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D-7

La poca luz de la calle nos daba mala espina. Habíamos decidido entrar el lunes por la noche, prácticamente se nos haría martes para cuando estuviéramos adentro. Después de analizarlo entrar un domingo no sería bueno, los bares cerca tendrían a demasiada gente pasando que notarían lo extraño que sería vernos entrar a la librería. No debíamos ser tan descuidados.

Había esperado a que Seokjin y su padre dejaran la librería de nuevo en la cafetería cercana. Me había terminado dos cafés esperando. Mi teléfono fue él encargado de notificarme que había llegado la hora.

Ya la librería llevaba dos horas cerradas cuando me aparecí en la esquina. Seokjin estaba en la puerta esperándome. Las llaves brillaban en su mano. Yo cargaba una mochila con lo que necesitabamos.

—¿Listo? —me preguntó cuando estuve cerca de él.

—Supongo. —me encogí de hombros.

Seokjin abrió la puerta y la oscuridad del lugar nos quitó el aliento. Demasiado quieto. El primer paso nos tomó más segundos de los necesarios. Cerramos la puerta una vez que estuvimos adentro, fue entonces cuando aceptamos lo que estaba sucediendo. No perdimos tiempo en dirigirnos a la bodega. Era incluso peor de noche, la vibra era horrible, como si te abrazara. Me sentía observado y con un peso extra en los hombros.

—Bueno, hagamos esto. —me acerqué a la trampilla y la levanté.

Baje primero, Seokjin iba solo un paso detrás de mí. Me costaba respirar correctamente, era como si mis pulmones se extendieran y no tuvieran suficiente.

Escuché como se cerraba la puerta, estábamos encerrados ahora. Teníamos pocas horas, no podíamos desperdiciar el tiempo.

—Quizás sea suficiente con...—sentí dolor por un segundo y luego todo se puso negro.

*
*
*

Seokjin me observaba desde arriba.

—¿Qué sucedió? —tenía una terrible dolor de cabeza. Punsante.

—¿Sabías que varios chamanes a lo largo de la historia han estudiado a otras culturas buscando la transformación? Primero y más sencillo con los animales y perfeccionándolo hasta llegar a ser otras personas. —no eran los ojos de Seokjin.

Me sentí idiota.
Confundido.
Asustado.

—¿Qué...?

—No pongas esa cara. —su sonrisa era desconcertante en su rostro. Demasiado falsa. —Shhh...no llores. No llores. —su mano se acercó a limpiarme las lágrimas que no sabía que estaba soltando. No sentía mucho de mi propio cuerpo.

Aterrice lo más que pude mis pensamientos. Moví lo que pude las manos. Sentí la mesa.

El pánico me cubrió con fuerza.

»—Te vas a lastimar. —me dijo mientras su rostro comenzaba a desfigurarse. Poco a poco el rostro del señor Kim iba apareciendo. La ropa comenzaba a verse demasiado grande en su cuerpo. —No debo perder tus manos. —mis ojos se movieron y pude vislumbrar con dificultad de las ataduras sobre ellas.

*
*

Seokjin despertó en la oscuridad. Su pierna derecha dolía. Su cabeza estaba a otro nivel. Como si estuviera siendo golpeado constantemente. Quejarse fue lo único que salió naturalmente de él .

La biblioteca del señor Kim Donde viven las historias. Descúbrelo ahora