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El señor Kim se encargó de cerrar el local. Confirmando dos veces de que los seguros estuvieran correctamente puestos. Conto el dinero en la caja. Anoto los números en su libreta y luego se dirigió a la bodega, sin prisa. Dio un vistazo al lugar antes de levantar la trampilla y bajar los escalones.

Su biblioteca lo recibió en silencio. Con la luz roja mostrando sombras en las esquinas. Sus estantes parecían llamarlo.

Y el siempre acudió a sus llamados.

Pero primero tomó uno de los libros que estaba sobre la mesa. Abierto aún en la última revisión que había tenido con su padre.

El libro mostraba la imagen de una chica con el cabello largo. Una sonrisa llenaba su rostro. Debajo de su foto en letras escarlata estaba su nombre en conjunto con un año.

Min Eun Ji 1967.

El resto de la página se llenaba de información poco legible. Una letra temblorosa lo hacía difícil de comprender. Al final se encontraba un trozo de tela manchada de sangre.

La siguiente página contaba una historia parecida. El nombre y la fotografía parecían ser lo único que cambiaba.

Min Woo Sik. 1974.

Un hombre en sus veinte con unas gafas enormes.

La siguiente página seguía el patrón.

Hacia delante o hacia atrás, el libro contaba las mismas historias una y otra vez. Fotografías y nombres llenaban cada una de las páginas.

El señor Kim cerró aquel libro y camino para dejarlo en el estante más cercano.

Su mano acarició el lomo de otro que se veía más nuevo. Lo sacó y se tomo el tiempo para apreciarlo antes de abrirlo. La vista en blanco le llenó los ojos. Las posibilidades de llenarlo le emocionaron.

Con la muerte de su padre era su oportunidad. Llenaría esa páginas por su cuenta. Cada una de las muertes ahí plasmadas serían completamente suyas. La idea de compartir nunca fue de su agrado.

Aún tenía tiempo. Mucho tiempo.

Su padre se había guiado por sus ancestros. Por viejas costumbres.

Pero él ya no estaría sometido. Siete años era demasiado tiempo.

Su nuevo pacto estaba casi listo.

Solo necesitaba al chico Min. Su sangre sería la última fase de su ritual. Su venganza sería más rápida, más efectiva.

Su sangre. Solo tenía que conseguir su sangre.

*
*

El departamento de Seokjin era desconcertante. Para alguien con una actitud tan hosca, las paredes en palo de rosa no eran lo que esperaba.

Había tardado más de media hora en convencerme en ir con él. Un mensaje fue todo lo que pude enviarle a mis padres.

Me sentía expuesto. Confundido y preocupado.

Seguía temblando. Posiblemente por el miedo o tal vez por la lluvia. Aunque lo más seguro es que fuera por ambos.

—Será mejor que nos cambiemos de ropa. —estaba en el mismo estado que yo. Empapado.

—Bien.

—Puedes tomar un baño si quieres. Hay dos habitaciones no te preocupes. —me explicó y empezó a caminar por el departamento.

La biblioteca del señor Kim Donde viven las historias. Descúbrelo ahora