.
—Cherry 🍒
fighting

La biblioteca del señor Kim Donde viven las historias. Descúbrelo ahora