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—Vas a subir y fingir que no viste nada. —Seokjin parecía desquiciado. —Tienes que controlarte. —suplicó con su mano aún sobre mi boca. —Contrólate hasta la hora de salida. Te esperaré. En la parada del autobús. —poco a poco dejó ir su mano.

—¿Qué está pasando? —no podía encontrar mi voz. A penas había logrado concretar una frase.

—Cuando salgas. No mires atrás. —me dijo mientras daba un paso hacia la escalera. —Vámonos.

Salimos de ahí en silencio. Mi cuerpo aún se mantenía tembloroso y las arcadas estaban atrapadas en mi garganta. Sentía que iba a desmayarme.

—Contrólate. —repitió. —Sígueme la corriente.

—Sí.

—¿Yoongi-ah? ¿Qué se supone que estás haciendo? —su voz se había estabilizado. —¿Aún no terminas con los libros?

Respire profundo. Trate de controlar los temblores de mi cuerpo y de mi voz.

—Tenía que subir algunos al área infantil. Y había unos que no estaban exactamente definidos para un estante en específico. —contesté.

—Te ayudaré con eso. Ahora solo sigue llenando los estantes de afuera. Termino yo con esto. —sus ojos estaban fijos en los míos.

—Bien. —di unos pasos para salir de la bodega.

Me acribillaron los ojos del señor Kim. Parecía serio. Confundido tal vez. Definitivamente molesto. Algo no estaba saliendo como él quería.

*
*

El día pareció odiosamente largo. Cada minuto se multiplicaba, era como si el tiempo estuviera actuando en mi contra. Sentía que cada vez que veía al reloj este no se movía. Las horas comenzaron a sentirse insoportables. Me sentía enfermo.

Tenía que soportarlo. Me había obligado a ello. Tenía miedo de hacer cualquier cosa que no fuera esperar. Si intentaba salir por aquella puerta...¿podría pasarme algo? La pregunta se arremolinaba en círculos en mi mente.

Sentía náuseas, el estómago revuelto y pesado. Como si mi interior estuviera pelando por huir. Quería apagar mi cerebro. Atar mis pensamientos. La mirada de Seokjin tampoco me dejaba mucho espacio, no importaba a donde me moviera, sus ojos iban detrás de mí. No me dirigía la palabra pero no era necesario.

Si nuestras miradas chocaban el solo negaba con la cabeza. Como si leyera mis pensamientos de huida.

¿Iba a morir?

Me carcomía por dentro. Esa consideración que parecía imposible, ahora crecía y como un parásito se inmiscuía en mi sistema dejándome nervioso. Inquieto y ansioso.

Había frío en mi interior. Quería acurrucarme hasta que dejara de sentirlo.

*
*

Llegaron los últimos minutos de mi jornada. El reloj marcaban los cinco minutos que me separaban del trabajo.

Cuatro minutos.

Seokjin salió.

Sentí la sangre detenerse en mi cuerpo.

Tres minutos.

Comencé a buscar mis cosas.

Dos minutos.

La biblioteca del señor Kim Donde viven las historias. Descúbrelo ahora