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Coloque el último libro en el estante. Con eso, terminaba la bodega. Justo a la par de mi hora de salida.

Seokjin seguía en la librería. Su padre parecía querer ignorar su existencia tanto como yo. Lo cual solo causó, para mi infortunio, el aumento de su vigilancia sobre mi persona. Podía escucharlo, sus quejas filtrándose por el aire. Ruidos de desagrado no faltaron.

Sin embargo cómo llevaba haciendo todo el día, no le preste atención. Reconocer su presencia me hubiera ganado consecuencias  más allá de palabras seguramente.

Al salir del almacén, escuché al señor Kim.

—¡Yoongi-ah! Puedes irte. Puedes seguir mañana.

—De hecho. Ya termine. Mañana sólo sería cuestión de barrer el polvo. —le dije satisfecho. —Si gusta puede darle un vistazo, si hay algo que no le agrade o si quiere cambiar algo de lugar. Lo puedo hacer mañana.

Como un experto, podia ser el mejor empleado del mundo. Sabía modular mi voz para sonar convincente y servicial. Algo que solo aprendes con la práctica y mucho servicio al cliente.

—Papá. —ese tono comenzaba a irritarme. —Creo que tienes que decirle algo.

—Yoongi, ¿crees que puedas cubrir el sábado? Tengo que ir a firmar unos documentos. No te preocupes podrás irte antes de la una. —me explico levantando a penas su rostro.

Sus ojos eran tan profundos como los de su hijo. El mismo color. Pero más suaves. No me veían con fastidio.

—Puedo hacerlo, ¿debo llegar a...

—Papá. —se quejó interrumpiéndome. —No puedes seguir con esto. —insistió.

—Suficiente. —el señor Kim azotó el bolígrafo en el mostrador. —Yo decidió en esta tienda Seokjin. No busco tu aprobación, ni tus consejos. —le recriminó con serenidad. Aunque no dejaba de sonar escalofriante. —Llega a la misma hora de siempre Yoongi. Y por las molestias de hoy puedes llegar una hora más tarde mañana. Descansa. —me despidió sin más.

Era mi señal para irme.

Y la tome.

*

El jueves me recibió con el sonido de mi alarma atrofiando mis tímpanos. Me había quedado dormido sin dejarlo en la mesa de noche. Por lo menos no había fallado en su misión de despertarme.

Faltaba una hora para que tuviera que estar en la librería. Solo me costo cinco minutos dejar mi cama y caminar hasta el baño. Diez minutos más en lo que me duche, cepille mis dientes y busque algo que ponerme.

No desayune, nunca fui fan de tener algo en el estomago tan temprano. Me causaba nauseas. Preferí salir y dirigirme a mi trabajo. Llegue incluso con cinco minutos antes de la hora indicada. Abrí la puerta haciendo que el señor Kim alzara su vista para verme entrar.

—Buenos días.

—Buenos días. Yoongi. Prepararemos pedidos para su envío hoy. —me dijo girando su vista a su computador.

—Claro.

—La lista la tiene Seokjin, esta en la bodega. —comentó sin darle importancia.

Yo por otro lado intente no soltar una maldición.

Había estado anhelando que su existencia no fuera requerida el resto de la semana. Todo apuntaba a que eso no iba a ocurrir.

La biblioteca del señor Kim Donde viven las historias. Descúbrelo ahora