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D-11

Ya era viernes, Seokjin me miraba contrariado. Habíamos que tenido que aplazar nuestra conversación hasta el día siguiente. Aún faltaba una hora para que abriera el local. El día anterior el señor Kim se había dedicado por completo a vagar por la librería, después de estar con el repartidor dejó el mostrador.

Eso había logrado mantenernos lejos sin oportunidad para intentar aunque sea darnos una mirada.

Habíamos recurrido a vernos antes de abrir. La cafetería cerca de la librería volvería a ser nuestro punto de encuentro. Ambos teníamos enfrente una taza con café. Ninguno de los dos lo había probado.

—¿Qué? —su voz se notaba tensa a la par de confundida.

—Mientras regresaba el libro a su lugar lo vi. El destello de una hoja afilada. Estoy seguro de que está ahí. —dije acariciando la taza para calentarme las manos.

—No puede ser.—estaba más que claro que aquella noticia no le había sentado bien. —¿Qué voy a hacer? —habló más para si mismo.

—Encontraremos una manera. Tu padre no duerme ahí. ¿Verdad?

—No, vive a unos veinte minutos en auto. —sus manos también se acercaron a su taza.

Tendremos que entrar después de que se vaya.

El pensamiento me cubrió la mente. El solo hecho de imaginarlo me causó escalofríos. Di el primer sorbo a mi café y dejé que el líquido caliente me hiciera dejar de temblar.

—Vamos a tener que sacarlo de ahí. —dije cuando estuve seguro de que no tartamudearía.

—Lo sé. —me respondió sin mirarme. —Haré lo posible por averiguar cómo sacarlo de ahí.

—No puedes ir solo. —advertí al notar sus intenciones.

—Yoongi, no nos queda mucho tiempo. Cada día que pasa esto solo será más peligroso. —su mano buscó la mía.

El tacto fue sutil y aún así me hizo imaginar lo que sería sentirlo en otro momento, en otra vida tal vez. Su mano era más grande que la mía y más cálida también.

—Lo sé. Pero haremos esto juntos. —sentencié.

*
*

D-10

El sábado me tocó torturarme mentalmente en la soledad de mi habitación. No debía presentarme a trabajar y no podía solo aparecer ahí sin levantar sospechas. Estaba inquieto y no podía dejar de morderme las uñas, Seokjin estaba solo y por como iban las cosas las probabilidades de que su padre lo descubriera en nuestro plan eran altas.

Al medio día me picaban los pies por salir corriendo hasta la librería, como si me llamara. Eso me tensó.

Me aferré a la tonelada de pensamientos y busqué por mi cuenta una manera de lograr sacar ese cuchillo, estaba más que seguro de lo que había visto, ahí enterrado contra la madera. No podríamos solo sacarlo, tendríamos que destrozar el librero en el peor de los casos. Y si lo intentábamos hacer con calma diez días no serían suficientes.

El día transcurrió en ese mismo hilo.

Cerca de las ocho de la noche mi celular cobró vida a través de un mensaje. Había mantenido las luces de mi habitación apagadas así que la luz de la notificación iluminó todo.

¿Podemos vernos?

Dos palabras fueron suficientes para hacerme salir de la cama, me cambié por algo más decente que un playera con agujeros y los shorts deportivos que alguna vez fueron de mi hermano.

La biblioteca del señor Kim Donde viven las historias. Descúbrelo ahora