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Me despertó el olor de la sangre.

Asustado me levanté con fuerza de la cama. Ya sentado todo me dio vueltas y algo comenzó a punzar dentro de mi cabeza.

Al abrir los ojos la sangre ya estaba cubriendo las sábanas.

El miedo me paralizó por un segundo antes de poder reaccionar.

—¿Qué pasó? —la voz de Seokjin me hizo girar a verlo. —Oh por Dios, ¿estás bien? No te muevas. —me dijo intentando guardar la compostura.

Lo vi dejar la cama y salir de la habitación y en menos de un minuto había regresado con un paño mojado y mucho papel higiénico.

—Ten, límpiate y presiona aquí. —sus dedos presionaron mi nariz con suficiente fuerza como para que me doliera un poco.

—Bien, bien. —dije con prisa.

Pase el paño por debajo de mi nariz y limpié lo que pude e inmediatamente presione el puente de mi nariz. Respire por la boca hasta que comencé a sentir que la sangre dejaba de correr.

—Déjame. —me dijo tomando entre sus manos el paño y ayudándome a limpiar el desastre que era. —Alza un poco tu rostro. Solo un poco. —seguí sus instrucciones y continuó moviéndose por mi boca y mentón.

—Estoy bien. Estoy bien. Creo que ya se detuvo. —susurre.

Lo tenía lo suficientemente cerca como para notar sus ojos asustados, sus pupilas dilatadas y sentir el calor de su respiración en mi cara.

—¿Seguro? Traeré otro paño. —sus ojos viajaban por todo mi rostro, como si buscara alguna pista de qué estaba mal.

No tuve tiempo para contestar, salió casi corriendo. Dejé mi nariz en paz, ya no sentía ningún flujo incómodo y ya no había sangre manchando las sábanas. Tome un poco del papel y comencé a limpiar mi nariz con cuidado. El estrés seguramente estaba jugando conmigo.

—Ten, con el agua será más fácil. —no había notado su regreso, pero agradecí mentalmente cuanto el agua ayudó a quitarme el resto de sangre y se llevó un poco el olor.

Logré tranquilizarme y tomé una respiración profunda. Recosté mi espalda contra las almohadas y cerré mis ojos. Lo que sea que estuviera punzando dentro de mi cabeza se detuvo. El mareo se calmó.

—¿Necesitas algo más? —Seokjin seguía demasiado cerca. Su mano se posó en mi frente. —No tienes fiebre. —dijo bajando su mano hasta mi mejilla y luego abandonándola por completo. —¿Quieres agua?

—Estoy bien. —repetí. —Estoy bien Seokjin.

Sus ojos continuaban inquietos, observándome.

—¿Seguro? —insistió.

—¿Qué hora es? —cambie el tema.

—Las siete de la mañana. —contestó levantándose de la cama. —Tomaré un baño rápido.

—Tenemos que volver. —dije mirándolo.

—¿Qué?

—Voy a hacerlo. —contesté con toda la seguridad que pude en mi voz. —¿Qué debemos hacer?

La biblioteca del señor Kim Donde viven las historias. Descúbrelo ahora