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Las películas de terror se quedaban cortas con la imagen que tenía frente a mi. Estantes repletos de libros que parecían extrañamente viejos. Con facilidad más de mil.

Una biblioteca personal.

Velas encendidas por todos lados. Ninguna parecía tentada a empezar un incendio y aún así el olor a azufre parecía quemar mis fosas nasales. La luz roja lo hacía todo peor.

Frente a mi, estaba lo que me había dejado paralizado. Una mesa de madera. Cubierta apenas con un mantel negro, más velas encima de ella. Dos libros grandes abiertos por la mitad. Un cuenco lleno de un líquido oscuro y espeso.

Quise equivocarme con todas mis fuerzas. Quise evitar pensar que era sangre. Pero olor que desprendía no dejaba lugar a dudas.

A cada lado del recipiente se mantenían dos cráneos. Claramente humanos y claramente no del tipo de utilería barata.

—¿Qué es esto? —pregunté después de haber escuchado a Seokjin.

—Tenemos que salir. Ahora. —me dijo cuando estuvo lo suficientemente cerca como para tocarme.

—¿Qué es todo esto?—insistió.

—Por favor. Yoongi. Tenemos que salir. O será demasiado tarde.—rogó.

—¿Qué demo...—mi voz comenzaba a subir de volumen. Seokjin fue rápido para taparme la boca.

*
*

7 años atrás.

—Min Hyo Jin. Es el nombre de la chica que ha estado desaparecida desde el 10 de Junio. Sus familiares han estado llenando las calles con su rostro...—el periodista en la televisión hablaba con total seriedad a la cámara mientras imágenes de una chica sonriente apareciera junto a su cara en la pantalla del televisor.

—Aiissshhh...—el sonido de desprecio salió de los labios de su madre inmediatamente.

—La última vez que la vieron fue saliendo de la universidad con dirección a su trabajo de medio tiempo en el distrito...

—Pobre chica. —continuó su madre mientras servía un poco más de arroz en su plato.

—Ha estado desaparecida casi un mes. —Yoongi alzó su vista directo a la televisión. —No hay ninguna pista. Nada.

—Debe ser uno de esos casos que el gobierno quiere cubrirlo y pasarlo desapercibido. —la recriminación en la voz de su padre era fuerte.

—Esa chica quizás se fue con un chico. —su hermano vociferó con una sonrisa. —Solo con verla...—lo que pudiera haber dicho quedó descartado después de recibir un golpe en la cabeza cortesía de la mano su madre.

—Yo no eduqué a ningún hijo con esos pensamientos. —los ojos fríos de su madre lo miraron con recelo. —Jamás. Escúchame bien. Jamás vuelvas a decir algo como eso.

—Es la última vez que dices algo así. —su padre intervino. —Pide disculpas. Ahora.

Su hermano lo hizo sin chistar.

Sus padres eran relajados en muchos aspectos pero así también tenían una idea clara de lo que esperaban de sus hijos. Hombres decentes. Hombres con sentido común por lo mínimo. Hombres que ellos pudieran decir orgullosamente que eran sus hijos.

La biblioteca del señor Kim Donde viven las historias. Descúbrelo ahora